Política y ciberespacio: la transformación de la vida pública

 

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- La llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República estuvo acompañada por una histórica y actualizada demanda de la oposición, la ciudadanía y el movimiento estudiantil #YoSoy132: la democratización del sistema de medios en México.

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En respuesta, como apuesta política en el marco del Pacto por México, el presidente y los principales partidos opositores apostaron por reformar el marco legal de telecomunicaciones en México.

A dos años de su puesta en marcha, la licitación de nuevas cadenas de televisión ha hecho tomar en serio la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, aunque los analistas coinciden en que se afectó más el monopolio de la telefonía móvil de Carlos Slim que el de Televisa y TV Azteca.

Curiosamente, la democratización del sistema de medios en México está ocurriendo, pero no gracias a una concesión del gobierno federal, sino por una vía informal: el ciberespacio.

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La premisa fundamental para cuestionar al sistema de medios en México ha sido el derecho a la información, en el sentido que establece la propia Constitución en su artículo sexto: “Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión”. Un derecho que no estaba garantizado en el contexto mediático previo, sobre todo en los aspectos de buscar, recibir y difundir información.

A raíz del entorno web, el sistema de medios ha sufrido por lo menos tres transformaciones sustanciales: 1) la creación de nuevos medios (digitales), 2) la emergencia de medios alternativos, y 3) el papel de las redes sociales digitales como plataformas de difusión fundamentales para los medios.

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En cuanto al primer aspecto, la creación de nuevos medios, los también llamados nativos digitales, conviene recordar la aparición, entre otros, de Animal Político, Aristegui Noticias y Sin Embargo.

Tres ejemplos que representan modelos periodísticos diversos, aunque todos críticos del poder político, cuya característica en común es que no se imprimen, una posible ventaja en términos financieros pero que también exige diversificación en la captación de recursos, ya sea mediante publicidad en sus portales, consultorías o como agencia informativa para otros medios.

Animal Político, por ejemplo, instauró un novedoso sistema de patrocinadores al que denominó Círculo de Amigos Animal, cuya responsabilidad es la de realizar pequeñas colaboraciones económicas mensuales. Un ejercicio que se inició con la intención de “financiar el periodismo independiente”.

El caso de Aristegui Noticias es diferente. En un primer momento se nutrió del espacio radiofónico que tenía la periodista en la empresa MVS. Luego del despido de Carmen Aristegui y su equipo, el sitio siguió funcionando en línea con una gran cantidad de lectores.

A su vez, Sin Embargo, cuyo eslogan es “periodismo digital con rigor”, sobrevive con una sencilla interfaz en la que conviven notas, entrevistas y reportajes periodísticos al mismo tiempo que opiniones de destacadas figuras de la opinión pública, muchos de ellos defensores de derechos humanos.

A la par, han aparecido medios de difícil clasificación: portales de noticias como Yahoo Noticias, sitios de entretenimiento como Sopitas.com y ejercicios de humor periodístico como El Deforma e incluso espacios que acumulan las noticias de todos los medios, como puede ser Google Noticias o las mismas redes sociales digitales.

A esto se suma la aparición de los portales de noticias de los medios locales, de los medios nacionales que han reaccionado con afán de reclamar su parcela digital, y de medios internacionales.

En resumen, sin soslayar el importantísimo tema de la brecha digital, en el ciberespacio ya existe una pluralidad de medios que garantiza en mayor medida el derecho a la información.

A esto se suma la incorporación de una red de medios alternativos, segundo punto de la transformación del sistema de medios en México; también de difícil clasificación, pero muy presentes en la agenda pública.

Son sitios que provienen de proyectos periodísticos cada vez más conocidos, por ejemplo Desinformémonos, que se define como periodismo desde abajo; el colectivo Más de 131; ejercicios de televisión por internet como Rompeviento Televisión, y canales de videos como Mientras tanto en México y El Pulso de la República, así como medios impulsados por activistas y organizaciones de la sociedad civil que, a través de distintas plataformas, visibilizan una amplia agenda social de los derechos humanos y de sectores desprotegidos: migrantes, mujeres, indígenas, etcétera.

El tercer y último punto es el protagonismo de las plataformas de redes sociales como entidades que están transformando la cultura en general, pero en particular el consumo de noticias.

Bajo una estructura reticular, estos sitios se pueden configurar a la carta. Los usuarios deciden qué páginas seguir y a partir de eso las agendas a las que tendrán acceso. Lejos estamos del escenario en que las posibilidades de informarnos eran el canal 2 o el 13, Joaquín López-Dóriga o Javier Alatorre.

Esto no significa que las televisoras hayan dejado de tener el poder de penetrar en los hogares, pero sí que en Internet han tenido que competir con muchos otros medios. Este nuevo contexto plantea una dimensión de análisis que tiene que ver con el cambio generacional.

De acuerdo con la encuesta “La Cultura Política de los Jóvenes en México”, en el contexto electoral de 2012, entre los adultos el consumo de noticieros en televisión lo realizaba 51% de los hombres y 21% de las mujeres, mientras que entre los jóvenes el porcentaje se reducía a 29% en hombres y 17% en mujeres. La tendencia es clara. Seis años después de este estudio, en 2018, no hay duda de que el consumo de noticias mediante los televisores será mucho menor.