El Museo Suharto celebra la vida del dictador y omite sus capítulos oscuros

KEMUSUK, Indonesia — El antiguo dictador de Indonesia se alza en bronce encima de la entrada al pequeño museo en medio de las palmeras y los verdes campos de arroz en el centro de Java. Ataviado con uniforme militar y con una capucha con visera, irradia una autoridad serena sobre su pueblo natal.

Para muchos, el gobierno del “Nuevo Orden” que Suharto encabezó de 1967 a 1998 es sinónimo de corrupción y represión a gran escala, incluyendo una brutal campaña de purgas anticomunistas que los historiadores describen como una de las peores atrocidades del siglo XX.

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Como presidente, Suharto encarceló y exiló a sus enemigos políticos, además de inhabilitar a las instituciones democráticas.

En 2004, la organización de combate a la corrupción Transparencia Internacional describió a Suharto como el dirigente más corrupto sobre la tierra, y estableció que malversó hasta 35 mil millones de dólares mientras estuvo en el poder.

Sin embargo, en un país donde discutir abiertamente su dictadura sigue siendo tabú, el Museo Conmemorativo General Suharto lo celebra como un padre amable y un heroico constructor de la patria. Para algunos, esto constituye una reescritura de la historia.

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Ubicado en un imponente complejo amurallado en el pueblo natal de Suharto, Kemusuk, a una distancia corta en auto desde la ciudad de Yogyarkarta, el museo abrió en 2013. Lo construyó el medio hermano menor de Suharto, Probosutedjo, quien creció en la riqueza mientras su hermano detentó el poder, pero en 2003 fue enjuiciado y condenado por corrupción. Se le sentenció a cuatro años de cárcel y se le ordenó devolver diez millones de dólares al Estado indonesio.

Gatot Nugroho, el director del museo, dijo que Probosutedjo, ahora de 78 años, quería contrarrestar las críticas a Suharto surgidas después de que se le obligó a dejar el poder en medio de protestas masivas a favor de la democracia en 1998.

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“Construyó el museo para que el pueblo indonesio pueda aprender sobre el lado positivo del gobierno de Suharto”, dijo Nugroho.

Describió al dictador como un héroe de la independencia y “padre del desarrollo”, que condujo de manera segura a su país en medio del tumulto de la Guerra Fría.

Durante una visita reciente, los niños de una escuela miraban los cimientos de la casa donde nació Suharto en 1921, y el pozo desde el cual acarreaba agua de joven. Los visitantes posaban para sacarse fotos junto a la escultura del “gran general”, mientras un equipo de sonido retumbaba con himnos del Nuevo Orden, incluyendo la canción “Suharto es nuestro padre”.

Del otro lado de la calle hay pequeñas tiendas donde venden bebidas frías y camisetas de recuerdo que muestran a un Suharto sonriente, sobre las siguientes palabras: “¿Cómo te va, compa? Estabas mejor en mis tiempos, ¿verdad?”

El dictador indonesio, que murió en 2008, todavía es ampliamente reverenciado en este pueblo silencioso de callejuelas polvosas y ensombrecidos cementerios javaneses. Los lugareños hablan del desarrollo económico impulsado por el Nuevo Orden y los regalos otorgados a la zona por el clan Suharto.

Biyono, de 82 años, quien atiende una pequeña tienda cerca del museo, en la que vende bebidas frías y camisetas con la imagen de Suharto, dijo que el Nuevo Orden introdujo la electricidad y pavimentó los caminos que llevan a esa zona, además de tomar una postura rígida contra el crimen.

“Si había criminales entonces, Suharto ordenaba que se les disparara directamente”, dijo.

El Nuevo Orden tuvo algunos logros importantes. Suharto supervisó un auge económico, reduciendo drásticamente la pobreza y ampliando el acceso a la atención a la salud y la educación. En 1984, Indonesia alcanzó la autosuficiencia en cuanto a la producción de arroz, marcando un hito que se celebra en el museo.

Sin embargo, lo que se expone en el museo guarda silencio respecto del lado oscuro de la historia.

Los dioramas y paneles se enfocan en el papel desempeñado por Suharto en la lucha por la independencia contra los holandeses y en liberar a la región de Papúa del dominio colonial a principios de los años sesenta. Pantallas que transmiten videos muestran documentales del dictador pronunciando discursos y saludando a dirigentes extranjeros, incluyendo a Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Mami Lestari, de 38 años y una sobrina de Suharto que vive en Kemusuk, dijo que, a pesar de los excesos de algunos de los compinches de su tío, este siempre defendió a los desvalidos.

“Tal vez ahora los salarios de la gente sean más altos, pero hay una mayor brecha entre los ricos y los pobres”, dijo Lestari.

En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en 2014, el magnate Aburizal Bakrie, el candidato presidencial del viejo partido de Suharto, el Golkar, realizó una campaña que se apoyó de manera importante en la nostalgia por el Nuevo Orden.

Por todo Java, aparecieron carteles y playeras en los que Suharto alentaba al pueblo a recordar cuán mejores habían sido “mis tiempos”. El Golkar y los miembros de la familia del dirigente también han solicitado al gobierno de Indonesia que le otorgue el título de “héroe patrio”, sin éxito hasta este momento.

El esfuerzo por restituir el Nuevo Orden ha enfrentado la enérgica oposición de activistas como Bedjo Untung, quien pasó nueve meses encarcelado sin un juicio en los años setenta. “Está absolutamente mal”, dijo Untung sobre el museo. “Es historia manipulada”.

Untung encabeza un grupo que busca comenzar la discusión sobre las masacres anticomunistas presididas por Suharto a finales de 1965 y principios de 1966, en lo que fue un episodio crucial en su ascenso al poder.

Las muertes fueron consecuencia de un fallido golpe de Estado contra el entonces presidente Sukarno que llevó a cabo un grupo interno de las fuerzas armadas indonesias, durante el cual se secuestró y ejecutó a seis generales. Suharto y otros comandantes de alto rango reprimieron rápidamente el alzamiento, adjudicándoselo al Partido Comunista Indonesio.

Entonces las fuerzas de seguridad y los justicieros locales comenzaron una cacería de personas sospechosas de ser comunistas. Se calcula que se asesinó a 500.000 personas, muchas de ellas inocentes, y se encarceló a miles más sin juicio.

Una gran sección del museo está dedicada a materiales que justifican la mano dura. Paneles iluminados muestran fotos sangrientas de los cuerpos de los seis generales ejecutados, junto a una foto tamaño natural de Suharto en ropa militar y lentes oscuros.

No se menciona a las muchas personas inocentes asesinadas. Nugroho, el director del museo, reconoció que hubo algunos asesinatos en 1965, pero los atribuyó a la ira espontánea del pueblo indonesio.

Baskar T. Warday, director del Centro de Estudios sobre Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Sanata Dharma, en Yogyakarta, dijo que era “predecible, y hasta cierto punto entendible”, que un museo construido por la familia de Suharto presentara una versión unilateral de la historia.

Sin embargo, en lo que respecta a los sucesos de 1965 a1966, dijo, el museo refleja sobre todo la historia oficial, que todavía se presenta en los libros de texto y museos estatales de Indonesia.

Para Untung, el hecho de que pueda existir un monumento al legado de Suharto mientras prevalece el silencio sobre el asesinato de miles de inocentes muestra que la batalla por la historia de Indonesia será prolongada.

“Suharto no es un héroe legítimo”, dijo Untung. “Si fuera un héroe, mi lucha no tendría sentido”.

Sebastian Strangio
© The New York Times 2017