Perforando por un sueño en Myanmar

NGA NAUNG MONE, Myanmar — Poco después del amanecer, con ojos de sueño y únicamente vestido con un lungui (un sarong tradicional birmano), Win Myint Oo echa a andar un generador y se pone en cuclillas sobre una plataforma de bambú suspendida bajo una torre de perforación improvisada de 12 metros: apenas tres postes de acero y puntales de bambú amarrados con soga.

El generador alimenta un malacate que baja una tubería de plástico azul aproximadamente 460 metros dentro del suelo, y luego la vuelve a sacar llena de petróleo crudo negro.

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Al igual que otros buscadores que intentan explotar los restos del campo petrolero no regulado más grande de Myanmar, Win Myint Oo, de 24 años, llegó con el sueño de encontrar petróleo y enriquecerse.

“Espero tener la oportunidad de ser un gran jefe”, dice. “Si tengo suerte, quiero abrir una exposición de autos. Me encantan los coches. Quizás me convierta en campeón de Fórmula Uno, algún día”, señala.

La realidad es lo contrario. Compitiendo aquí con otros miles de buscadores no autorizados, tendrá suerte si saca un barril al día, ganando poco más de 50 dólares diarios.

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Es buen dinero en la Myanmar rural, donde la mayoría de los agricultores percibe un ingreso de subsistencia. Pero la mayoría de los perforadores de aquí, en Nga Naung Mone, ahorró durante años y pidió prestado a familiares para juntar los costos de instalación; aproximadamente 7,300 dólares para comprar un solar a un agricultor, adquirir un poco de equipo básico y contratar a un perforador.

“Si no encuentran petróleo, pierden el dinero”, dice Khin Maung Myint, un supervisor de Sein Tagon Oil Co., que compra el petróleo a los perforadores y los manda en camión a la refinería. “No tenemos la tecnología para ver a dónde está el petróleo, lo que es un problema. Así que la gente simplemente va y perfora”, explica.

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“Si excavas y tienes suerte”, destaca, “es el destino”.

Además, dado que los buscadores encontraron petróleo aquí por primera vez hace cinco años, el campo se ha atestado, y sus reservas se han agotado.

Nga Naung Mone es uno de tres campos petroleros cercanos al pueblo de Minhla, en la región centro sur de Myanmar, y es el más grande, por mucho. Los otros dos, Dagine y Da Hat Pin, son mucho más chicos y menos desarrollados.

Ahora, varias miles de personas viven y trabajan aquí, y los campos petroleros están atestados de torres de perforación, muchas con una separación de apenas tres metros.

Win Ko, de 44 años, quien ha estado en Nga Naung Mone desde hace cuatro años y es dueño de más de 50 pozos, dice que hace unos años podía bombear petróleo las 24 horas del día, extrayendo hasta 15 barriles por pozo. Actualmente, indica, el promedio es de menos de medio barril por pozo al día.

El trabajo empieza temprano para ganarle al calor tropical, y poco después de que sale el sol el zumbido de los generadores llena el aire.

La mayoría de los perforadores guarda la colecta del día en barriles. Los que tienen varias torres de perforación usan fosos revestidos con lona alquitranada, a los que les cabe más petróleo.

Conforme el sol empieza a caer por debajo del horizonte, formando siluetas con las torres de perforación, aproximadamente 100 camiones de recolección, tractores con remolques e incluso carretas jaladas por bueyes se abren paso entre el laberinto de pozos llevando viejos y mellados tambores de petróleo hacia las estaciones de recolección de la Sein Tagon.

En la temporada seca, cuando las temperaturas llegan hasta los 43 grados centígrados, la mayoría de los buscadores se refugia en sus chozas más o menos a las 9 a.m. para protegerse del sol y descansar hasta cuando está por acabarse la tarde, cuando es lo suficientemente fresco para volver a trabajar.

El trabajo diario termina alrededor de las 6:30. Algunos perforadores se bañan y empiezan a preparar la cena frente a sus chozas, mientras que otros juegan chinlone, un juego birmano parecido al vóleibol.

Aproximadamente 3,000 personas viven en Nga Naung Mone. La mayoría tiene uno o dos pozos y vive en chozas de bambú junto a éstos, algunos con sus esposas e hijos.

Un pequeño pueblo ha brotado junto al campo petrolero para mantenerlos.

Por la noche, los trabajadores y sus familias pasean por la carretera, inspeccionando negocios en chozas de bambú que venden productos y suministros de perforación. Hay un puñado de restaurantes y negocios de té, y algunos pasan juegos de fútbol en vivo.

La mayoría de los perforadores trabaja siete días a la semana y solo descansa durante los festivales budistas importantes. Los niños que tienen edad asisten a la escuela en pueblos cercanos.

Las mujeres y las jovencitas también trabajan, usando trapos para absorber el petróleo derramado y después exprimirlo en cubetas. Una cubeta llena se vende en aproximadamente 4.5 dólares.

La mayoría de los perforadores piensa que a Nga Naung Mone le quedan dos años, como máximo, antes de secarse por completo. Después, empacarán sus torres y sus sueños y se irán a otra parte.

Win Ko ya está buscando otro campo petrolero, en Myaing, a pocos cientos de kilómetros al norte, donde ya es dueño de seis pozos.

Fotografías y texto de ADAM DEAN
© 2017 New York Times News Service