Otra verdad inconveniente: es difícil ponerse de acuerdo en cómo combatir el cambio climático

NUEVA YORK _ Según casi cualquier parámetro, el movimiento para combatir el cambio climático se ha vuelto tan grande que las verdades de la película de Al Gore de hace una década ahora parecen más dominantes que inconvenientes.

En París, en diciembre, 195 naciones acordaron reducir los gases de invernadero. En Estados Unidos, 70 por ciento de los estadounidenses dice que el cambio climático es real. El papa Francisco se ha unido al llamado a la acción. Cientos de miles e personas se han unido para marchas a favor del clima en París y Nueva York, y manifestantes celebraron recientemente protestas contra los combustibles fósiles en seis continentes.

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“Eso es lo que yo llamo impulso”, dijo en su reciente informe anual Daniel R. Tishman, el presidente de consejo del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales. “Esto no es solo viento a nuestro favor; estos con vientos de cambio”.

Pero el movimiento que empezó con una misión clara _ hacer que más personas apreciaran los riesgos del cambio climático como un precursor para la acción _ está sintiendo los dolores del crecimiento. Lo que podría parecer un frente unificado tiene profundas divisiones, con opiniones contrarias sobre muchos temas, incluidos la energía nuclear y el gas natural, que están complicando lo que significa ser un ambientalista en estos días y en esta época.

Los límites de las facciones no son rígidos y firmes, y los grupos cambian de posición conforme evolucionan la ciencia y las olas del activismo. El movimiento ambiental siempre ha sido una congregación de muchas voces, y debería esperarse algo de desacuerdo sobre problemas complejos e intratables como salvar al planeta. Sin embargo, las tensiones siguen siendo fuertes.

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Consideremos algunos de los mayores puntos de disputa:

_ Energía nuclear

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Hay significativos desacuerdos en torno a si las plantas nucleares deberían ser parte de la combinación energética para reducir las emisiones de gases de invernadero. Desastres como el de la planta de Fukushima en Japón han socavado la confianza en la tecnología, pero sigue siendo atractiva para el gobierno del presidente Barack Obama y muchos en el movimiento ambientalista, incluido James E. Hansen, un científico climatólogo de la NASA retirado.

Sus simpatizantes argumentan que las plantas nucleares pueden producir cantidades enormes de energía sin el bióxido de carbono que produce la quema de carbón y de gas natural. También señalan que las fuentes energéticas que remplazan a las plantas existentes tienden a provenir del gas natural, causando emisiones de invernadero. Ese fue el caso en Nueva Inglaterra cuando la planta Vermont Yankee fue cerrada, y en California después del cierre de la planta en San Onofre.

Los opositores de la energía nuclear argumentan que el avance hacia fuentes de energía renovables no requeriría una nueva generación de plantas nucleares. Naomi Oreskes, historiadora de Harvard que ha escrito sobre las tácticas de quienes difunden dudas sobre el cambio climático, dijo que los proponentes de la energía nuclear no habían probado que los riesgos de operar las plantas, y el desecho que producen, pudieran ser manejados.

_ Gas natural

La quema de gas natural produce menos bióxido de carbono y contaminantes que generen esmog que la quema del carbón, así que grupos ambientalistas como el Sierra Club e incluso el presidente Obama alguna vez lo elogiaron como un “puente” hacia los combustibles renovables: que plantas de gas natural pudieran reemplazar a las plantas de carbón hasta que fuentes alternativas como la energía solar y eólica pudieran tomar su lugar.

Más recientemente, sin embargo, los efectos ambientales de la fracturación hidráulica, o fracking, que se usa para extraer combustibles fósiles, y las crecientes preocupaciones por el metano como gas de invernadero, el cual a menudo se fuga cuando se produce y transporta gas natural, han llevado a muchos científicos y activistas a llamar al gas natural un “puente a ninguna parte”. (El Sierra Club ahora tiene una campaña llamada “Más allá del gas natural”.)

Los que hacen campaña en torno al clima como Bill McKibben han argumentado que la potencia del metano como gas de invernadero, especialmente a corto plazo, podría hacerle peor que el carbón. Ha descrito a quienes favorecen al gas natural como una forma de reducir las emisiones de invernadero como creyentes en el “ambientalismo indoloro, el equivalente a perder peso cortándose el cabello”.

La pelea se ha abierto paso hacia la campaña demócrata para la presidencia: el senador Bernie Sanders de Vermont hizo un llamado a una prohibición nacional contra el fracking, mientras que Hillary Clinton ha sugerido que la tecnología debería ser cuidadosamente regulada y que, si el gas natural es un puente hacia fuentes de energía alternativas, “queremos cruzar ese puente lo más rápidamente posible”. Los que elaboraron la plataforma del Partido Demócrata rechazaron por estrecho margen el llamado a una prohibición.

_ Compañías de combustibles fósiles

Han surgido dos campos distintivos en torno de la mejor estrategia para tratar con compañías como Exxon Mobil. Un campo quiere atacar su mera existencia, y dañar a sus negocios y reputaciones como una forma de acelerar la transición hacia las tecnologías renovables como la eólica y la solar.

Universidades y accionistas instituciones como los fondos de pensiones y las iglesias están siendo presionados para vender sus acciones en compañías de combustibles fósiles, combatir proyectos como el ducto Keystone XL y alterar la construcción de instalaciones de combustibles fósiles.

Este enfoque anima a la campaña de “manténgalo en el suelo” encabezada por grupos como 350.org de McKibben, que argumenta que muchas de las reservas de combustibles de hoy son “inquemables” si se desea desacelerar el cambio climático, y por tanto deben ser considerados “activos varados”; una idea que rechazan gigantes petroleros como Exxon Mobil y Chevron.

Del otro lado está el campo que quiere involucrarse con las compañías, particularmente a través de accionistas representantes, para presionar a favor de la acción sobre el cambio climático.

Grupos como la Coalición Triestatal para la Inversión Responsable, así como funcionarios del estado y la ciudad de Nueva York, presentaron recientemente en la reunión anual de accionistas de Exxon Mobil propuestas que requerirían que la compañía evalúe los riesgos de negocios de cumplir las metas sobre el clima de París y “reconozca el imperativo moral” de impedir que las temperaturas mundiales se eleven en más de dos grados centígrados desde el inicio de la era industrial; también ayudaron a aprobar una resolución que da a los accionistas más voz en la gobernanza corporativa.

_ Internos vs externos

Más fundamentalmente, está creciendo una división entre los grandes grupos ambientalistas tradicionales que tratan de trabajar con las compañías y los activistas heterogéneos que se mantienen orgullosamente fuera.

Naomi Klein, autora sobre temas ambientales y económicos, ha criticado severamente a lo que llamó “un negacionismo muy profundo en el movimiento ambiental entre los grandes grupos ecologistas”, como el Fondo para la Defensa Ambiental, el cual ha trabajado con compañías de combustibles fósiles para investigar las fugas de metano y buscar soluciones basadas en el mercado para la crisis del clima, como poner un precio al carbono.

Klein argumenta que el capitalismo empeora inherentemente el cambio climático. Trabajar dentro del sistema como hacen los actores institucionales, ha dicho, es “más perjudicial que el negacionismo de la derecha en términos de cuánto terreno hemos perdido”.

McKibben dijo que el tipo de activismo ruidoso que caracteriza al trabajo de organizaciones como 350.otg ayuda a corregir lo que ve como la inercia institucional de los grupos establecidos. Dijo que la falta de activismo de movimiento masivo era una razón clave detrás del fracaso de la legislación como el esfuerzo de 2010 para desarrollar un sistema que limitara y pusiera precio a las emisiones de gases de invernadero.

“Si vamos a ganar la pelea del clima, será con un cambio en el espíritu de la era”, dijo. “Y eso _ no piezas de legislación particulares _ es el motivo fundamental de crear movimientos”.

Fred Krupp, el presidente del Fondo para la Defensa Ambiental, no estuvo de acuerdo. Trabajar con la industria, dijo, había ayudado a profundizar la comprensión de temas como la fuga de metano, los cual pudiera producir remedios.

“Cada vez más, las empresas quieren ser parte de la solución”, dijo Krupp. Los esfuerzos de colaboración ayudaron a llevar a la aprobación bipartidista en junio de una revisión de la legislación sobre sustancias tóxicas, dijo, y añadió: “Y nos estamos acercando a poder hacerlo con el cambio climático”.

John Schwartz
© New York Times News Service