Mujeres ricas en ciudad paquistaní incorporan el islamismo a sus vidas y estilos de vida

NUEVA YORK ⎯ Era la tarde de un día laboral en un elegante barrio de Karachi, pero el salón estaba lleno para la conferencia sobre islamismo y matrimonio.

Las risas estallaron cuando la oradora preguntó cómo cambian los maridos a lo largo de los años.

- Publicidad-

Son horribles si se trata de escuchar, dijo una mujer. Desatentos, comentó otra. Otras mujeres, aparentemente sin esposos, ofrecieron atributos más benévolos: son racionales, y capaces de correr riesgos.

“Esperaba que las solteras tuvieran más expectativas poco realistas sobre los hombres”, dijo la oradora entre más risas.

La mayoría de los eventos religiosos en Karachi son dominados por hombres y encabezados por clérigos de edad avanzada y a menudo virulentos, pero las participantes en esta conferencia reciente eran todas mujeres. Atraídas en gran medida de entre los barrios ricos de la ciudad, estaban sentadas prestando mucha atención, vestidas con túnicas de estampados brillantes, mientras escuchaban a la conferencista, Sara Asif, instruirles sobre las restricciones del islamismo.

- Publicidad -

Asif habló sobre las fortalezas de las mujeres, y cómo la vida de un hombre ⎯ y el hogar ⎯ carecería de alegría sin una esposa. “Alá nos ha dado belleza”, dijo. “Todas nosotras somos hermosas”.

Esas conferencias impartidas por instructoras como Asif son parte de un creciente ecosistema religioso para las mujeres en Pakistán que evita la política y a los clérigos tradicionales a favor de las predicadoras y un estilo de vida de consumo con tema islámico. Esta nueva cultura ha atraído a una mezcla diversa de amas de casa y mujeres de mundo, banqueras y doctoras, que incorporan la religión en sus vidas, pero también en sus estilos de vida, comprando de todo, desde abayas bordadas con lentejuelas hasta tapetes de oración personalizados.

- Publicidad -

Las mujeres ricas en Karachi han estado volviéndose hacia el islamismo desde los años 90, cuando una predicadora llamada Farhat Hashmi empezó a predicar la fe en las casas palaciegas que son características de los barrios acaudalados de Karachi.

Poco después, las mujeres en esas comunidades podían ser vistas vistiendo burqas y asistiendo a clases de Corán con el celo de las recién convertidas. Hashmi también estableció una polémica red de educación islámica conocida como Al-Huda, la cual cobró notoriedad cuando se reveló que sus ex estudiantes incluían a Tashfeen Malik, la mitad de la pareja que mató a 14 personas en San Bernardino, California, en 2015.

El éxito de Hashmi ayudó a engendrar una serie de negocios religiosos establecidos por personas inspiradas por ella, que comprenden de todo, desde instituciones educativas hasta boutiques de burqas.

Pero, en los últimos años, una nueva generación de mujeres ⎯ como su ex estudiante Huma Najmul Hassan, cuyo Instituto Al-Ilm es un elemento popular del circuito religioso de Karachi ⎯ ha ayudado a llevar las cosas a un nuevo nivel. El número de mujeres que asisten a sus clases está inspirando el crecimiento de aún más negocios de tema islámico para mujeres.

El auge comercial puede verse en la calle frente a la Mezquita Baitussalam en la elegante área Defence, que se ha convertido en una verdadera área de comercio religioso. Librerías islámicas que venden títulos como “300 preguntas para esposos y esposas” están ubicadas en medio de boutiques que ofrecen abayas de 35 dólares con bordes de palmeras estampadas, y bancos que ofrecen servicios basados en la Shariah.

En Habitt, una tienda de decoración para el hogar en el Centro Comercial Dolmen en la costa de Karachi, rosarios de madera de sándalo de 4 dólares están exhibidos frente a una invocación a orar en una tipografía en inglés estilizada. En internet, hay marcas islámicas artesanales, como Little Ummati, que venden tapetes de oración personalizados de 20 dólares.

Mahjabeen Umar, una diseñadora gráfica paquistaní que vive en Sharjah, Emiratos Árabes Unidos, dijo que Little Ummati había nacido de su deseo de hacer que las prácticas religiosas fueran atractivas para su hijos. Ya que otros productos y libros infantiles son coloridos y bien hechos, se preguntó: “¿por qué un producto islámico no debería estar bien diseñado?”

También ha habido un auge en los servicios.

Una mujer da una clase de aerobics “que cumple con la Shariah” en una residencia en el barrio de Defence. En una reciente tarde de viernes, una docena de adolescentes en jeans ajustados tomaba notas mientras una mujer demostraba cómo hacer crema facial en una reunión en un club juvenil musulmán. En enero, un grupo asociado con la Mezquita Baitussalam organizó un taller sobre comida halal. Más de un centenar de mujeres vestidas con abayas se reunió a escuchar sobre la comida favorita de Mahoma y los riesgos de las dietas.

En los barrios ricos de Karachi, las mujeres se reúnen en clases de Corán y en conversaciones privadas con predicadoras, en residencias e institutos vigilados por guardias. Se reúnen para conferencias religiosas en hoteles de cinco estrellas. Los institutos ofrecen una variedad de cursos islámicos en inglés y urdú: sobre la comprensión del Corán, las pronunciaciones árabes y las prácticas islámicas a través de presentaciones como “Mi WhatsApp a Alá”.

Los eventos islámicos ⎯ desde reuniones de oración hasta conferencias ⎯ han sido desde hace tiempo un pilar de la vida en Pakistán. El islamismo está consagrado constitucional y culturalmente aquí y se enseña en la escuela; los musulmanes conforman 96 por ciento de la población.

Pero el islamismo ha sido percibido históricamente como el terreno de los pobres, y los grupos político-religiosos convencionales que constituyen la base de apoyo de los clérigos y los conservadores se consideran autoridades en la fe, y prometen hacer de Pakistán un Estado que cumpla la ley Shariah.

En los últimos años, sin embargo, la élite del país ha tratado de apoderarse de esa tarea, convencida de que están mejor ubicados como guardianes del islamismo debido a su educación, experiencias y recursos.

Humaira Iqbal, una doctora que es ex estudiante de la conferencista Safiya Khan, se hace eco de esa opinión.

“Nuestra élite no tenía ninguna religión, y por ello la religión fue preservada literalmente por los clérigos”, dijo. “Encabezaban funerales y oraciones y enseñaban a los niños a leer el Corán. Pero, desafortunadamente, como eran analfabetas, no podían entender el islamismo como una persona educada”.

Mucha de la discusión en las conferencias de mujeres gira en torno de las relaciones, las familias y las demandas de la vida urbana.

Las mujeres de comunidades ricas que descubren el islamismo de nuevo y optan por usar el hijab o adoptar las prácticas religiosas corren el riesgo del ostracismo y las críticas ⎯ particularmente de parte de sus familias, amigos y maridos ⎯ quienes a menudo se preocupan por la transformación de un ser querido en una persona devota vestida de negro que no asistirá a las fiestas que incluyan cantos y bailes.

Muchas de estas mujeres dicen que el islamismo les ha dado una sensación de propósito y dirección que había estado faltando en su vida.

Kulsoom Umar, quien estudió en la Escuela de Economía de Londres y fue consultora de proyectos de desarrollo en Pakistán, ofrece conferencias en Al-Ilm. Entró a su primera clase de Corán con una blusa transparente, y ahora usa un manto y se cubre el rostro y el cabello.

“Siempre fui una persona ferozmente independiente, pero lo que el islamismo y Dios me dieron fue emancipación”, dijo.

Saba Imtiaz
© 2017 New York Times News Service