Un monumento a Jesús en la ciudad de Mao

CHANGSHA, China ⎯ Elevándose hacia el cielo como una enorme rampa de esquí de cristal y metal, una nueva iglesia protestante domina la tierra removida, los árboles recién plantados y los inconclusos atractivos acuáticos de un parque suburbano en construcción en Changsha.

De unos 80 metros de altura y coronada por una cruz, la Iglesia Xingsha es más grande incluso que la estatua más grande de Mao Zedong en China, localizada a menos de 16 kilómetros al oeste de aquí.

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En la isla Mandarina, en el amplio río Xiang, el enorme busto de granito del líder revolucionario se eleva como si escudriñara el mundo. Pero, con 32 metros, la escultura tiene menos de la mitad de la altura de la iglesia.

Esa disparidad, en la ciudad donde Mao pasó su juventud y adoptó sus ideas políticamente radicales, ha enfurecido a sus muy fervientes admiradores en toda China.

Percibiendo un desafío ideológico a su héroe ⎯ quien fundó la República Popular en 1949 y denunció al cristianismo como una herramienta del imperialismo extranjero ⎯, miles de los fanáticos “rojos” de Mao tomaron sus smartphones y computadoras este año y emprendieron una batalla verbal contra esta profanación del terreno sagrado.

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Se lanzaron contra el tamaño y el simbolismo de la iglesia, diciendo que construirla en un espacio público era una mala asignación de los recursos en el Estado oficialmente ateo.

“Inclinarse por el cristianismo en tal forma perjudica a la seguridad ideológica de nuestra nación”, escribió Zhao Danyang del sitio web Grupo de Análisis Moralidad Roja, en una publicación típica cuando estalló el furor en febrero.

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Temerosos de una crisis política, los funcionarios de Changsha se apresuraron a acallar la controversia.

Se apostaron guardias en el Parque Ecológico Xingsha, donde están la iglesia, un centro de estudios bíblicos, oficinas administrativas y recintos residenciales cerca de un Jardín de Cupido para los amantes locales. Los reportes de prensa desaparecieron de internet. Decayó el debate público. Múltiples llamadas telefónicas a las oficinas centrales provinciales de la estatal asociación protestante quedaron sin respuesta. Se instaló la censura.

Pero en las calles de Changsha, la capital de la provincia de Hunan, los residentes parecen conocer o interesarse poco por el choque del cristianismo y el comunismo en su ciudad. Al preguntarles al respecto, varias personas se encogieron de hombros y declinaron hacer comentarios, o dijeron que no habían oído hablar de ello.

Si esa indiferencia en el ex lugar de residencia de Mao parece sorprendente, para un residente tiene perfecto sentido.

“En Hunan, las contradicciones no son contradicciones. Son normales”, dijo Han Shaogong, autor de “Un diccionario de Maqiao”, una novela que explora la extraordinaria diversidad lingüística de la región llena de colinas. “La vida aquí es un poco como la comida china. Ponga muchas cosas diferentes en un wok y revuélvalas”.

En la aldea en las afueras de Changsha donde él cultiva y escribe, dijo Han, el cristianismo coexiste felizmente con otras tradiciones. “Hay una pareja de ancianas que creen en Jesús, pero también creen en Buda”, dijo.

Aunque el Estado comunista suprimió la religión como superstición hasta después de la muerte de Mao en 1976, reconoció cinco fes ⎯ protestantismo, catolicismo, budismo, taoísmo e islamismo ⎯ que son administradas a través de asociaciones “patrióticas”.

Varían las estimaciones, pero muchos sitúan el número de protestantes en unos 60 millones, la mitad de ellos seguidores de la Iglesia aprobada por el gobierno, el resto oran en “iglesias domésticas” ilegales. Un clérigo protestante en el Parque Ecológico Xingsha, que solo dio su apellido, Jiang, dijo que las iglesias protestantes oficiales de Changsha tenían unos 100,000 miembros.

Los recordatorios de la conexión de Mao con la ciudad están en todas partes. Su imagen, en cajas iluminadas montadas en las paredes, decora el nuevo tren subterráneo. Los restaurantes anuncian sus platillos favoritos, incluido el grasoso cerdo asado. Los chiles, también amados por Mao, encienden la cocina local.

“Realmente nos gusta el chile”, dijo Han. “Y somos de mal genio. Es visto como una señal de fortaleza”.

Wu Aiyun era una de varias mujeres que distribuían muestras gratuitas de champú cerca de la estatua de Mao en la isla Mandarina, donde proliferaba un derroche de flores primaverales. Apenas hizo una pausa cuando se le preguntó qué pensaría Mao, quien trató de aplastar el capitalismo, de ellas.

“Pienso que le encantaría lo que estamos haciendo”, dijo. “Eso era entonces. Esto es ahora”.

Señalando a las ondas de piedra en el cabello de Mao, dijo en broma: “¡Era un tipo guapo! ¡No está mal su pelo!”

En su juventud, Mao asistió a escuelas en Changsha, incluida una universidad pedagógica que no cobraba colegiatura y ofrecía alimentos y hospedaje baratos, le dijo a Edgar Snow, como relató el periodista estadounidense en “Red Star Over China”.

“Durante este periodo, mis ideas políticas empezaron a tomar forma”, dijo Mao a Snow. “Aquí también adquirí mis primeras experiencias en la acción social”. Leyó a Adam Smith y a filósofos alemanes en la biblioteca pública de Changsha, que abrió en 1905 bajo la influencia de misioneros occidentales.

Mao organizó huelgas de estudiantes y trabajadores en Changsha, ayudando a dar forma a un movimiento campesino del tipo que posteriormente se apoderaría de toda China.

“Decimos: ‘Ningún hombre de Xiang no es soldado’”, dijo Han, usando un nombre local para Hunan.

Pero la región también es conocida por su reverencia a la erudición. “En Guangdong, en el sur, un héroe local sería un hombre de negocios. En Hunan, tradicionalmente lo era un erudito”.

Reflexionando sobre estos dos valores de la marcialidad y la erudición, Mao realizó vigorosas excursiones por el campo de Hunan. Creía que los chinos debían fortalecerse más si deseaban expulsar a los imperialistas y los misioneros.

Changsha era un centro del cristianismo. La Sociedad Misionera Extranjera de Yale, posteriormente la Asociación Yale-China, fue fundada aquí en 1901, una conexión que perdura. New Haven, Connecticut ⎯ sede de la Universidad de Yale ⎯ está desarrollando una relación de ciudad hermana con Changsha.

“Antes había muchas iglesias en Changsha, pero muchas fueron cerradas”, dijo Tan Hecheng, un nativo de Hunan y ex periodista cuyo relato de una matanza en la provincia durante la Revolución Cultural de Mao, “El viento asesino”, fue recientemente lanzada en inglés pero no puede ser publicada en la China continental.

Pese a ese sufrimiento, para muchos residentes locales Mao es una fuente de orgullo, y su fama confiere estatus a la ciudad.

“Mao fue hijo de Changsha. Y emperador. El hombre más exitoso en China. Así que es un gran activo para Hunan y Changsha”, dijo Tan.

“La creencia en el partido ha muerto, y todo hoy resulta ventaja y desventaja”, comentó. “Bajo esas condiciones, a la gente no le importa nada, realmente. Mao está bien. El cristianismo está bien. Todo es irrelevante”.

Más de dos meses después de que estallara la controversia, la asociación protestante de Hunan no está haciendo comentarios sobre lo que sucederá con la iglesia. Pero personas vinculadas a círculos cristianos de China dijeron que una posibilidad que había sido discutida para apaciguar a los críticos era separarla con muros del resto del parque y retirar la cruz.

Alcanzar un compromiso encajaría con el espíritu de un lugar donde la gente es ruda pero le encanta, sobre todo, pasar un buen rato, dijo Han.

“Durante los años revolucionarios, estuvieron realmente ocupados”, dijo. “Pero ahora todo es comer, beber, jugar. Se pudiera decir que hay algo degenerado en eso. ¿Pero no es también de algún modo adorable?”

Didi Kirsten Tatlow
© 2017 New York Times News Service