Hasta los pequeños son sospechosos en la guerra contra Boko Haram

MAIDUGURI, Nigeria _ Había pasado más de un mes, y Dije Ali seguía encerrada en una prisión militar con sus siete hijos.

Ella había pensado que los llevaban a un lugar seguro. Su familia y otros aldeanos tenían poca comida y tenían miedo de que Bolo Haram los estuviera cercando.

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“Métanse en el vehículo”, recordó Ali que les dijeron los soldados. Sin embargo, en lugar de llevarlos rápidamente a la libertad, contó, su familia terminó en un centro militar de detención con otras 130 mujeres y sus hijos, sin saber cuándo las liberarían, y por qué se encontraban ahí.

“Yo no sabía qué había hecho mal”, comentó. “Solo estaba rezando para que Dios nos sacara”.

Aquí, en el noreste de Nigeria, los soldados están peleando una brutal batalla con Boko Haram, la organización islamista extremista que ha aterrorizado a la región durante años con su campaña de asesinatos, secuestros, violaciones y hurtos.

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Sin embargo, en su agresiva búsqueda de los combatientes de Boko Haram, el ejército nigeriano ha atrapado y detenido a veintenas de civiles, incluidos bebés y niños pequeños. Y, a veces, dicen los activistas, no se vuelve a saber de personas inocentes.

Casi 150 personas han muerto este año en tan solo uno de los centros de detención, las barracas Giwa, donde está detenida Ali con su familia, según Amnistía Internacional.

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Once de los muertos eran niños menores de seis años, incluidos cuatro bebés, dijo. Esta primavera, había 1,200 personas en la prisión, 120 de las cuales eran niños, se enteró Amnistía.

“A muchos se los acorraló durante las detenciones en masa”, dijo la organización, “a menudo sin ninguna evidencia en su contra”.

Nigeria, que niega las declaraciones, no es el único país en la región al que se critica por haber ido demasiado lejos en la lucha contra Boko Haram. Se ha acusado a Camerún de detener a mil personas por ser sospechosas de apoyar a la organización extremista, a muchas de las cuales detuvieron arbitrariamente, en condiciones horrendas que han provocado la muerte de algunas debido a enfermedades y desnutrición.

El ejército nigeriano dice que detiene a las personas de las que sospecha que son simpatizantes de Boko Haram _ incluidas las secuestradas _ para erradicar a cualquiera que pudiera ser peligrosa.

Los funcionarios tienen razones para ser suspicaces: Boko Haram se las ha arreglado para convertir a los cautivos en terroristas suicidas, incluidos niños muy pequeños, de unos ocho años. Madres, niños, niñas y otros terroristas suicidas han matado a cientos de personas al atacar donde hay multitudes, como mercados, escuelas y hasta campos para personas que huyeron de sus casas para escapar de la violencia de Boko Haram.

“El interrogatorio de los sospechosos es un proceso muy largo”, dijo el coronel Sani Kukasheka Usman, un portavoz del Ejército, al explicar las detenciones. “Es mejor tomarse el tiempo para revisar, a permitir que un solo terrorista salga libre y lleve a cabo un bombazo suicida”.

Usman dijo que el ejército siguió “las mejores prácticas internacionales” y había descubierto a terroristas de Boko Haram durante los chequeos.

“No hay nadie, ningún ejército en el mundo que esté respetando el imperio de la ley en la forma en la que nosotros lo estamos haciendo”, notó Usman.

Sin embargo, los expertos legales acusan al ejército nigeriano de violar leyes nacionales e internacionales en el proceso. El ejército no tiene ninguna autoridad para detener a civiles, de conformidad con la legislación nigeriana, arguyó Femi Falana, un abogado en derechos humanos en Lagos. Otros críticos mencionaron un largo patrón de abusos cometidos por el ejército.

“No importa cómo busque el gobierno nigeriano justificar el trato abusivo que da a los detenidos liberados del control de Boko Haram, al parecer, se han violado gravemente sus derechos individuales”, dijo David Scheffer, un exembajador estadounidense plenipotenciario para problemas de crímenes de guerra. “Esa falta de rendición de cuentas, la cual ha persistido durante años, pende sobre el gobierno nigeriano como una espada de Damocles.

Amina Umar dijo que hace dos años la capturó Boko Haram, cuando tenía 16 años y casi de inmediato la obligaron a casarse con un combatiente.

Una noche de esta primavera escapó, caminó hasta la casa de su hermana en una aldea cercana. Sin embargo, un integrante de la milicia en contra de Boko Haram la divisó y, al saber que estaba fuera de lugar, notificó a los oficiales militares.

Unos soldados se las llevaron, a su hermana y a ella, y las tuvieron bajo custodia militar donde las mantuvieron encerradas en una celda y las interrogaban periódicamente, contó ella. Después de siete días, los soldados las llevaron a las barracas Giwa. Señaló que pasaron dos meses y cuatro días antes de que la liberaran.

“Yo estaba confundida”, dijo Umar, quien ahora tiene 18 años. “Al principio pensé que era injustificado. Luego, solo me acostumbré”.

Durante años, las fuerzas nigerianas han batallado con la forma de combatir a Boko Haram. Se ha acusado a los soldados de llevar a cabo detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos de civiles, a menudo, sin tratar de diferenciar a los combatientes de los inocentes.

Incluso, los testigos han descrito a soldados nigerianos que deliberadamente llevan a cabo asesinatos en contra de los aldeanos, lo cual provocó que, en el pasado, Estados Unidos bloqueara la venta de helicópteros de ataque, debido a inquietudes relativas a los derechos humanos.

Sin embargo, hace más de un año, se eligió al nuevo presidente nigeriano, Muhamadu Buhari, quien fuera general del norte, tras comprometerse a limpiar al Ejército. Desde entonces, las fuerzas nigerianas han tenido avances en sacar a Boko Haram de sus baluartes en aldeas remotas.

El mes pasado, el ejército rescató a 80 mujeres y niños a los que había retenido Boko Haram, y los funcionarios han adoptado una actitud cada vez más bravucona debido a sus victorias en contra de la organización. El teniente general Abdulrahman Dambazau, el ministro del interior, dijo hace poco que la guerra contra Boko Haram en el noreste del país “se ha peleado y se ha ganado”.

“Las víctimas están retornando gradualmente a sus hogares, y el gobierno está reconstruyendo, reconciliando y rehabilitando a las víctimas”, dijo.

No obstante, Boko Haram sigue teniendo el control sobre muchos bolsones en la región, hasta en algunas áreas de las que ya habían sacado a los combatientes. Las más de 200 escolares a las que secuestró de la aldea de Chibok, lo cual inspiró la campaña #BringBackOurGrils, todavía son rehenes después de dos años. Boko Haram alardeó del prolongado cautiverio en una video reciente, en el que también sostuvo que varias de ellas murieron en los ataques aéreos del ejército nigeriano, algo que han negado los funcionarios.

En la caótica guerra con Boko Haram, determinar quién es víctima y quién es simpatizante puede resultar complicado.

Es frecuente que Boko Haram mate a los jóvenes y los niños que se niegan a unirse a su insurgencia, lo cual lleva a que los soldados crean que cualquier hombre que tenga edad para combatir al que encuentran vivo pueda ser un extremista.

Algunas mujeres y chicas a las que captura Boko Haram enfrentan la muerte a menos que aceptan “casarse” con los combatientes, un término que se usa a menudo aquí para describir la violación que aguantan. Muchas de las chicas son adolescentes. Algunas ni siquiera tienen 10 años de edad. Algunas de las mujeres capturadas están embarazadas de los combatientes.

Muchas personas en el noreste de Nigeria, no solo los soldados, perciben a cualquiera que haya estado bajo cautiverio de Boko Haram con profunda suspicacia, preocupados de que se puedan haber convencido de la interpretación violenta del islam que tiene la organización.

Así es que en zonas como Maiduguri, el lugar donde nació Boko Haram y los habitantes han presenciado los horrores que los extremistas infligen, se ha agarrado a partidarios improbables con las detenciones.

“Estas mujeres pueden matar”, dijo Ann Darman, la directora del Centro de Igualdad de Género, Paz y Desarrollo en Maiduguri. “Están acostumbradas a matar y masacrar personas. No puedes estar absorbiendo a personas en tus comunidades sin desradicalizarlas”.

Zainab Muhamed dijo que ella viajó a su aldea de origen esta primavera pensando que era segura contra Boko Haram. No era así, y 30 otras mujeres y ella con sus hijos terminaron capturados por los combatientes de la organización.

El ejército nigeriano invadió tres meses después. “Pensé que era libre”, comentó Muhamed, quien tiene siete hijos.

Sin embargo, en lugar de ello, los soldados se llevaron al grupo a una prisión federal. “Era la primera vez que estaba en una cárcel”, dijo. “Nunca antes había estado en la cárcel”.

Durante cinco noches, las mujeres y los niños durmieron en una sola celda cerrada. Por cerca de dos horas al día, una por una, los militares interrogaron a las mujeres. ¿Conoces a los niños en Boko Haram? ¿Cuál es tu relación con ellos? ¿Eres esposa de un combatiente?

“Yo les dije que no y me creyeron”, dijo Muhamed.

En el sexto día, las liberaron a su grupo y a ella, y las llevaron a un campamento para desplazados. Ha estado ahí desde principios de junio. Sin embargo, otras mujeres a las que conoció en la cárcel se quedaron atrás, contó, junto con sus hijos.

“A la mejor no les creyeron”, comentó.

Las entrevistas con detenidos y empleados del centro de detención revelaron un patrón de confinamiento prolongado, intercalado con horas de interrogatorios.

Es frecuente que se encarcele a aquéllos a los que se considera o pueden someterse a un programa de “desradicalización” que maneja el ejército, donde hay unos 900 participantes.

Es típico que a las mujeres les hagan preguntas, mientras que a los niños y a los hombres los interrogan con mayor intensidad. Si muestran cualquier resistencia, les encadenan las piernas y las manos frente a todos, según un empleado que no estaba autorizado para hablar públicamente. La revisión escala entonces a golpizas con varas, dijo.

El empleado dijo que no había visto que nadie resultara gravemente lastimado en el proceso y que los detenidos reciben comida y agua, y tienen acceso a atención médica.

Ali, la madre que describió que estuvo detenida en las barracas Giwa con sus siete hijos, dijo que solo la sacaron dos veces de la celda, una el día que llegó y la otra, cuando la liberaron.

La llevaron bajo la sombra de un árbol para hacerle preguntas y determinar sus inclinaciones hacia Boko Haram. Cada vez, dijo, les dijo a los soldados que se oponía a los extremistas que habían desgarrado a la región. Después de unas cuantas semanas, dijo, los liberaron, a sus hijos y a ella, al más pequeño de los cuales todavía lo estaba amamantando.

A su esposo lo habían retenido en otra parte del centro, lejos de su familia. Durante la detención, Ali dijo que pudo verlo fugazmente a través de una pequeña ventana en la celda cuando lo llevaban a interrogar. No ha sabido nada de él desde entonces.

“Solo se lo estoy dejando a Dios”, dijo Ali en un campamento para otros 8,000 desplazados que esperaban a que sus aldeas fueran suficientemente seguras para regresar.

Dionne Searcey
© 2016 New York Times News Service