¿Menos jitomates en la cátsup? Los europeos orientales buscan la paridad en los abarrotes

BRATISLAVA, Eslovaquia ⎯ Cuando Simona Budinska, una especialista en relaciones públicas de 31 años de edad, tuvo problemas para encontrar productos libres de lactosa en su tienda de abarrotes local, ella y su esposo empezaron a cruzar en auto la frontera con Austria, donde las tiendas rebosan de opciones.

Pero no fue la variedad de productos en los estantes sino lo que contenían lo que asombró a la pareja. “El detergente en polvo era mucho más eficaz, y la cátsup contenía más jitomates que la eslovaca”, dijo Budinska.

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Los países de Europa Oriental y Central se han resignado desde hace tiempo a ser tratados como los primos pobres de la familia que compone la Unión Europea. No ayuda que, incluso después de más de una docena de años en el bloque, los salarios sigan siendo más bajos, la corrupción persista y los servicios públicos, como las escuelas y los hospitales, estén mucho más descuidados.

Pero ahora esa sensación de resentimiento ⎯ por ser tratados como ciudadanos de segunda clase por sus vecinos más prósperos ⎯ está llegando incluso a los refrigeradores y alacenas de la región. Con creciente pasión, políticos prominentes y medios noticiosos locales han abordado el tema de si a los europeos orientales les están vendiendo productos inferiores.

El tema ha emergido constantemente con una creciente conciencia del consumidor entre una clase media recientemente próspera. Sin embargo, también cruza las líneas de clase y partidos, así que es terreno fértil para los políticos que buscan aprovechar las supurantes quejas de la región a medida que una ola de nacionalismo recorre el continente.

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Recientemente, los líderes de Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa llegaron al punto de pedir a la Comisión Europea que investigue la queja, que ha sido respaldada en los últimos años por varios estudios, aunque no exhaustivos.

“La gente que se molesta por esta tendencia tiende a ser joven, de clase media y de ingresos más altos”, dijo Daniel Prokop, jefe de investigación social y política en Median, una agencia encuestadora y de mercadotecnia privada en Praga. “Los políticos necesitan algunos enemigos para movilizar el apoyo. Y les gusta el tema de los alimentos, porque se puede culpar de él a los extranjeros”.

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Productores de alimentos y analistas de la industria señalan que es común que los ingredientes difieran de un país a otro, en ocasiones para favorecer a los productores locales, a veces para adaptarse a los gustos locales, y, sí, en ocasiones para incrementar las utilidades sustituyendo ingredientes por sus versiones más baratas.

“Los dueños de las marcas casi siempre personalizan un producto para su mercado meta, ya sea por edad, etnicidad, ingresos, ubicación geográfica o cualquier otro factor demográfico”, dijo Lisa McTigue Pierce, editora ejecutiva de Packaging Digest, que se publica en Oak Brook, Illinois.

En realidad, dijo, la tendencia ha sido que los consumidores demanden esa personalización, no la homogeneidad, en el supermercado.

Pero los amargados europeos orientales insisten en que su situación es diferente. Son parte de la Unión Europea, un mercado común, y creen que significa que la calidad de los alimentos debería ser constante en las 28 naciones.

“No podemos permitir que nuestros ciudadanos sean considerados de segunda clase”, dijo Gabriela Matecna, ministra de agricultura de Eslovaquia. “Los consumidores eslovacos, como los consumidores de otros países de la Unión Europea, tienen el derecho de recibir la misma calidad de alimentos cuando se trata de la misma marca del mismo productor”.

Como las elecciones parlamentarias están programadas para el otoño, el tema de los alimentos ha recibido un impulso mucho mayor en la vecina República Checa. Marian Jurecka, ministra de agricultura ahí, ha estado encabezando la carga sobre el tema desde 2015.

Niega que tenga algo que ver con la política. Pero el partido populista que encabeza las encuestas fue creado por Andrej Babis, un oligarca que funge como ministro de finanzas, cuyas propiedades incluyen a algunos de los principales productores de alimentos del país.

En Eslovaquia, el primer ministro populista, Robert Fico, enfrenta una creciente competencia de los grupos de extrema derecha y una serie de escándalos de corrupción. También se ha subido al tema de los alimentos.

“Pediremos a la Comisión Europea que adopte una legislación adecuada lo más pronto posible”, dijo Fico este año, “para frenar las prácticas que degradan a los ciudadanos de Eslovaquia, Hungría, Polonia y la República Checa”.

Aunque los rumores de que se envían al Este alimentos inferiores han circulado durante años, apenas en 2011 la Asociación Eslovaca de Consumidores realizó una comparación de una canasta de productos comprados en Austria con los mismos productos comprados en Eslovaquia.

En todos, salvo un caso, los productos en el Este eran inferiores, concluyó el grupo.

Los checos encontraron que muchos productos de marca ⎯ el helado de vainilla Moevenpick, el aceite de oliva extra virgen Carbonell, la cátsup Heinz ⎯ eran idénticos si se compraban en Alemania o en la República Checa.

Pero cuando se encontraron diferencias en otros productos, una menor calidad en el Este casi siempre fue el resultado.

La margarina Rama Classic tenía un menor contenido de grasa. Pepsi-Cola, Sprite y Nestea usaban fructuosa como endulzante en la República Checa, pero azúcar real en Alemania. La carne enlatada vendida bajo la marca Tulip era totalmente de cerdo en Alemania, pero incluía “carne de ave separada mecánicamente” en la República Checa.

Funcionarios en Rama no respondieron a solicitudes de comentarios. Pero las diferencias son obvias para Jens Hansen, vocero de Danish Crown, que hace los productos Tulip.

“Son dos productos diferentes vendidos bajo dos nombres diferentes en dos países diferentes”, dijo, y añadió que un rápido vistazo a la lista de ingredientes lo pone en claro.

Sehnalova, sin embargo, dijo que los checos que realizaron el estudio habían tomado en cuenta todo el “impacto visual” de los productos, incluyendo su empaque y diseño de etiquetas, antes de decidir compararlos.

“Menos carne, más aditivos y otros indicadores justifican decir que la calidad es menor”, dijo Sehnalova. “Eso es lo que encontramos”.

Hasta ahora, los únicos estudios realizados han sido entre Alemania y la República Checa, y Eslovaquia y Austria, y estos han involucrado a una muestra pequeña. Pero funcionarios de la región ahora quieren que todos los países de la Unión Europea realicen pruebas, para determinar cuán extendido está el problema.

Los productores de alimentos y los expertos de la industria insisten en que a menudo hay razones para que los productos difieran de un país a otro: gustos locales, la preferencia por ingredientes locales, patrones de compra distintos.

“La fórmula de Coca-Cola es la misma en todo el mundo”, dijo Petr Jonak, director de asuntos externos de Coca-Cola en Eslovaquia y la República Checa. “Localmente agregamos el agua, CO2 y algunos endulzantes de alta calidad probados y autorizados”.

La República Checa recibe jarabe de fructuosa, dijo, como España y Estados Unidos. Alemania recibe azúcar de caña o remolacha, pero también Austria y muchos otros países.

La Asociación Checa para Productos de Marca indicó que sus productos cumplían con todas las regulaciones de la Unión Europea. Si los contenidos cambian de un país a otro, la diferencia se refleja en la etiqueta de ingredientes.

“Se da especial atención a ofrecer a los consumidores información amplia sobre los productos, incluyendo especificaciones detalladas de los ingredientes en la etiqueta, lo que les permite tomar decisiones informadas”, señaló la asociación en una declaración.

Eso ha hecho poco por moderar una sensación de resentimiento entre muchos consumidores orientales.

“Está absolutamente comprobado que los productos son inferiores aquí”, dijo Helena Tomkova, de 43 años de edad, quien dirige una agencia de relaciones públicas en Bratislava, la capital eslovaca. “Los alimentos son diferentes, pero también los productos para el hogar, como el detergente de ropa. Los jabones que se venden aquí no están tan concentrados”.

Tomkowa, sin embargo, ahora tiene un interés financiero en el asunto. En 2014, con Zuzana Hostakova, de 28 años de edad, fundó Drogerka, un sitio en internet donde los residentes de Eslovaquia pueden comprar productos procedentes de Austria que se les entregan en casa.

El negocio está creciendo, con planes para ampliarse a la República Checa.

“La calidad de los alimentos es un tema que preocupa a algunos, a otros no”, dijo Prokop, de la agencia de mercadotecnia y sondeos en Praga. “Pero para los que se preocupan, es un tema poderoso”.

Rick Lyman
© 2017 New York Times News Service