El proyecto de un museo chino desata la cólera de Hong Kong

Hong Kong quiere abrir en su territorio una filial del museo más emblemático de China para reforzar su acervo cultural, pero el proyecto suscita la oposición de quienes lo ven como una muestra de servilismo artístico hacia Pekín.
La construcción se plantea en un momento delicado, en que los habitantes de la excolonia británica tienen la impresión de que Pekín quiere ampliar su influencia.
Con sus colecciones de cerámicas, caligrafías, pinturas, jades o relojes de las diferentes dinastías chinas, el Museo del Palacio ocupa gran parte de la Ciudad Prohibida de Pekín, el recinto imperial visitado por millones de personas cada año.
Los defensores del proyecto subrayan que una filial hongkonesa del museo, donde podrán admirarse piezas prestadas a largo plazo por Pekín, reforzaría la dimensión cultural de un territorio conocido esencialmente por sus bosques de rascacielos y su banca.
Sin embargo, los opositores argumentan que el público debería ser consultado antes de que los responsables autoricen un proyecto que sobre todo busca complacer a China.
En las protestas, algunos manifestantes lanzaron contra las autoridades del territorio, transferido en 1997 a China, tanques de papel en referencia al episodio de represión de la plaza Tiananmen.
La Ciudad Prohibida se encuentra junto a la explanada en que el ejército sometió en 1989 al movimiento estudiantil, que reclamaba democracia, y que, según algunos, provocó más de un millar de muertos.
“No es sólo un lavado de cerebro, se trata de adornar la cultura introduciendo elementos de la historia y cultura chinas percibidos como más positivos”, dice Avery Ng, presidente de la Liga de los Socialdemócratas.
En su opinión, este proyecto ignora la identidad de Hong Kong, “incluida su propia historia y el lado oscuro de la historia china”.