México, bajo la amenaza de una nueva realidad

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- La cuenta regresiva arrancó: a partir del próximo 20 de enero el gobierno mexicano dialogará con Donald Trump, el recién electo presidente de Estados Unidos que reunió 59 millones 791 mil votos con las promesas de expulsar a los inmigrantes indocumentados –11 millones de ellos, de origen mexicano–, extender el muro fronterizo a expensas del pueblo mexicano, renegociar o salir del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) y sancionar a las empresas estadunidenses que trasladen sus plantas productivas a México, entre otras.

De aplicarse, tales medidas tendrían efectos desastrosos sobre la población y la economía mexicanas. México perdió su “relación privilegiada” con Estados Unidos, y el gobierno tiene nueve semanas para redefinir a fondo su estrategia y contrarrestar las políticas antimexicanas de Trump, concuerdan tres diplomáticos de administraciones pasadas en entrevistas, por separado, con Proceso.

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Jorge Castañeda Gutman, canciller de México entre 2000 y 2003, asevera que la administración de Peña Nieto debe abandonar la postura pasiva que adoptó durante la campaña de Trump y pelear cada política que afectaría los intereses de México en Estados Unidos, con las herramientas políticas y legales disponibles en ese país.

Rafael Fernández de Castro Medina, asesor de Felipe Calderón en materia de política exterior cuando éste era presidente y director de Asuntos Políticos de la Dirección General para América del Norte de la Cancillería en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, estima que la diplomacia mexicana “no tiene los instrumentos” para negociar con Trump y considera que el gobierno debe cabildear en Washington para frenar, hasta donde se pueda, las medidas más nefastas del magnate inmobiliario.

Y según Enrique Berruga Filloy, subsecretario de Relaciones Exteriores durante los primeros tres años de la administración de Vicente Fox, México debe apoyarse en sus “aliados naturales” en Estados Unidos y en el ámbito internacional para evitar una confrontación directa con el gobierno estadunidense, la cual, asegura, sería muy dañina para ambos países.

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“Situación crítica”

“Llega a la presidencia de Estados Unidos un candidato que no sólo hizo pronunciamientos, sino que hizo campaña abiertamente contra los intereses nacionales de México en su país. Esto nunca había sucedido”, advierte Castañeda.

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En el último año y medio, además de tachar a los mexicanos radicados en Estados Unidos de “violadores” o “criminales”, Trump reiteró su intención de chantajear al gobierno de México: con el propósito de extender el muro en la frontera, anunció que retendría parte de las remesas que envían los migrantes a sus familias. Incluso amenazó con presionar mediante la fuerza militar.

“México tiene que entender que el juego de las relaciones va a cambiar porque Estados Unidos va a cambiar”, plantea Fernández de Castro. Añade: “Efectivamente, la agenda de Trump va a ser antimexicana. Nunca habíamos tenido una situación tan crítica como la que tenemos ahora. Hay que creérnosla.”

Según el diplomático, la “relación privilegiada” de la que gozaba México en los últimos 25 años “ya se acabó”.

“Sería un error pensar que la diplomacia mexicana tiene los instrumentos (para influir en Trump). No es cierto. El cambio que viene nos va a rebasar. Teníamos unos instrumentos para tratar con Estados Unidos cuando era un país distinto. Tenemos una aspirina para combatir el cáncer que va a ser Trump. Necesitamos remedios mucho más potentes”, añade.

Berruga expresa su preocupación ante los impactos en México de las medidas que Trump prometió a su electorado. El efecto acumulado de las deportaciones masivas de connacionales a México, del retiro del TLCAN y de las medidas que sancionarían la instalación de empresas estadunidenses en el país, provocaría un incremento súbito de la mano de obra en México, junto con una disminución del número de empleos.

“Habría zonas del país, sobre todo los cuatro principales estados de origen de migrantes (Michoacán, Guerrero, Guanajuato y Jalisco, los cuales tienen más de 7% de su población en Estados Unidos, según el Instituto de los Mexicanos en el Exterior), que tendrían mucha presión si es que los migrantes vuelven a sus hogares. ¿Cómo crear tantos empleos tan rápidamente?”, se pregunta.

Otra medida costosa para la economía mexicana sería el impuesto a las remesas que envían los mexicanos radicados en Estados Unidos a sus familiares, que anunció Trump como forma de financiar la extensión del muro fronterizo. “Sería un golpe muy fuerte. Si suponemos que se retenga 10% de las remesas, hablaríamos de cerca de 2 mil millones de dólares anuales”, subraya.

Desde la noche del martes 8, cuando se oficializó el triunfo de Trump, tanto el presidente Peña Nieto como la canciller Claudia Ruiz Massieu han sido cautelosos en calificar la nueva relación bilateral. Hablaron de la “oportunidad” de buscar “nuevas coincidencias” y reiteraron que el andamiaje institucional que une ambos países es más fuerte que las “coyunturas políticas e ideológicas”.

A Castañeda le molestaron estos discursos. “Si el gobierno de Peña Nieto sigue diciendo que el muro es asunto de Estados Unidos a condición de que no lo paguemos, si sigue aceptando que se retire del TLCAN, o diciendo que acogeremos a los deportados con los brazos abiertos; si sigue diciendo cosas tan absurdas, sí va a haber problemas, no en la relación con Estados Unidos sino en México”, afirma.

Según el excanciller, la administración actual no supo reaccionar ante el fenómeno Trump desde un principio. “Ya sea cuando (Peña Nieto) lo equiparó a Hitler o Mussolini, lo cual es absurdo; ya sea cuando no decían nada porque tenían miedo; ya sea porque lo invitaron y se pusieron de tapete con él. Fue una postura totalmente errática y lamentable”, sostiene, e insiste que la invitación “fue un error enorme; fue el punto de inflexión de la campaña de Trump”.

Concuerda Fernández de Castro: “A nivel diplomático es clarísimo: desde que Trump era candidato nos dimos cuenta que México no tiene la capacidad de incidir políticamente en Estados Unidos. Si bien nuestra relación era buena y de confianza, nos percatamos de que México no tenía capacidad de cabildeo en Estados Unidos; no tuvo la capacidad de imponerle un costo político a un demagogo como Trump”.

Si bien los entrevistados difieren sobre las medidas que debería adoptar el gobierno mexicano para frenar las políticas más nocivas de Trump, coinciden en que la pelea la tiene que dar en la cancha estadunidense.