“Todo el mundo tiene miedo” en Alepo, sumida de nuevo en el infierno de la guerra

“Todo el mundo se esconde y tiene miedo”, confiesa Mohamad al Jatib, un militante de uno de los últimos barrios insurgentes en Alepo, de nuevo inmersos en el infierno de los bombardeos del Gobierno sirio.

Poco después de la suspensión de un acuerdo que preveía la evacuación de civiles y combatientes antigubernamentales de la segunda ciudad y excapital económica de Siria, el frente se encuentra nuevamente al rojo vivo, y sus habitantes vuelven a sufrir las represalias de las fuerzas del régimen.

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Este miércoles, hacia las 05H00 (03H00 GMT), momento en que el acuerdo concluido por iniciativa rusa y turca debía entrar en vigor, los habitantes del sector expresaban a la AFP su alivio de poder por fin escapar a la muerte, la hambruna y los violentos ataques que han devastado gran parte del este de Alepo desde la ofensiva de gran envergadura lanzada el pasado 15 de noviembre.

Sin embargo, apenas unas horas más tarde, los bombardeos se reanudaban, sembrando el pánico en los últimos cinco kilómetros cuadrados aún bajo control rebelde.

La gente, aterrada, corría en todas direcciones buscando refugio, mientras algunos trataban de esconderse bajo los portales de los edificios, constató el corresponsal de la AFP en la ciudad, que confirma la presencia muchos heridos a su alrededor.

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– “Indescriptible” –

En particular, observó un tanque de las fuerzas gubernamentales que disparaba contra un puñado de barrios todavía bajo control de los insurgentes.

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“La situación es horrible en estos momentos en Alepo”, escribió Mohamad al Jatib, un militante contactado por la AFP a través de internet. “Los heridos y los muertos están en las calles, nadie se atreve a retirarlos”, relata.

“El bombardeo es continuo, nadie se mueve siquiera; es una situación indescriptible”, agregó.

El único contacto de estos habitantes del este de la ciudad con el mundo exterior es apenas virtual, pues son muchos los que lanzan gritos de socorro a través de las redes sociales.

“El alto el fuego terminó, todo el mundo será ejecutado cuando las fuerzas de Al Asad y sus granujas capturen nuestra zona”, tuitea Ismail Alabdulá, un voluntario de los Cascos Blancos, los socorristas de la zona rebelde.

Este acompañó su tuit con un vídeo filmado desde una ventana, en el que puede escucharse el ruido del bombardeo. Esta escena contrasta con el ambiente que reinaba en ese bolsón rebelde al amanecer, cuando los civiles aún tenían esperanzas de ser evacuados.

El periodista de la AFP vio a personas que parecían aliviadas, aun invadidas por una profunda tristeza al tener que abandonar su ciudad.

“Todo el mundo llora a mi alrededor”, señalaba. Vio a civiles quemar sus vehículos y motocicletas para evitar que cayesen en manos de las fuerzas del régimen, e incluso algunos rebeldes hacían lo mismo con sus armas.

Para todos los habitantes, la partida es sinónimo de desposeimiento. “Todo ha desaparecido: el barrio, las casas, los recuerdos, solamente veré todo esto en sueños. No hay regreso posible. No volveré a ver Alepo nunca”, afirma el corresponsal de la AFP.

– Civiles hambrientos –

Frente a un hospital del sector, los cadáveres yacen en el suelo, pues nadie se ha acercado a identificarlos o retirarlos desde hace dos días.

En el interior, heridos y con rostros demacrados y fatigados, algunos amputados, duermen en el suelo a causa de la falta de camas, y muchos comparten mantas. Los médicos cuentan a la
AFP que suelen pasar la noche en el propio hospital dada la falta de refugios.

Además de los bombardeos y sus esperanzas esfumadas, los vecinos, entre los cuales hay numerosos niños y mujeres, están hambrientos a causa de la gran escasez que sufren desde el comienzo del sitio, impuesto al este de Alepo por el Gobierno desde julio.

Al conocerse la noticia del acuerdo de evacuación, la muchedumbre esperó durante horas portando sus magros equipajes.

Roídos por el hambre, y soportando temperaturas que rondan los 0ºC durante el día, la mayoría de la gente sólo ha comido dátiles desde hace varios días, constató el periodista de la AFP.

Familias enteras pasaron la noche en las aceras, con niños apenas abrigados tiritando de frío bajo una intensa lluvia. El hambre y la desesperación dan lugar a escenas desgarradoras.

Una madre con su bebé en brazos y portando varias bolsas ve cómo se le cae un bote de leche en polvo. Se lanza al suelo para recoger el contenido, que ya se ha mezclado con el barro.