Queda derrotado el acuerdo de paz y la nación esta anonadada

Julia Symmes Cobb informó desde Bogotá y Nicholas Casey desde Nueva York.

BOGOTA, Colombia _ El acuerdo de paz colombiano que el presidente y la organización rebelde más grande del país habían firmado apenas unos días antes quedó derrotado en un referendo realizado el domingo, con lo cual el destino de la guerra de 52 años se volvió, repentinamente, incierto. Un margen estrecho dividió el voto por el sí y por el no, en el que 50.2 por ciento de los colombianos rechazó el acuerdo de paz y 49.8 por ciento votó a favor, dijo el gobierno.

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El resultado fue una profunda vergüenza para el presidente Juan Manuel Santos. Apenas la semana pasada, Santos estuvo con los dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, conocidas como FARC, que se disculparon en la televisión nacional durante la ceremonia de la firma.

La sorpresa por el aumento en el voto por el no _ casi todas las encuestas sobresalientes habían indicado una aprobación rotunda _ dejó al país en una incertidumbre pasmosa, no vista desde que Gran Bretaña votó en junio para salirse de la Unión Europea.

Y dejó incierto al futuro de los rebeldes, que habían planeado volver a unirse a Colombia como civiles; en efecto, el futuro de la guerra misma, cuyo final ya habían declarado ambas partes.

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Santos, quien el domingo apareció sobajado por el voto en la televisión, dijo que el cese al fuego que su gobierno había firmado con las FARC seguiría en vigor. Añadió que pronto “convocaría a todos los grupos políticos”, en especial a quienes estuvieron en contra del acuerdo, “para abrir espacios para el diálogo y determinar cómo seguiremos adelante”.

Rodrigo Londoño, el dirigente de las FARC, quien se preparaba para retornar a Colombia después de cuatro años de negociaciones en La Habana, dijo que él tampoco está interesado en más guerra.

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“Las FARC reiteran su disposición a usar solo las palabras como un arma par construir el futuro”, dijo en una declaración. “Con el resultado de hoy, sabemos que nuestro reto como un partido político es todavía mayor, y requiere de más esfuerzo para construir una paz estable y duradera”.

La pregunta que se les planteó a los electores fue simple: “¿Apoya el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?”. Sin embargo, es una que ha dividido a este país durante generaciones, conforme gobiernos sucesivos combatieron una guerra que parecía no tener fin y los rebeldes marxistas se metían a la selva para ser lo que resultó una insurgencia perdida.

Para muchos colombianos que habían aguantado años de secuestros y asesinatos por parte de los rebeldes, el acuerdo era demasiado indulgente. Se habría permitido que la mayoría de los combatientes de base iniciaran vidas como ciudadanos normales y que los dirigentes recibieran sentencias reducidas por sus crímenes de guerra.

“No hay justicia en este acuerdo”, dijo Roosevelt Pulgarib, de 32 años, un maestro de música, quien emitió su voto en contra del acuerdo en un día lluvioso, en una escuela primaria de Bogotá, la capital. “Si gana el no, no tendremos paz, pero, por lo menos no le regalaremos el país a las guerrillas. Necesitamos mejores negociaciones”.

María Fernanda González, de 39 años, una administradora en una empresa de telecomunicaciones que votó en contra del acuerdo, dijo que, simplemente, no confía en las FARC.

“¿Por qué no entregaron las armas y le dijeron al mundo lo que les pasó a las personas a las que secuestraron, como un gesto durante las conversaciones?”, preguntó.

Su hogar parecía reflejar las profundas divisiones en Colombia, ya que su esposo, Carlos Gallón, de 42 años, un ingeniero, votó por el acuerdo. Gallón dijo que el país no tenia otra opción más que dejar de pelear.

Sin embargo, con todo, admitió: “Yo entiendo porque ella votó no”.

El resultado del referendo trastocó el cronograma para terminar la insurgencia de las FARC en unos meses. Los rebeldes habían estado de acuerdo en abandonar de inmediato sus campos de batalla por 28 “zonas de concentración” en todo el país, donde, en los siguientes seis meses, entregarían las armas a grupos de Naciones Unidas.

De conformidad con el acuerdo, se esperaba que se les concediera amnistía a los combatientes de base. Quienes estuvieran involucrados en crímenes de guerra serían juzgados en tribunales especiales con sentencias reducidas, muchas de las cuales se esperaba que implicaran años de trabajo comunitario, como remover las minas terrestres que colocaron las FARC alguna vez.

Los expertos dijeron el domingo que parecía imposible que el gobierno pudiera volver a combatir a las FARC. Sería muchísimo más factible tratar de persuadir a los oponentes en el Congreso colombiano, más notablemente el expresidente Alvaro Uribe, quien había liderado la lucha en contra del acuerdo, para que aceptaran un nuevo acuerdo.

“Todos han dicho, incluidos los que se inclinaron por el no, que podrían renegociar el acuerdo, pero, obviamente, eso tendría retos políticos”, comentó César Rodríguez, el director del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad, una organización no gubernamental con sede en Colombia que se centra en temas legales. “Fue una mayoría reducida, pero una mayoría válida, y eso tiene consecuencias”.

La noche del domingo, los políticos que se habían manifestado contundentemente en contra del acuerdo enviaban la señal de que ya era tiempo de negociar términos más severos con los rebeldes.

“Queremos rehacer el proceso”, dijo Francisco Santos, un vicepresidente con Uribe, quien estuvo en contra del acuerdo, pero apoya una paz eventual con las FARC. “En la democracia, a veces ganas, pero a veces pierdes”.

Al final, la guerra duró tanto que podría haber sido difícil que muchos colombianos perdonaran a las FARC.

“Los adultos que nacieron antes de la guerra ahora suman muy pocos”, comentó Juan Gabriel Velásquez, un novelista que votó por el acuerdo. “Como sociedad, somos un caso en masa de estrés postraumático, porque hemos crecido en medio del miedo, la ansiedad, el ruido de la guerra”.

Quizá el mayor ganador del domingo haya sido Uribe, el expresidente, y la extrema derecha colombiana, mismo que había prometido hundir al acuerdo en las urnas. Uribe había argüido que el acuerdo era tan indulgente para los rebeldes, a los que, dijo, se les debería procesar como asesinos y narcotraficantes.

“La paz es una ilusión, el acuerdo de La Habana engañoso”, escribió Uribe el domingo en Twitter, después de emitir su voto por el no.

Al final, la reducida mayoría de colombianos estuvo de acuerdo con él.