Peña Nieto en el país de las maravillas

Hay más realidades en Disneylandia que en el mundo de Enrique Peña Nieto.

El contenido del Cuarto Informe de Gobierno nos revela una figura presidencial afectada por una grave perturbación de la personalidad, caracterizada por una tendencia patológica a mentir de manera reiterativa y duradera.

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En psiquiatría dicha afectación se puede denominar con tres términos: mitomanía, mentira patológica o pseudología fantástica. El individuo que miente de una manera tan cínica presenta una afectación del sistema nervioso central y debe ser tratado clínicamente.

No deja de asombrarnos la capacidad de Peña Nieto para ignorar la realidad. Ante los ojos de propios y extraños se muestra como si viviera en un mundo aparte en el que la problemática nacional no existe. Y esto lo deja patente en cada una de sus apariciones públicas y en sus discursos.

“Lo bueno casi no se cuenta”, dice Peña Nieto en su propaganda oficial. No se cuenta porque no hay nada bueno que contar.

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¿En qué parte de la realidad mexicana está “lo bueno” que tendríamos que contar?

Ciertamente no entre las familias de más de 78 mil personas que han sido asesinadas en lo que va del sexenio.

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Ni en los innumerables casos de corrupción denunciados pero jamás investigados de este gobierno.

Tampoco hay nada bueno que contar en la ola de represiones sociales ni en las ventas de oferta de nuestros recursos naturales.

En los cuatro años del gobierno de Peña Nieto la economía se desplomó, los escándalos por corrupción se convirtieron en noticia de todos los días, el número de homicidios se equipara al de los países en guerra, los activos nacionales desaparecieron y, como consecuencia de todo lo anterior, la credibilidad del presidente está por los suelos y su partido paga las consecuencias en las urnas.

Pero mientras 120 millones de mexicanos no vemos nada bueno que contar, el presidente halló motivos en su Cuarto Informe de Gobierno para propagar una serie de falacias.

Al anunciar en su informe que “la incidencia delictiva a nivel nacional se ha reducido”, las cifras lo contradicen, así que el presidente miente.

Cuando dice que “México ha cambiado para bien”, la realidad nacional demuestra que el presidente miente.

Y cuando afirma que “somos una economía más fuerte, con estabilidad macroeconómica y con un sólido sistema financiero”, Peña Nieto también miente.

En una parte del informe el presidente asegura que “vamos en camino para duplicar la capacidad de nuestros puertos” y ahí también miente.

Y cuando expresa que se va a “incrementar en 80% la red de gasoductos” también miente.

Peña Nieto vuelve a mentir cuando presume en su informe de haber incrementado la inversión en los programas de salud, como lo demuestra el hecho de que la población usuaria de los servicios médicos es la más baja en muchos años como consecuencia de los recientes recortes presupuestales en el sector salud.

Ese afán reiterativo de hacer creer a los demás lo que no es cierto es el hilo conductor del discurso presidencial.

Resulta evidente que las historias contadas en el informe presidencial tienen la intención de presentarnos al mentiroso de una manera favorable, como si los mexicanos no tuviéramos la capacidad de discernir.

El México de la abundancia y el progreso expuesto en el Cuarto Informe de Gobierno sólo existe en la mente fantasiosa de un presidente que a estas alturas del sexenio presenta un alarmante cuadro clínico patológico.