Louis Vuitton y Christian Dior sigue al aroma de la oportunidad

NUEVA YORK “El perfume en la actualidad ha perdido su alma. Es demasiado masivo y está sometido a demasiada comercialización, carece de personalidad”.

Quien dijo eso fue Michael Burke, presidente y director ejecutivo de Louis Vuitton, al hablar en julio sobre por qué, después de una pausa de 70 años, la casa del lujo francesa ha estado preparándose discretamente para un regreso de alto perfil al mercado mundial de las fragancias finas.

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“Vemos una gran oportunidad de crecimiento en ofrecer fragancias artesanales que recuerden las formas en que se concebían y compraban”, dijo. “Pero eso significa hacer las cosas de la manera correcta, y la manera correcta lleva tiempo”.

También requiere, al parecer, una nueva base en Grasse, Francia. La pintoresca localidad _ ubicada en medio de campos de rosas, lavanda, jazmín y nardos en las soleadas colinas por encima de la Riviera Francesa _ es la capital del perfume del mundo.

Es ahí donde, en 2013, Vuitton compró Les Fontaines Parfumées, una perfumería del siglo XVII color terracota rodeada por frondosos jardines, fuentes y más de 350 especies de flores y plantas.

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La propiedad había pasado gran parte del siglo XX en estado deplorable, tras abrir sus puertas como perfumería en 1640. Vuitton la renovó e instaló un laboratorio de última generación en su piso superior, con Jacques Cavallier Belletrud, un perfumista nacido en Grasse de tercera generación y mandamás de la industria, al timón.

Ahí, a Cavallier Belletrud, de 54 años de edad, se le dio rienda suelta: “Sin reportes, sin presupuesto”, dijo a los reporteros reunidos en Nueva York en julio.

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Qué esencias han surgido de estas fuertes inversiones sigue siendo altamente confidencial. La expectativa es que va a haber siete perfumes nuevos, imbuidos con notas que incluyen cuero, nardos y otros aromas florales, albergados en botellas de cristal diseñadas por Marc Newson y que serán dados a conocer este mes de septiembre en las 473 boutiques de Vuitton en el mundo.

“No podemos compartir exactamente qué habrá dentro de estas botellas con más de un puñado de personas antes de que lleguen a las tiendas”, dijo el de otro modo alegre Cavallier Belletrud, quien es famoso por pasadas creaciones fragantes como L’Eau d’Issey de Issey Miyake, Midnight Poison de Christian Dior y Stella de Stella McCartney.

“Las mejores narices del mundo están basadas en estas colinas, pero hay rivalidades muy profundas en Grasse, así como en el sector en general”, dijo en la perfumería en Grasse, enmarcado por soleadas gotas de color de un recientemente restaurado vitral art decó. “Lo que estamos haciendo aquí no es solo química. Es alquimia. Mantenemos nuestras cartas pegadas al pecho”.

Sostenía una botella de extracto de jazmín en la mano. Con un valor de más de 130,000 dólares por una botella de un litro, dijo, el contenido es varias veces más costoso que el oro. Dicho esto, algunos rostros amigables se detienen. Al otro lado del salón frente a la oficina de Cavallier Bellutrud está una ocupada por François Demachy, el perfumista de Parfums Christian Dior, que (no coincidentemente) también es propiedad de la compañía matriz de Louis Vuitton, LVMH. Dior también ha subido la apuesta.

Elizabeth Paton
© 2016 New York Times News Service