Después de la inauguración este mes del primer nuevo presidente de Ecuador en una década, los asediados periodistas del país buscarán ver si Lenin Moreno es más tolerante con la prensa que su predecesor.
Moreno ha insinuado que reformará la ley de comunicación, que fue introducida en 2013 por el ex presidente Rafael Correa como un medio para ejercer el control sobre medios privados en gran medida críticos.
Cientos de demandas han sido lanzadas como resultado de la legislación, socavando la base financiera de los periódicos e incluso obligando a los caricaturistas a “rectificar” sus imágenes. La policía ha atacado las redacciones, las publicaciones han sido cerradas y al menos un periodista ha sido forzado al exilio.
Los periodistas locales se han quejado frecuentemente de que la censura dentro de Ecuador bajo Correa desmentía la demanda del gobierno de ser un campeón de la libertad de expresión cuando aceptó la solicitud de asilo del fundador de WikiLeaks, Julian Assange.
Moreno ha prometido un nuevo enfoque. Aunque es del mismo partido y fue vicepresidente bajo Correa, el nuevo líder ha hablado de sus “diferencias” en materia de libertad de expresión. También ha manifestado su voluntad de revisar la ley de comunicación, criticada en noviembre pasado por los relatores especiales para la libertad de prensa en las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Bajo la ley, el organismo de control de los medios de comunicación estatal, conocido como SuperCom, tiene enormes facultades para penalizar a los medios de comunicación no sólo por lo que publican, sino también por lo que no.
En abril, cuatro periódicos y tres canales de televisión fueron multados inicialmente por no publicar una historia que SuperCom considera de interés público. La historia de Guillermo Lasso -el candidato de la oposición a la presidencia- fue publicada por primera vez por el diario argentino Pagina Doce y luego re-dirigida por varias tiendas ecuatorianas justo antes de la segunda vuelta del 2 de abril.
Con información de The Guardian
