Los enfrentamientos atraen apoyo a las protestas de los maestros en México

NOCHIXTLAN, México _ La batalla por la educación en esta localidad se ha convertido, repentinamente, en algo literal.

Protestas violentas han reclamado la vida de al menos nueve personas en poco más de una semana, se han obstruido carreteras con los restos quemados de camiones de carga y se ha aprovechado una profunda vena de enojo y desconfianza hacia el gobierno.

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Son miles de alumnos en esta ciudad, en el estado sureño de Oaxaca, los que llevan meses sin escuela porque sus maestros han salido a las calles a rechazar los esfuerzos nacionales por mejorar al enorme y abismal sistema educativo.

Sin embargo, después de que las fuerzas gubernamentales se enfrentaron con los manifestantes aquí, en la ciudad de Nochixtlán, dejando nueve muertos y docenas de heridos, el movimiento de protesta parece haber ganado más impulso, hundiendo los cambios educativos, distintivos del presidente Enrique Peña Nieto, todavía más profundamente en la controversia.

En los últimos días, por primera vez, miles de alumnos de Oaxaca se han unido a sus maestros en las calles para clamar contra el gobierno y muchos adultos, otrora ambivalentes sobre los gritos de justicia de los maestros, también se han comprometido con la causa.

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“Antes, no apoyábamos a ninguno de los lados”, dijo Karen Hernández Casares, de 15 años, una estudiante en la Ciudad de Oaxaca quien estuvo entre miles de compañeros estudiantes vestidos con el uniforme escolar y portaban pancartas en las que denunciaban a la reforma educativa. “Pero no podemos mantenernos aparte y permitir la represión del gobierno”.

“Ahora, todo ha cambiado”, agregó.

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La violencia puso el dedo en la llaga en Oaxaca, donde, a pesar del turismo pujante, es uno de los estados más pobres y más volátiles del país. La respuesta del gobierno a las protestas ha intensificado la creencia de que la reforma educativa es solo el esfuerzo más reciente de la Ciudad de México para marginar todavía más al pueblo oaxaqueño y privarlo de sus derechos y su dignidad.

En la mayor parte del país, el impulso del presidente por renovar a las escuelas ha encontrada amplia aceptación. Funcionarios gubernamentales y partidarios de la reforma señalan que la resistencia se ha concentrado, casi en su totalidad, en cuatro estados del sur, especialmente en Oaxaca, y solo ha involucrado a una fracción reducida de los empleados educativos del país.

Aun entre los oponentes del presidente, muchos están de acuerdo en que existe la urgente necesidad de reparar al sistema de la educación pública del país, el quinto más grande del mundo, con más de 30 millones de estudiantes.

Ha sido de tiempo atrás uno de los sistemas de educación pública de peor desempeño de las potencias económicas más grandes del mundo. De acuerdo con un informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico de enero del 2015, los logros académicos de México clasificaron en los últimos lugares entre los 34 miembros de la Organización.

Las escuelas de México han sufrido por el gasto ineficiente y una burocracia inflada que durante años estuvo fuertemente influenciada, si no es que controlada directamente en algunos lugares, por el poderoso sindicato de maestros. Con alrededor de 1.6 millones de sindicalizados, es el sindicato público más grande de América Latina.

“Los gobiernos estatales fueron prisioneros de las secciones locales del sindicato”, dijo Carlos Ornelas, un profesor de educación y comunicaciones en la Universidad Autónoma Metropolitana en la Ciudad de México.

El sistema ha estado plagado de favoritismos y sobornos. Con el censo reciente del sistema de la educación pública _ el primero que haya levantado alguna vez el gobierno, dijeron funcionarios _, se encontró que hay miles de empleados fantasmas en las nóminas y muchos más exempleados que habían renunciado, se habían retirado o se habían muerto, pero para quienes todavía se emitía un salario.

A los egresados de las normales para maestros se les daban garantías de empleo para toda la vida sin importar su desempeño, las plazas se pasaban como herencia o se compraban y vendían en el mercado abierto.

Después de asumir el cargo en el 2012, Peña Nieto hizo de la educación una prioridad, se aprobó rápidamente un paquete de cambios que, en parte, estaban diseñados para romper el bastión del sindicato en el sistema.

Con los cambios, se instituyeron las evaluaciones a los maestros y un proceso competitivo de contrataciones. Asimismo, se restructuró a la burocracia de las escuelas, regresándole mayor control al gobierno federal, y se promulgó un nuevo sistema de pago de salarios cuyo objetivo es la protección contra los sobornos y el gasto excesivo.

Mientras que el sindicato nacional ha aceptado los esfuerzos del gobierno, un ala disidente continuó resistiendo los cambios y organizó grandes manifestaciones, como los levantamientos recientes en Oaxaca.

Aun cuando esa ala, llamada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, tiene presencia en todo el país, sus bastiones están en los confines del sur, más pobres, especialmente Oaxaca, donde ha dominado al sistema escolar, dicen funcionarios gubernamentales y analistas.

Los dirigentes de la organización dicen que se oponen más a las nuevas evaluaciones de los maestros por las cuales se requiere que todos los maestros aprueben un examen de evaluación cada tantos años. Se les dan tres oportunidades para aprobar, cada una separada por un año de capacitación. Si reprueban las tres veces seguidas, se los quita del trabajo frente a grupo y se los reubica en labores administrativas.

“Los exámenes tienen una intención”, dijo Gabriel López Chiñas, un maestro que hace poco fungió como alto funcionario del ala disidente en Oaxaca. “Buscan despedir a los maestros. No buscan mejorar la calidad de la educación”.

El año pasado, como parte de la reforma, los gobiernos estatal y federal desmantelaron al departamento estatal de educación en Oaxaca, el cual estaba dominado por sindicalistas y lo reconstituyeron con una nueva dirigencia bajo el control del gobierno del estado. Hace dos semanas, las autoridades detuvieron y encarcelaron a dos altos dirigentes de la sección oaxaqueña del sindicato por acusaciones de corrupción.

Había parecido que el apoyo al ala disidente del sindicato en Oaxaca y sus otros bastiones tradicionales en Chiapas, Michoacán y Guerrero estaba despareciendo, dijeron funcionarios y analistas.

Sin embargo, el enfrentamiento letal con las fuerzas de seguridad inflamó la antipatía generalizada hacia Peña Nieto, quien enfrenta bajos índices de aprobación en medio de mayores dudas sobre la capacidad de su gobierno para combatir la corrupción y el crimen, incluida la resolución del caso de la desaparición de los 43 normalistas.

La semana pasada el gobierno se reunió con el ala disidente del sindicato nacional de maestros, lo que se percibió ampliamente como una capitulación. Se programó una segunda reunión para el lunes. El gobierno ha sostenido su posición, que viene de largo, en cuanto a que no negociaría las leyes nuevas y que la reforma, por mandato, es inevitable en Oaxaca y otros estados del sur, donde la resistencia es elevada.

Juan Díaz de la Torre, el secretario general del sindicato nacional de maestros, ha respaldado incondicionalmente la posición del gobierno en contra de los sindicalistas disidentes.

“Si violamos la ley debido a esta circunstancia, vamos a caer en una espiral que no va a ayudar a nadie”, dijo en una entrevista el jueves. “Queremos vernos en el espejo de los países más desarrollados. Queremos vernos allá. No queremos volver a bajar. Queremos seguir mejorando”.

Los bloqueos y las protestas se han incrementado en Oaxaca desde la violencia del 19 de junio y algunos habitantes temen que haya más derramamiento de sangre. A lo largo de las calles aquí, en el centro de Nochixtlán, estuvieron cerradas la mayoría de las tiendas esta última semana, con las cortinas metálicas bajadas y cerradas con candado.

“Hay pánico en este momento en la ciudad por esta confrontación”, dijo Eric CoCa Hernández, de 31 años, quien abrió su zapatería a pesar de la escasez de clientes”

Dijo que se habían unido a los maestros muchos que no lo son, de otras partes del país, en las barricadas, lo cual agrega un elemento oscuro a las protestas.

“No sabemos si están aquí para ayudar a los maestros o por otras razones”, comentó.

Las autoridades han especulado que los miembros armados de organizaciones radicales contra el gobierno, se habían infiltrado en las filas de los maestros que protestan y dispararon contra policías federales el 19 de junio, provocando el tiroteo, mismo que se está investigando.

Esta última semana, en las afueras de la ciudad, jóvenes con paliacates cubriéndoles el rostro patrullaban los bloqueos, y detenían y cateaban coches al azar. Les dijeron a los conductores que estaban buscando a empleados del gobierno federal.

No obstante, no todos se unieron a los maestros para denunciar al gobierno. Algunos, sintieron que en medio de la violencia el tema central de la educación de los estudiantes se había perdido y unos pocos responsabilizaron a los maestros por la violencia y por no educar a los niños. En los últimos siete años, las huelgas de los maestros en Oaxaca han provocado el cierre de escuelas por el equivalente a todo un año escolar, según cifras gubernamentales.

“En este momento, todos se lavan las manos en cuanto a la responsabilidad y culpan al gobierno”, dijo María Martina García, de 55 años, una empleada doméstica. “Pero yo culpo a los maestros. Quiero deshacerme de ellos”.

Junto a su hija y tres nietos que pasan el tiempo en la casa desde mediados de mayo, llegó al funeral de Jesús Cárdenas, de 19 años, muerto en los enfrentamientos, efectuado el martes en el centro de Nochixtlán.

“Esto pasa cada año”, dijo su hija Sulema Rivera sobre las protestas magisteriales. “Mis hijos también tienen derechos; el derecho a estar en la escuela”.

Al día siguiente, los estudiantes se congregaron para apoyar a los maestros. Miles llegaron a la Ciudad de Oaxaca, donde el encantador centro de la ciudad se convirtió en un campamento improvisado de maltratadas lonas y tiendas de campaña para los maestros que protestaban. Sus gritos y letreros se alternaban entre el apoyo a los maestros y las denuncias contra el gobierno.

La marcha serpenteó entre un montón de puestos improvisados en los que se pregonaban cosas como queso y camisas bordadas a mano. Los empleados de los restaurantes elegantes que flanquean la plaza central ni siquiera se molestaron en tratar de solicitar clientes. Los cafés, en una rara excepción entre el tumulto general, estaban inactivos.

Le energía, en cambio, estaba entre quienes iban marchando.

“Si puedes leer este letrero, es gracias a mis maestros”, decían un cartel.

Azam Ahmed and Kirk Semple
© 2016 New York Times News Service