Mike Piazza aprende a ser dueño de un equipo de fútbol, en Italia

REGGIO EMILIA, Italia — Mike Piazza sufría descompensación horaria por viajar en avión y estaba hambriento, pero nunca lo hubiéramos imaginado a juzgar por su sonrisa mientras navegaba el campo de obstáculos de abrazos, besos y saludos de mano.

“¡Eyy! ¡Ciao! ¡Gusto en verte!”, dijo.

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Han pasado 10 años desde que Piazza (quien ahora tiene 48 años) se retiró del béisbol siendo uno de los “cátchers” más bateadores de la historia. Es común que estrellas de su estatura prueben otra carrera en la televisión, o que simplemente se deleiten con interminables partidas de golf. El año pasado, Piazza decidió convertirse en el dueño mayoritario de Reggiana, un club de fútbol italiano de tercera división.

Y así, actualmente, un año después de su inducción al Salón de la Fama del Béisbol, el énfasis de la vida profesional de Piazza está aquí, en Reggio Emilia, una pintoresca ciudad a 160 kilómetros al sur de Milán, y aproximadamente a 8,000 kilómetros de su casa, en Miami. Aquí, la mayoría de la gente ve al pasatiempo estadounidense, si acaso, como una curiosidad lejana. Los locales entendían que Piazza era famoso cuando llegó, pero necesitaron a Google para descubrir la causa. El nivel de fama que se gane aquí dependerá por completo de su habilidad para ejecutar un ambicioso plan para volver a elevar a su asediado equipo a los primeros lugares del fútbol italiano.

Así que esa mañana dominical, Piazza siguió avanzando, repartiendo conversación casual bilingüe por todo el salón del estadio de Reggiana antes de un juego reciente contra Modena, un rival cercano.

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“Cuando era jugador, recuerdo haberme quejado si nos tocaba un avión chico”, señaló. “’¿No pudimos conseguir un 757? ¿Tenían que darnos un 737? Una porquería. Los dueños son mezquinos’”, recordó.

“Ahora, hago el cambio a dueño y digo: ‘¿Qué? ¿Cien dólares una habitación? ¿En dónde se están quedando? ¿En el Four Seasons?”

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Conforme el juego empezó, Piazza terminó obsesionado con la forma en que el clima lluvioso había afectado la venta de entradas. Maurizio Franzone, gerente general del equipo, se unió pronto a Piazza y a sus invitados en el área de afuera para ver el partido y durante las siguientes dos horas Piazza lo acribilló con preguntas sobre jugadores y tácticas.

Franzone fue el primero que hizo contacto con los ex dueños del Reggiana, el 10 de diciembre de 2015. Piazza y Franzone han sido amigos durante años, y desde hacía tiempo habían conversado sobre la idea de invertir en fútbol. Luego de la reunión inicial, Franzone, quien había hablado con aproximadamente otros 20 clubes de Italia, le informó con emoción a Piazza que podría tratarse de la situación perfecta. Reggiana jugaba en un estadio grande que eventualmente podría acomodar espectadores de grandes ligas. Contaba con instalaciones de entrenamiento con 11 campos. Estaba geográficamente cerca de incontables patrocinadores potenciales. Poseía una base de fanáticos desesperados por tiempos mejores.

“Pongámoslo de esta forma: es un equipo que necesita volver”, dijo Franzone, un ex arquero profesional de 47 años que gusta de los trajes de tres piezas y de una barba exquisitamente cuidada. “La gente de Reggio Emilia lo necesita”, afirmó.

Presidente Piazza

No ha sido fácil ser seguidor de Reggiana durante las últimas dos décadas. En la década de 1990, el equipo jugó en la Serie A, la primera del país, y en 1995 abrió un nuevo estadio que cientos de los seguidores ayudaron a financiar con la compra de planes multianuales de boletos de temporada.

Pero las cosas se torcieron rápido. El equipo fue relegado en 1997, y pocos años después, luego de quebrar, se vio forzado a renunciar a la propiedad de su estadio, que fue vendido en una subasta. Actualmente, el estadio pertenece a Giorgio Squinzi, dueño de Sassuolo, un equipo vecino de la Serie A. los equipos comparten el estadio, y Reggiana paga alquiler (acuerdo que provoca mucha vergüenza a sus seguidores).

Pero Piazza se ha ganado la confianza de los seguidores. El 18 de junio, diez días después de haber anunciado un principio de acuerdo para comprar la mayoría de las acciones del equipo, miles de seguidores lo recibieron con un mitin en la plaza principal de la ciudad, dándole una serenata con cantos del equipo (se ha negado a revelar los detalles financieros del acuerdo, pero varios medios de noticias locales informaron que la inversión fue de alrededor de 3 millones de dólares).

Y si hubo alguna preocupación inicial por la posibilidad de que Piazza fuera a ser un dueño extranjero desapegado, manejando su inversión desde el extranjero, desde entonces la ha disipado. Ha viajado siete veces a Italia desde que compró al equipo, aceptando una vida de vuelos y ojos rojos. Ha adoptado una postura holística en lo que respecta al desarrollo de jugadores y ha ponderado qué elementos de la cultura deportiva de Estados Unidos podrían funcionar en Italia. Nuevos patrocinadores han firmado; patrocinadores viejos que habían abandonado el club durante sus años magros han regresado. El número de gente que ha comprado boletos para toda la temporada se ha duplicado a 5,243, en comparación con los 2,615 de la temporada pasada.

Reggiana (15-5-7) estaba en el cuarto lugar de la liga a finales de febrero.

Cuando Reggiana marcó su eventual gol ganador durante el segundo tiempo, Piazza lanzó un “uppercut” de zurda (equilibrando la copa de vino de su otra mano) y dejó salir un prolongado grito. Renegó cuando un jugador de Reggiana se lesionó y volvió a hacerlo cuando el cuarto árbitro anunció que habría 4 minutos de reposición.

“¡Yeah!”, dijo Piazza cuando se escuchó el silbido final, antes de cerrar los ojos y tocarse el pecho. “Mamma mia”, exclamó.

Después, varios fanáticos se acercaron a saludarlo, dirigiéndose a él como “Presidente” (la formalidad que siempre hace reír a su esposa, Alicia Rickter). Piazza estrechó manos y posó para fotos. “Grazie per essere venuti”, dijo. Gracias por venir.

Mientras se preparaba para meterse, un anciano se estiró para agarrarle la mano. “Nos trae buena suerte”, afirmó el hombre en italiano. “Por favor, venga otra vez”, pidió.

Como pato en el agua

Al otro día, mientras almorzaba con Franzone en la ciudad, Piazza comparó ser dueño de un equipo de fútbol con cosechar árboles de macadamia, un proceso que puede tardar cinco años en rendir frutos. “Quería llegar a una situación donde hubiera algo para construir”, explicó.

Piazza ha adoptado el mismo enfoque para la vida en Italia. Tenía 34 años cuando visitó Italia por primera vez. En ese punto de su vida ya había ido a Japón siete veces, pero por algún motivo nunca había ido al país de sus abuelos paternos.

El viaje lo cambió, subrayó. Mientras crecía, había absorbido un paquete de idiosincrasias culturales (ya sea gustos, manierismos o locuciones) que a veces se manifestaban explícitamente o, en otros casos, simplemente hacían efervescencia en el subconsciente. En Roma, encontró que estos fragmentos de su identidad encajaban naturalmente, exaltantemente, con su entorno.

Al siguiente año, su padre y él visitaron Sciacca, el pueblo de la costa suroccidental de Sicilia donde en 1789 nació su tátara tátara tátara tátara tátara tatarabuelo, Giuseppe Piazza.

“Me sentí como pato en el agua”, subrayó Piazza. “Simplemente me relacioné. Podía sentirlo. Simplemente me sentí italiano”, recordó.

En estos días, Piazza ha estado alquilando una casa en un pueblo que se llama Quattro Castella, aproximadamente a 16 kilómetros al sur de Reggio Emilia. Ha considerado hacer que sus hijos (Nicoletta, 10 años; Paulina, 7 años, y Marco, 3 años) asistan a escuelas italianas durante un año.

Ciertamente, el béisbol de todas formas se deslizó en la conversación durante los primeros dos días de su viaje. Orlando Hernández y Byung Hyun Kim fueron los dos lanzadores a los que nunca pudo descifrar. Cree que la creciente dependencia en los principios de “Moneyball” precipitó su retiro. Considera que ser abucheado en el Estadio de los Yankees fue “lo mejor que recuerdo de mi carrera”.

Pero lo que lo consume ahora es el fútbol calcio. “Me gusta la aventura de esto”, dijo sobre el proyecto de Reggiana. “Me subo a un tren. Me subo a un avión. Llego en coche. Simplemente voy. Me gusta la energía”, destacó.

Le dio un trago a un Lambrusco, un tinto espumante producido en la región. “Puedo fallar. Puedo terminar perdiendo un poco de dinero. Pero para mí, era importante salir de mi zona de confort”, agregó.

Andrew Keh
© 2017 New York Times News Service