Para los veteranos de la guerra fría, una Rusia hostil se siente familiar

WASHINGTON _ Intensificación de los ataques aéreos en Siria. Sofisticados ataques cibernéticos, aparentemente destinados a influir en la elección estadounidense. Nueva evidencia de complicidad en el derribamiento de un avión comercial civil.

El comportamiento de Rusia en las últimas semanas se hace eco de algunos de los momentos más feos de la Guerra Fría, una era de batallas por medio de representantes que terminó en 1991 con el colapso de la Unión Soviética. El presidente Barack Obama, recién salido de una reunión con el presidente Vladimir V. Putin este mes, se preguntó en voz alta si al líder ruso le hacia feliz vivir con un “conflicto constante de bajo nivel”. Su referencia era a Ucrania, pero podía haberse referido a cualquiera de las arenas donde Putin se ha deleitado en su nuevo papel como el gran disruptor de los planes estadounidenses en todo el mundo.

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“Me parece que tenemos la respuesta del señor Putin”, dijo Richard Haass, presidente del Consejo sobre Relaciones Exteriores y autor de un libro de próxima aparición, “A World in Disarray”. “Ha respondido afirmativamente. El conflicto de bajo nivel es lo suyo. Y la pregunta es cuán directa o indirectamente registramos los costos”.

De hecho, ninguno de estos conflictos ha costado mucho a Putin. El poder cibernético, en particular, está hecho a la medida de un país en las circunstancias de Rusia; una economía en declive con el producto interno bruto de Italia. Es bastante barato, difícil de rastrear hasta un agresor específico y perfecto para sembrar confusión, los cuales pudieran ser los límites de los objetivos de Putin.

El mayor interrogante que enfrentan los funcionarios del espionaje estadounidense, sin embargo, es si el presidente ruso tiene en marcha un proyecto más grande. Hasta ahora, su conclusión es probablemente no. Las acciones de Putin, argumentan en conversaciones tras bastidores, son en gran medida tácticas, destinadas a impulsar su imagen internacional en un momento en que tiene muchos problemas en su país.

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Durante el último año, la Casa Blanca ha argumentado que estos choques en escalada, aunque preocupantes, no constituyen una nueva Guerra Fría. No hay en marcha una gran lucha ideológica. Nadie está blandiendo armas nucleares, aunque después de dos décadas de reducir sus fuerzas, cada uno está apresurándose ahora a modernizarlas. Siria es un desastre humanitario de alcance apenas imaginable, pero no es una amenaza estratégica fundamental para los intereses estadounidenses.

Sin embargo, los pocos veteranos de esa era aún en puestos superiores ven semejanzas. “No debería consternar mucho a la gente”, dijo James R. Clapper Jr., el director de espionaje nacional, sobre la “guerra de información” que ha sido usada de manera sofisticada desde Kiev, Ucrania, hacia Estados Unidos. “Pienso que es más dramático quizá porque ahora tienen las herramientas cibernéticas”.

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Los colegas de Clapper van un paso más lejos en conversaciones menos públicas. Argumentan que Putin ha jugado su mano hábilmente, involucrando al secretario de Estado John Kerry en un año de negociaciones sobre ceses al fuego y transiciones políticas en Siria, mientras apoyaba a su testaferro, el presidente Bashar Assad. Los esfuerzos de Kerry en Siria casi colapsaron esta semana en medio de oleadas de ataques aéreos rusos y del gobierno sirio.

El acuerdo en Ucrania se sostiene, pero escasamente: Rusia ignora convenientemente muchos de los compromisos que firmó y ha negado haber estado involucrada en el derribamiento de un jet de Malaysia Airlines que sobrevolaba Ucrania, en el que murieron 298 personas.

El robo de listados de votantes en Arizona e Illinois _ e “intromisiones” en las redes de otros estados, como las describió el director del FBI James B. Comey ante el Congreso esta semana sin mencionar a los rusos como perpetradores _ quizá esté destinado a poner nervioso a Estados Unidos, en vez de cambiar los votos.

no es del todo claro si haya influencia en términos de un resultado”, dijo Clapper. “Lo que me preocupa más _ francamente _ es simplemente que se siembren las semillas de la duda, cuando la duda se proyecta sobre todo el proceso”.

Hasta ahora, la respuesta de Estados Unidos ha sido decididamente contradictoria. Las sanciones de Occidente contra Rusia por la anexión de Crimea evidentemente han sido resentidas; funcionarios rusos no hacen esfuerzos por ocultar su deseo de que sean levantadas. Pero la Casa Blanca no ha culpado públicamente a Rusia por el hackeo del Comité Nacional Demócrata, el robo de los listados de registro de votantes de Arizona e Illinois, o la intromisión en los teléfonos celulares de agentes demócratas.

Obama apartó a Putin en Laos para una conversación que funcionarios declinaron relatar, y Kerry ha hecho lo mismo con su contraparte durante el largo esfuerzo para encontrar terreno común para llevar la paz a Siria.

La renuencia del presidente a culpar públicamente a los rusos _ nacida de la preocupación de que enfrentar a Putin solo lo invite a intensificar su ofensiva _ ha llevado a algo así como una revuelta en partes de la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Varios ciberestrategas y diplomáticos más jóvenes se han quejado en los últimos nueve meses de que el no trazar líneas ha alentado a Putin a ver qué más puede conseguir, especialmente en una época de transición política en Estados Unidos.

Pocos en la comunidad del espionaje estadounidense predijeron mucho de esto. Los activos del espionaje se han enfocado tanto durante los últimos 15 años en el contraterrorismo que los blancos tradicionales han pasado a segundo plano; no han sido ignorados, dijo recientemente un alto funcionario de inteligencia, pero hasta recientemente han empezado a recibir nuevos recursos.

Quizá eso contribuyó a algunos juicios erróneos. Fue hace más de un año que Obama dijo que Rusia se encontraría en un “aprieto” en Siria; quizá todavía lo esté, pero, hasta ahora, la guerra aérea de Putin ha apuntalado a Assad, aunque a un costo humano tan horrible en la ciudad de Alepo que el jefe humanitario de Naciones Unidas, Stephen O’Brien, dijo ante el Consejo de Seguridad el jueves que se había convertido en un “abismo inmisericorde de catástrofe humanitaria”.

Kerry amenazó a principios de esta semana con suspender todas las negociaciones con los rusos. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia respondió que Estados Unidos estaba en una “crisis emocional” y rechazó el esfuerzo para restablecer una pausa de siete días en las hostilidades, el primer paso en un acuerdo que Kerry alcanzó con su contraparte, Sergey V. Lavrov, el 9 de septiembre.

Eso fue moderado comparado con lo que dijo el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, mayor general Igor Konashenkov. Llamó a los líderes opositores a los que Estados Unidos ha estado armando no tan en secreto en Siria “una internacional terrorista controlada por Estados Unidos”, usando una frase que remontó a la era soviética.

Y advirtió que “si se hace algún intento para llevar a cabo cualquier amenaza contra Rusia o soldados rusos en Siria, está garantizado” que las milicias respaldadas por Estados Unidos tendrían bastantes bolsas de cadáveres.

Hasta ahora, sin embargo, Putin ha mostrado cierta cautela. Aunque ha tratado de intimidar a las naciones de la OTAN con sobrevuelos de cazabombarderos, recorridos de submarinos nucleares a lo largo de las costas y ejercicios militares cerca de las fronteras de Estonia y Letonia, ha sido cuidadoso en permanecer de su lado de las fronteras.

“Todo esto está ocurriendo en ubicaciones de zona gris con tácticas de zona gris”, dijo Robert Kagan, un historiador del Instituto Brookings que a menudo ha escrito sobre el regreso del conflicto geopolítico. “Y la pregunta que aún no hemos respondido es: ¿También tenemos que operar en el área gris?”