Patrullaje de la frontera en cuatro patas

LA GRULLA, Texas – Manuel Torresmutt, un agente de la Patrulla Fronteriza, orilla su Chevy Tahoe blanca y verde en una camino de grava desierto, flanqueado de un lado por vías de ferrocarril y del otro, por espesos matorrales verdes.

El sol del sur de Texas caía con intensidad mientras Torresmutt, bajo y fornido, con 24 años de edad y veterano de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, se baja de su camión para reunirse con su equipo de tres elementos. Un operador de radio decía que se habían detectado “cuatro cuerpos” del lado “Mike”, dando el nombre en clave de la orilla del río Bravo en México.

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Unos minutos después, Torresmutt y otros miembros de la unidad montada del sector del valle del río Bravo de la Patrulla Fronteriza están en camino, y salen volando piedras y tierra por la carrera de sus mesteños al dirigirse al monte para buscar a quienes cruzan la frontera ilegalmente.

El presidente Donald Trump ha prometido construir un muro para detener la afluencia de inmigrantes ilegales en zonas como ésta, pero la geografía – como riberas superficiales del río y senderos escarpados por donde es imposible que pasen los vehículos – hace que eso sea casi imposible y asombrosamente caro.

Desde los ataques del 11 de septiembre del 2001, Estados Unidos ha gastado más de 100,000 millones de dólares en tecnología diversa para la seguridad fronteriza, incluidos sensores de tierra, videocámaras, bardas, capas de vallas y cámaras infrarrojas. Sin embargo, los matorrales a lo largo del río, donde los contrabandistas se pueden esconder fácilmente, la unidad de la patrulla montada juega un papel esencial en los esfuerzos por detectar actividades ilegales.

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Justo hace más de dos años, quienes buscaban asilo, que venían huyendo de la persecución en América Central, pululaban en el valle del río Bravo y muchos de ellos se rindieron con entusiasmo a los agentes de la Patrulla Fronteriza.

Sin embargo, en los últimos meses, la cantidad de inmigrantes a los que se atrapó cruzando ilegalmente aquí ha bajado a cerca de 100 personas al día, cuando que solían ser 600. John F. Kelly, el secretario de seguridad interna, ha dicho que la baja surge de una agresiva aplicación de la ley, pero los expertos en migraciones dicen que la mejora en las condiciones en los países de los que ha estado huyendo la gente también ha contribuido a la disminución.

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Agentes de la Patrulla Fronteriza peinan la zona en camiones y bicicletas en los caminos principales. La vigilancia aérea se lleva a cabo con helicópteros y dirigibles conocidos como aerostatos, en tanto que se usan lanchas en las vías navegables.

La unidad de patrulla montada opera cerca del río Bravo, donde los agentes dicen que alguien puede cruzar la frontera escabulléndose por las zonas arboladas y, en unos cuantos minutos, estar en un pueblo o desaparecer en un vehículo.

Si bien ha bajado la afluencia de inmigrantes, el narcotráfico sigue siendo constante. Los signos están en todas partes: docenas de huellas, salvavidas abandonados, trajes de baño y envolturas de comida aparecen a lo largo de la ribera del río.

La unidad de la Patrulla Fronteriza aquí tiene casi 40 caballos, que obtuvo por medio de un programa de mesteños silvestres que opera la oficina federal de administración de tierras. La dependencia atrapa caballos y los entrega a internos de la correccional de la Ciudad de Kansas para someterlos a un entrenamiento básico.

Se ha utilizado caballos para la seguridad desde el comienzo de la Patrulla Fronteriza en 1924. Aquí, la unidad de patrulla montada se estableció en el 2011, después de que el jefe local de la Patrulla se dio cuenta de que los animales eran muy adecuados para las zonas en las que es difícil el patrullaje. Su vista aguda y su audición fina también son útiles, notó Jeff Wiggins, un agente que supervisa el entrenamiento de los caballos.

Poco más de una hora después de haberse ido cabalgando al monte, Torresmutt y el gente David Garcia regresan al área de preparación.

Otros dos agentes, Garrett Gremes y Kelby Forbes, están persiguiendo a un hombre que consiguió evadir tanto a la patrulla montada, como a los agentes en vehículos.

Conforme va cayendo la noche y zumban los mosquitos, la radio emite señales de que los agentes y los policías locales han detectado drogas que se dejaron del lado mexicano de la frontera.

Mientras que Torresmutt y su unidad deciden su siguiente movimiento, los operadores del radio reportan que los agentes han hecho docenas de aprehensiones a la vera del camino.

Poco tiempo después, un operador alerta a la unidad sobre un grupo de personas que están cruzando el río en una balsita. Esa información se está retransmitiendo desde un radar a bordo de un aerostato que vuela sobre la zona.

En una hora, se envía una alerta al teléfono celular de Forbes desde un sistema de cámara a control remoto, conocido como operación Drawbridge. El agente da clic en un vínculo e, instantáneamente, le dan las coordenadas de las zonas donde una cámara ha detectado al grupo.

La operación Drawbridge, que depende del Departamento Texano de Seguridad Pública, es una red de miles de cámaras ocultas en la naturaleza, equipadas con detección de movimiento y capacidades para poca luz. Los monitores estatales reciben una alerta cada vez que una cámara detecta actividad y les proporciona a los agentes en el campo imágenes de posibles cruces ilegales las 24 horas del día.

Torresmutt reúne a su unidad para diseñar una estrategia para atrapar a quienes cruzaron. Forbes y él se acercará desde el este, mientras que otros dos agentes llegarán desde el norte.

“¿Todo bien?”, pregunta Torresmutt. Todos asienten con la cabeza. Los agentes galopan hacia el río.

Es casi la media noche cuando llega una furgoneta de la Patrulla Fronteriza.

Hay tres hombres en la parte de atrás. Torresmutt y la unidad montada los capturaron cuando trataban de eludir a los agentes corriendo de regreso al río. Les habían entregado a los hombres al agente que manejaba la camioneta. Todos están mojados y cubiertos de lodo.

Uno dice que es ciudadano mexicano. Los otros dos dicen que son de Guatemala y han estado viajando durante más de un mes.

Los agentes no les creen. Los tres hombres tienen teléfonos celulares y parecen estarse comunicando con personas del lado mexicano del río. Los agentes sospechan que son mulas o exploradores de los carteles.

“¿Cuánto pagaron por llegar hasta aquí?”, les pregunta en español Roderick Kise, un empleado de relaciones públicas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.

Los tres hombres sacuden la cabeza al unísono, indicando que no le habían pagado a nadie.

“¡Por favor!”, dice Kise sin creerles. Vuelve a pregunta a quién le pagaron por pasarlos.

Los tres hombres se mantienen firmes.

“¡Por favor!”, vuelve a decir Kise, levantando la voz. “Ustedes no pueden cruzar desde México sin uno de los carteles. Nada es gratis, especialmente de ese lado”.

Torresmutt y la unidad montada llegan justo cuando está concluyendo la entrevista con los hombres capturados.

Tanto los hombres como los caballos están cubiertos de sudor. El de Forbes pisó una víbora de cascabel durante la persecución, cuenta.

Los tres detenidos son parte de un grupo más grande, dicen los agentes. Varios miembros del grupo huyeron de regreso al río después de que detectaron a la patrulla montada. Los agentes no los persiguieron dentro del río, sino que se quedaron y les hicieron señales a los presuntos contrabandistas del lado mexicano para que fueran a recogerlos.

Al menos un hombre consiguió evadir la captura, según los agentes. Lo más probable es que haya conseguido llegar hasta el pueblo y desaparecer. Encontrarlo es tarea del siguiente turno.

Torresmutt y el equipo meten a los caballos nuevamente en un tráiler. Después de 10 horas, termina su turno. Volverán a los establos, donde se cepillará a los caballos y les darán agua. Los agentes entregaran el papeleo y luego se irán a su casa.

“Mañana estaremos dándole de nuevo”, dijo Torresmutt.

Ron Nixon
© 2017 New York Times News Service