Miles de haitianos esperan por su sueño americano en zona fronteriza de México

Tijuana, México | AFP | lunes 10/10/2016

Con seis meses de embarazo, Wilenda Nicolas prepara a la pequeña Damie para dormir en un colchón en medio de otros cien migrantes en un refugio de Tijuana, una ciudad del noroeste de México fronteriza con Estados Unidos.

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Wilenda estima que Damie tiene unos tres años. La recogió en medio de la selva nicaragüense, donde se había quedado perdida.

“Estaba llorando y desnuda. Nadie se paraba para ayudarle, así que la tomé y la llevé conmigo”, contó a la AFP esta mujer de 23 años.

Como miles de haitianos que trabajan en Brasil, Wilenda abandonó ese país en los últimos meses para dirigirse a Estados Unidos.

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Un peligroso viaje de tres meses a través de ocho países que cuesta unos 3.000 dólares a cada migrante.

“Tomé autobuses, barcos, hice autostop, caminé durante 15 días a través de la selva. Fue muy muy duro”, describió Wilenda.

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Muchos de estos migrantes trabajaron en la construcción de la infraestructura que acogió los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol en Brasil. Pero hoy, con las crisis económica y política que golpean a la primera economía de Latinoamérica, estos haitianos sueñan con un futuro en nuevos horizontes.

Los haitianos -que obtuvieron un estatus de protección temporal en Estados Unidos tras el devastador terremoto de 2010- y los congoleños -que también gozan de este estatus- comenzaron a emigrar de Brasil a mediados de año, desatando una crisis migratoria en el norte de México, donde los albergues están saturados.

“De 30 haitianos a la semana en mayo, pasamos a 200 por día en octubre”, indicó Rodulfo Figueroa, responsable del Instituto Nacional de Migración en Tijuana.

Actualmente, habría unos 4.000 en Baja California -un estado fronterizo con Estados Unidos- a la espera de cruzar al otro lado. Tendrán que esperar durante semanas para atravesar la frontera y que las autoridades estadounidenses estudien su caso.

“Se está convirtiendo a Tijuana en un cuello de botella”, explica Margarita Andonaegui, cofundadora del refugio católico Padre Chava, que alberga 350 personas y sirve 1.300 comidas diarias. “La situación no es sostenible”, se lamenta.

De su lado, las autoridades mexicanas consideran abrir un centro para refugiados con capacidad para 600 personas con el propósito de aliviar a las asociaciones civiles.

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