Millones de dólares en contratos, 50.000 escuelas y 70.000 canchas: el plan de China para conquistar el fútbol

QINGYUAN, China — Los 48 campos de fútbol de la enorme Escuela de Fútbol Evergrande, ubicada en el sur de China, dan la impresión de que apenas pueden contener a sus 2800 estudiantes. A espaldas de la fachada clásica de la escuela, que parece inspirada en Hogwarts de Harry Potter, hay jóvenes atletas que casi todos los días se arremolinan en los campos cercanos para patear, driblar y pasar con la esperanza de alcanzar la gloria y la riqueza del deporte rey.

70“Cuando sea grande quiero dedicarme al fútbol”, aseguró Wang Kai, después de una sesión matutina de entrenamiento bajo la supervisión de un entrenador español. Este niño desgarbado de 13 años —que ha estudiado en el internado durante más de tres años— dijo sobre su futuro: “Quiero ser el Cristiano Ronaldo de China”.

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Formar al siguiente Ronaldo o Messi se ha convertido en un proyecto nacional en China donde el aficionado número, el presidente Xi Jinping, está decidido a transformar al país en una gran potencia futbolística.

Es una iniciativa casi imposible porque los equipos chinos han tenido clasificaciones muy modestas en las competencias internacionales recientes. Sin embargo, el esfuerzo gubernamental ya ha implementado un aumento de gastos y apoyo para el juego que ha impresionado a aficionados y jugadores de todo el mundo.

En las últimas dos semanas, la liga más importante de China ha fichado a estrellas extranjeras provenientes de Europa y América del Sur con contratos que supuestamente rondan los 40 millones de dólares al año, el sueldo más alto de cualquier futbolista en el mundo. Un club chino le prometió 105 millones de dólares a Cristiano Ronaldo quien, según su representante, declinó la oferta.

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Estas sumas cautivadoras están sacudiendo el panorama del fútbol profesional. Antonio Conte, el entrenador del mítico Chelsea de Inglaterra, denunció que el despilfarro chino era un “peligro para todos los equipos del mundo”.

El deseo de igualar el ascenso económico de China con el éxito en el campo de juego se ha vuelto el emblema de la ambición que tiene Jinping por convertir a China en una gran potencia con mayor confianza en sus capacidades. “Mi anhelo más grande para el fútbol chino es que sus equipos estén entre los mejores del mundo”, anunció en 2015.

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En los últimos dos años, el gobierno ha invertido en el fútbol el mismo esfuerzo que antes le había dedicado a ganar medallas olímpicas en deportes individuales como los clavados y la gimnasia.

El gobierno ha prometido limpiar y reorganizar el fútbol profesional, y desarrollar una nueva generación de jugadores con la construcción de miles de campos de juego y agregando los programas de fútbol en miles de escuelas. El objetivo es establecer un flujo de jugadores del más alto nivel que eventualmente puedan ganar el codiciado mundial masculino y regresen las glorias pasadas de la selección femenina.

Este esfuerzo ha alentado a los clubes chinos a derrochar el dinero. Además de pagar varios millones de dólares a jugadores extranjeros, los dueños de los equipos chinos han gastado cientos de millones de dólares en inversiones en clubes europeos, con la esperanza de aprovechar su experiencia en los entrenamientos y la mercadotecnia.

“El gasto actual ha creado expectativas a una escala enorme”, dijo Simon Chadwick, un profesor de gerencia deportiva de la Universidad de Salford en Gran Bretaña. “Gastar en grande en jugadores también significa adquirir héroes e iconos”.

Pero si bien el fútbol condensa las ambiciones de Jinping también ilustra cómo podrían tambalearse sus planes si se convierten en una imposición tan apresurada como tergiversada, del mismo modo que ha pasado en otros escenarios. Ya ha generado resistencia por parte de los padres, quienes están preocupados de que sus hijos desperdicien su tiempo. También ha suscitado el miedo de que el despilfarro en estrellas extranjeras desvíe el dinero y la atención para fomentar el talento local.

Resulta que los riesgos que conlleva arreglar el fútbol son parecidos a los que se corren para arreglar la economía: el deseo por obtener un éxito deslumbrante y veloz pone en riesgo las metas a largo plazo.

El Diario del Pueblo, el principal periódico del Partido Comunista, advirtió recientemente sobre una “burbuja” de gastos imprudentes en el fútbol profesional chino que podría afectar de manera grave al deporte. Hay demasiados inversionistas con expectativas febriles, mientras que algunos clubes, funcionarios y escuelas solo se están dejando llevar por la inercia de desarrollar jugadores jóvenes, indicó el periódico.

“Uno de los problemas más grandes es buscar objetivos a corto plazo”, comentó Cameron Wilson, un residente escocés de Shanghái que edita Wild East Football, un sitio web que sigue este deporte en China. “Existen todos esos grandes planes y esas ideas geniales. Pero cuando hay que remontarse al nivel común de las provincias, la gente parece dedicarse a lo suyo”.

Los aficionados al fútbol chino están emocionados de contar con selecciones competitivas en lugar de las deslucidas escuadras que tienen actualmente. La selección nacional masculina recientemente ocupó el lugar 83 de la clasificación de la FIFA —apenas arriba de las islas Feroe, un remoto asentamiento de Dinamarca con menos de 50.000 habitantes— y es poco probable que consiga un lugar para el Mundial de 2018.

La selección femenina —el orgullo del fútbol chino en décadas pasadas— no vive su mejor momento. Fue subcampeona del mundial femenino de 1999, pero cayó al lugar 13 en la última clasificación.

“La selección nacional es una broma”, opinó Xu Yun, de 16 años, quien asistió al Estadio de los Trabajadores en Pekín para ver cómo su equipo favorito aplastaba a un oponente de la provincia de Henan. “Creo que van a tener que pasar décadas para lograr algo bueno. No solo se trata de gastar dinero, se trata de la actitud”.

Durante años, el fútbol profesional estuvo marcado por una corrupción descarada, incluso para los estándares chinos. Desde que la divulgación del arreglo de partidos se convirtió en un escándalo nacional en 2009, se ha limpiado lo peor de esa problemática. “Aún existe”, aseguró Wilson. “Solo que no es tan descarada”.

Para Jinping, el fútbol ha sido una pasión desde su infancia. En sus viajes al extranjero se ha tomado fotografías con David Beckham y otras celebridades del fútbol. En Irlanda, en 2012, se hizo famoso por patear un balón con mucho entusiasmo, pero también dio la impresión de estar un poco tieso.

En septiembre, el presidente volvió a visitar su antigua escuela en Pekín donde aprendió a patear el balón y se convirtió en un aficionado del juego, según la autobiografía de su maestro.

“Miren lo sano que estoy”, le dijo Jinping a los jóvenes de la escuela. “Pude lograrlo gracias al deporte que practiqué cuando era joven”.

Los inversionistas privados se han centrado en el fútbol profesional, alentados por el apoyo que Jinping le ha dado al juego y, en apariencia, para ganarse el favor del gobierno. En la temporada principal de fichajes profesionales del año pasado, los 16 equipos de la Liga China gastaron cerca de 300 millones de dólares en contratos para jugadores extranjeros y superaron por casi 120 millones de dólares el gasto que realizó la Liga Premier de Inglaterra, según FIFA TMS, una empresa que recopila datos sobre las transferencias de jugadores. Es probable que los costos en 2017 sean aún mayores.

No obstante, la atención del mandatario chino está centrada a largo plazo y en la siguiente generación de jugadores. Su plan busca que 50.000 escuelas hagan hincapié en el fútbol para 2025, en comparación con las 5000 que lo hacían en 2015. La cantidad de campos de fútbol a lo largo del país crecerá de 11.000 a más 70.000 para fines de 2020. Para entonces, según el plan, 50 millones de chinos, incluidos 30 millones de estudiantes, jugarán fútbol de manera habitual.

“Ahora los directores de todas las escuelas le están poniendo mucha más atención al fútbol”, indicó Dai Wei, director atlético de Bayi, la antigua escuela de Jinping. “Antes eso era impensable”.

Sin embargo, hay una resistencia cultural profunda, incluso en la Escuela Bayi. Dai explicó que algunos padres desalientan a sus hijos para que no le dediquen tanto tiempo a los deportes, porque tienen mucha tarea y enfrentan una dura competencia en los exámenes académicos.

Aunque China ha sobresalido en los deportes individuales que demandan una intensa disciplina desde una edad temprana, al país no le ha ido tan bien fomentando deportes grupales, en los que las habilidades como el trabajo en equipo y la improvisación son tan valiosas como el virtuosismo personal.

La escuela privada Evergrande, el internado de fútbol más grande del mundo, asegura que su fórmula de entrenamiento intenso combinado con una educación sólida podría ser el método para formar jugadores jóvenes.

“A medida que se hagan más escuelas de fútbol, cada vez habrá más niños que juegan y también se multiplicarán las estrellas”, señaló Liu Jiangnan, director de la escuela que abrió en 2012. “En mi opinión, dentro de siete u ocho años, la mitad de los miembros de la selección nacional china serán de esta escuela”.

Ante estas esperanzas, los padres pagan cerca de 8700 dólares al año para que sus hijos puedan estudiar en este lugar donde hay 24 técnicos españoles que supervisan los entrenamientos. Los estudiantes pasan 90 minutos al día entrenando y también juegan los fines de semana. Los mejores obtienen becas y los niños de familias pobres, descuentos, según los funcionarios de la escuela.

Pero incluso aquí, los niños aprenden el juego más tarde que los de Europa y América del Sur y suelen carecer de bases firmes en cuanto al trabajo en equipo y las tácticas, indicó Zarco Díaz, un entrenador español.

“Los niños están mejorando, año con año”, dijo esperanzado.

No obstante, el enfoque que se tiene en Evergrande es demasiado caro para que se pueda copiar a gran escala.

Algunas escuelas que enfrentan escasez de entrenadores y espacio para campos han ideado sus propios entrenamientos como la gimnasia futbolística, en la cual los niños están parados en fila mientras lanzan un balón de aquí para allá. Eso puede impresionar a los funcionarios que los visiten pero es una pobre preparación para el libre flujo del juego, indicó Zhang Lu, un comentarista de fútbol ampliamente reconocido.

“El fútbol chino ha fallado por la prisa de alcanzar el éxito instantáneo”, aseguró Zhang, en una entrevista reciente en la que recordó los anteriores intentos fallidos para que creciera el deporte en las décadas de 1980 y 1990. “El problema es que nuestra manera de pensar está muy arraigada en ideas tradicionales. Todos creen que el fútbol solo consiste en obtener resultados, en las competencias, los entrenamientos y crear estrellas”.

En cambio, Zhang ha estado alentando a las escuelas para que se concentren más en la diversión y la participación general. Este enfoque hace que los niños puedan liberarse de la monotonía del salón de clases y eventualmente producirá más campeones del futuro que un enfoque elitista, argumenta Zhang.

Algunas escuelas están probando este método. En una tarde reciente, se quitó el esmog que suele cubrir Pekín y los niños de la Escuela Primaria Caoqiao salieron corriendo a los campos entre gritos y chillidos de júbilo.

“Esta mañana se canceló el fútbol por el esmog”, comentó el director, Lin Yanling. “Pero al mediodía avisé a los niños que ya se podía jugar y enloquecieron de alegría”.

Adam Wu colaboró en este reportaje.

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