El renacimiento religioso de China alimenta el activismo ambiental

MONTAÑA MAO, China — Lejos de las plantas de electricidad que emanan smog en las ciudades cercanas, en una ladera cubierta de paneles solares y magnolias florecientes, Yang Shihua habla sobre la necesidad de una revolución.

Yang, el abad de la Montaña Mao, un sitio sagrado taoísta localizado al este de China, se siente profundamente frustrado por la indiferencia ante una agobiante crisis de contaminación que ha dejado inhóspita la tierra y el cielo de un gris inquietante. Así que se ha dispuesto a impulsar medidas a través de la religión, construyendo un templo ecológico de 17.7 millones de dólares y citando textos de 2,000 años de antigüedad para oponerse a los desechos y la contaminación.

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“A China no le falta dinero; le falta la reverencia por el ambiente”, dice Yang. “Nuestra moralidad está en declive, y nuestras creencias se han perdido”, considera.

En China, cientos de millones de personas se han convertido recientemente a religiones como el taoísmo, budismo, cristianismo y el islam, buscando un sentido de propósito y escape de la cultura consumista de China.

Ahora, el renacimiento religioso de la nación está ayudando a alimentar un despertar ambiental.

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Los líderes espirituales están invocando conceptos como el karma y el pecado para ridiculizar los excesos del desarrollo económico. Seguidores religiosos están creando organizaciones de servicios sociales para vigilar a los contaminadores. Los defensores citan su fe para protestar contra planes de construir fábricas y centrales eléctricas cerca de sus hogares.

“Ciertamente es una fuerza muy poderosa”, dice Martin Palmer, secretario general de la Alianza de Religiones y Conservación, un grupo que trabaja con líderes espirituales chinos. “La gente se está preguntando ‘¿Cómo das sentido a la vida?’ Muchísimos están buscando algo más grande que ellos mismos, y cada vez más lo encuentran en el medio ambiente”, señala.

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El gobierno chino, que regula el culto y limita el activismo, hasta ahora ha tolerado el aumento de los ambientalistas religiosos.

El presidente Xi Jinping ha defendido el estudio de las tradiciones chinas, incluyendo el taoísmo y el confucionismo, en parte para contrarrestar la influencia de las ideas occidentales en la sociedad china. Xi, expresando el sueño chino, ha llamado a volver a las raíces de China como “civilización ecológica”; una visión que ha descrito como tener “aguas claras y montañas verdes” por todo el país.

La Montaña Mao, con sus franjas de tierra virgen, se erige como monumento a la naturaleza. Chongxi Wanshou, el templo ecológico de Yang, abrió en agosto de 2016. Sus 8 hectáreas incluyen un jardín de verduras orgánicas. Ahí cerca hay una estatua gigante de Lao-tzu, el fundador del taoísmo, quien es venerado aquí como un “dios verde”. Panales de abejas cuelgan tranquilos, y hay letreros que recuerdan a los visitantes que las ramas y los árboles son sinónimos de vida.

Los líderes espirituales de la montaña dicen que están buscando definir un tipo de ambientalismo distintivamente chino, uno que enfatice la armonía con la naturaleza en lugar de las nociones occidentales de “salvar a la Tierra”.

Xuan Jing, un monje taoísta, dice que las nociones occidentales del ambiente se enfocan en tratar los síntomas de un problema, no la enfermedad subyacente.

“Hay que curar el alma antes de poder curar los síntomas”, señala. “La raíz yace en los deseos humanos”, considera.

Mientras bebe té, apunta enseñanzas taoístas: “Los humanos siguen a la Tierra, la Tierra sigue al cielo, el cielo sigue al taoísmo, el taoísmo sigue a la naturaleza”.

Muchos líderes espirituales también están energizados por lo que ven como una oportunidad para que China se convierta en líder mundial de temas ambientales, con Estados Unidos mostrando nuevo escepticismo respecto a causas como el combate al cambio climático.

“Todos vivimos juntos en la Tierra; no estamos asilados”, dice Yang criticando la decisión del Presidente Donald Trump de retirarse del acuerdo climático de París. “Como taoístas, debemos trabajar para influenciar a las personas en China y en el extranjero para que sean parte de la protección ecológica”, explica.

El ambientalismo también está infundiendo a otras religiones en China, inspirando a budistas, cristianos y musulmanes para que tomen acción.

En Nanjing, la capital de la provincia de Jiangsu, situada a aproximadamente una hora de la Montaña Mao, Li Yaodong, un jubilado del Estado y budista de 77 años, es el fundador de una organización sin fines de lucro llamada Mochou, o “libre de preocupaciones”, dedicada a limpiar lagos contaminados.

Li dice ver paralelos entre su fe y la protección del ambiente. Pregona con el ejemplo, usando ropa de segunda mano que se la dan sus hijos y recolectando materia prima usada para devolver a las fábricas.

“Desde una perspectiva de protección ambiental, salvar significa reducir las emisiones de carbono”, apunta Li. “Desde una perspectiva budista, significa acumular méritos y hacer buenas acciones”, explica.

Los musulmanes y los cristianos también se están expresando en temas ambientales, usando su fe para mover a las masas. China alberga a más de 60 millones de cristianos y más de 20 millones de musulmanes, según algunos estimados.

Shen Zhanqing, un pastor que trabaja para la organización de beneficencia cristiana Fundación Amity, dice que muchos miembros de la iglesia se sintieron inspirados por la religión para ayudar a proteger al ambiente. La fundación ha organizado grupos de estudio sobre temas como la reducción de emisiones de carbono y el cambio climático, y alienta a los miembros a concurrir a la iglesia en autobuses.

“La decadencia de los seres humanos ha destruido el medio ambiente en China”, dice Shen. “Nuestro propósito es proteger la creación de Dios”, apunta.

En la Montaña Mao, los monjes se reúnen cada mañana para leer textos antiguos y escribir caligrafía junto a árboles y piedras. Cientos de visitantes suben las escaleras cada día para presentar sus respetos a Lao-tzu. Para limitar la contaminación, se les prohíbe prender más de tres varitas de incienso por persona.

Yang dedica la mayor parte de su tiempo a persuadir a funcionarios locales de toda China para que separen áreas de protección natural, una idea poco popular en muchas partes. También ha trabajado para atraer al taoísmo a gente joven y rica de las ciudades. Muchas de estas personas están deseosas de una causa espiritual y han respondido cálidamente a la aceptación del ambientalismo por parte de los líderes taoístas.

Autoridades taoístas también se han dejado oír durante los últimos años en reuniones nacionales de liderazgo, llamando al gobierno a tomar más acciones para prevenir catástrofes ambientales.

El abad reconoció que pudiera parecer extraño que los taoístas (quienes practican una filosofía de “wu wei”, o inacción) lideren un llamado al cambio. Aun así, dice que es importante dar el ejemplo.

“El taoísmo tiene casi 2,000 años de historia; la protección ambiental no es nueva para nosotros”, afirmó el abad. “Debemos tomar acción”, agregó.

Javier C. Hernández
© 2017 New York Times News Service