Un museo sobre el fútbol, y sobre Alemania

DORTMUND, Alemania ⎯ En Alemania, los museos son habitualmente sagrados, salas silenciosas de alta cultura. La audaz estructura de concreto y cristal afuera de la principal estación de trenes de esta ciudad cambiante del Ruhr rompe el molde.
Inaugurado hace solo 16 meses, el museo nacional al deporte nacional del fútbol ha entrado en la conciencia de los visitantes como uno de los grandes regates y zigzagueos del fútbol de Alemania para anotar un gol vital.
Para sus dos millones de fanáticos en todo el mundo, el fútbol es más que un mero deporte. Es ⎯ elija su descripción favorita ⎯ una religión, una obsesión, un pasatiempo que inspira un propósito más elevado en una vida monótona, fusiona lo individual en lo colectivo, e infunde a esa colectividad un sentimiento nacional.
En Alemania, todo esto es cierto y algo más.
Desde que el fútbol llegó aquí por primera vez procedente de Inglaterra, donde la Asociación de Fútbol fue establecida en 1863, ha reflejado el orgullo y los aspectos más oscuros de la historia alemana. Es esta crónica la que distingue al museo de Dortmund de santuarios del fútbol similares en toda Europa y en el mundo.
El fussball, como se conoce aquí al fútbol, domina la psique nacional. En un país de 81 millones de habitantes, la asociación nacional de fútbol tiene poco menos de siete millones de miembros. Hay 25,075 clubes de fútbol locales. Freekickerz, un sitio web dedicado al fútbol, es el sitio de YouTube más grande en Alemania, con más de cinco millones de suscriptores. Los hombres, en particular, programan los acontecimientos importantes de su vida, como las bodas, alrededor de (más aún) los partidos importantes.
“Ya conoce el famoso refrán”, dijo Uli Hesse, autor de un libro sobre el fútbol alemán. “Son tres los deportes más populares en Alemania: fútbol, fútbol y fútbol”.
En consecuencia, el Museo del Fútbol Alemán en Dortmund tuvo más de 200,000 visitantes en su primer año, y el atractivo está creciendo, según el orgulloso alcalde de la ciudad, Ullrich Sierau, un ardiente fanático de un museo multimedia al que aclama como “casi una visualización de Alemania”.
“Demuestra la conexión entre sociedad y fútbol”, dijo.
Cualquier fanático del fútbol ⎯ de hecho, casi cualquier alemán ⎯ le dirá que el momento en que el país por primera vez se sintió capaz de regresar con dignidad a la arena internacional después del periodo funesto del nazismo llegó con lo que se conoce aquí como “el milagro de Berna”, la victoria de 3 a 2 en Suiza sobre la favorecida Hungría para ganar la Copa Mundial en 1954.
Los visitantes al museo son recibidos, por tanto, con retratos a tamaño natural del equipo germano occidental de 1954 y biografías de los jugadores, sobre todo del capitán, Fritz Walter, y el entrenador, Sepp Herberger. Un aparato de radio de los años 50 difunde el comentario del partido ⎯ un jugador es aclamado como “un dios del fútbol” ⎯ y un televisor antiguo muestra imágenes en blanco y negro del encuentro.
Un letrero recuerda a los visitantes que, en ese entonces, la mayoría de los alemanes no podían permitirse un televisor, y por tanto son vistos en fotos en blanco y negro apiñados en torno a radios o en los ventanales abiertos de bares con televisores. También se exhibe una cita de un distinguido historiador, Joachim Fest, que sitúa la victoria de 1954 directamente en el Wirtschaftswunder, o milagro económico, que fue Alemania Occidental después del nazismo.
“Hay tres padres fundadores de la República Federal”, dijo Fest, refiriéndose a los dos primeros cancilleres de posguerra y al triunfo del fútbol. “Políticamente, es Adenauer. Económicamente, es Erhard. Y mentalmente es Fritz Walter”.
Thomas y Christiane Kurz, de 63 y 53 años de edad, son demasiado jóvenes para recordar el partido. Pero en un domingo reciente estaban sentados embelesados, escuchando al extasiado comentarista proclamar: “Aus, aus, aus, aus. Das Spiel ist aus. Deutschland ist Weltmeister!” (“Se acabó, se acabó, se acabó, se acabó. El partido se acabó. ¡Alemania es campeón del mundo!”).
Como la minuciosamente detallada exhibición narra después, Alemania Occidental luego ganó la copa en 1974 y 1990, y Alemania ganó el campeonato más reciente, en Brasil en 2014.
Esta hazaña resulta al menos en parte de los fuertes equipos que se desarrollaron a fines del siglo XIX y principios del XX aquí en el área del Rin-Rurh, el antiguo corazón industrial de Alemania. Borussia Dortmund, por ejemplo, era el equipo de los obreros metalúrgicos de la ciudad.
Las fundiciones están en silencio ahora, pero el estadio de fútbol local es el más grande en Alemania. Un mar de amarillo y negro, los colores distintivos del equipo, se forma en todos los partidos con entradas agotadas, especialmente cuando los fanáticos cantan himnos al fútbol local, otra característica importada de Inglaterra, pero se puede decir que más fuerte ahora aquí.
Hesse, editor de la revista de fútbol 11Freunde y autor de “¡Gol! La historia del fútbol alemán”, dijo que la exhibición se enfocaba en el equipo nacional a costa de los clubes cargados de tradición desde el Ruhr hasta el Bayern Munich.
Pero ese dominio refleja la forma en que el fútbol está ahogando a otros deportes. Después del ascenso del tenis de los años 80 a través de Boris Becker y Steffi Graf, “el fútbol realmente está desplazando a todo lo demás”, dijo Hesse, con incluso la transmisión en vivo en televisión de los partidos de cuarta división mientras un reciente campeonato mundial de balonmano, popular en toda la Europa continental, era ignorado.
El museo de Dortmund tiene elementos divertidos, como uno que permite al visitante convertirse en comentarista de partidos desde cabinas de transmisión reales. Los visitantes pueden votar sobre si el famoso tercer gol a favor de Inglaterra ⎯ cuando consiguió su única Copa Mundial, frente a Alemania en 1966 ⎯ cruzó, o no, la línea. (La votación en una visita reciente, quizá para nada una sorpresa, se situaba 57 por ciento contra Inglaterra.)
Pero el museo no evita el pasado de Alemania. El equipo nacional de 1941 es visto ofreciendo el saludo nazi antes de un partido en Suecia. Se proyecta una infame película de propaganda de 1944 que muestra a presos judíos en el campamento Theresienstadt de los nazis cerca de Praga jugando fútbol y ostensiblemente disfrutando de una vida relajada. (En realidad, la mayoría estaban a punto de ser enviados a Auschwitz.)
La prohibición de la Asociación Alemana de Fútbol sobre el fútbol femenil de 1955 a 1970 también es relatada con detalle; así como los considerables logros del equipo de fútbol femenil de Alemania desde entonces. Esa historia, señaló el director del museo, Manuel Neukirchner, ofrece dos de las mayores sorpresas a los visitantes jóvenes.
“Preguntamos: ¿Qué piensan que recibieron las futbolistas por ganar su primer título europeo en 1989?”, escribió Neukirchner en un correo electrónico. “Los niños dicen dinero. La verdad es: un juego de café.
“Luego decimos que el fútbol femenil estuvo prohibido no en la Edad Media sino a mediados del siglo XX, ¿dónde? Las respuestas son: Afganistán, Pakistán, Arabia Saudita. Y la verdad es: en Alemania Occidental.
“Esos son los momentos de revelación donde la discusión va mucho más allá del fútbol”.
Los visitantes jóvenes que pudieran no ir a un museo de historia absorben el siglo XX desplegado a través del fútbol. La exhibición, por ejemplo, recuerda la división de la Guerra Fría del país y la rivalidad que alcanzó su clímax cuando Alemania Occidental organizó y ganó la Copa Mundial en 1974. Pero antes de sufrir una inesperada derrota 1-0 frente a Alemania Oriental en una primera ronda. (El anotador del gol germano oriental, Jurgen Sparwasser, fue agasajado por el régimen comunista hasta que desertó a Occidente en 1988, un presagio de la caída del Muro de Berlín un año después.)
Lutz Engelke, el diseñador del museo, con sede en Berlín, dijo que entremezclar la historia nacional fue un objetivo primario. “El fútbol y la sociedad están realmente muy estrechamente relacionados”, dijo. “El fútbol no es solo un deporte, sino la historia cultural, social y política”.

Alison Smale
© 2017 New York Times News Service