Rogue One: héroes anónimos  

MONTERREY, NL (apro).- En la mitología de Star Wars no se conocía la historia previa de los rebeldes que, con el código Rogue One, cambiaron el destino de la galaxia.

 

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Eslabón que une la serie a la mitad, precuela del Episodio IV Una nueva Esperanza, Rogue One: una historia de Star Wars (Rogue One: a Star Wars story) presenta los hechos, desconocidos hasta ahora, que desencadenaron la exitosísima saga, que inició en 1977 cuando Leia y los rebeldes se apropian de los planos para destruir la Estrella de la muerte.

 

El génesis del universo creado por George Lucas y continuado, ahora, bajo la tutela de Disney, le dio la oportunidad al guionista Tony Gilroy y al director Gareth Edwards de hacer maravillas en este spin off, con la incorporación de nuevos personajes entrañables, y con un formato de aventura idéntica a cada una de las entregas de la serie.

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En este principio, existe un noble sabio de la ingeniería que es forzado a construir la gigantesca máquina con la que el Imperio pretende dominar la Galaxia. La ya conocida estrella puede destruir un planeta completo, si es que sus pobladores rechazan alinearse con la voluntad del emperador.

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La hija de este buen hombre crece apartada de todos y se convierte en una delincuente rebelde, de carácter indomeñable. Hasta que un día encuentra la manera de robar los planes para destruir la super máquina del mal. Hace equipo con guerrilleros de la resistencia, que emprenden una misión suicida para ingresar al edificio donde los planos del armatoste se encuentran resguardados.

 

Diego Luna, en su papel de Cassian Andor, demuestra su enorme fuerza histriónica y se luce como un personaje sólido, que opaca a la protagonista Felicity Jones, que interpreta a la resentida Jyn Erso. El mexicano es, en actitud y vestuario, una especie de nieto de Han Solo, aunque en una versión nada irónica de resentido social. Como pistolero desalmado y de gatillo fácil, vive abrumado por su condición de sometido. Conocer a la chica mueve a la acción y le da un nuevo sentido a su vida, pese a la condición desesperada de la incursión que pretenden, extremadamente peligrosa.

 

Cargada de humanidad y mucho drama, la historia se concentra en los progresos rebeldes para conquistar el objetivo. Con muy poco humor y muchos combates en aire y en tierra, la cinta avanza en territorios de sombras. Estos soldados anónimos y feroces, ansiosos de libertad, forman un equipo genial de desconocidos que se unen y abrevan de La Fuerza que les proyecta uno de ellos, un Jedi ciego, perfecto guerrero.

 

Rogue One tiene grandes momentos de acción. Se ve la trepidante imagen, desde el suelo, de un planeta entero destruyéndose por acciones de la estrella mortífera. Aparecen, también los ya conocidos vehículos mortíferos AT-AT cuadrúpedos y enormes, disparando desde lo alto a las fuerzas rebeldes.

 

Extrañamente, la animación desmerece en comparación con SW: El despertar de la fuerza. Aquí, aunque  hay espectaculares batallas en el aire, los hangares, las naves y muchos escenarios se ven evidentemente plásticos, como maquetas y modelos para armar.

 

Hay regalos deliciosos para los fans. R2D2 y C3PO se dejan ver y merecen aplausos. Pero las mayores fanfarrias son para Darth Vader. El gigante oscuro está de regreso. Lo mejor es que está de vuelta a la acción, pateando traseros y blandiendo con maestría su implacable sable láser.

 

Es fenomenal y sobrecogedora la música incidental del maestro Michael Giacchino, inspirada en los acordes clásicos de Williams.

 

Este octavo capítulo de la saga es una gran aportación. Sus personajes difícilmente serán incorporados como cásicos al panteón de Star Wars, pero serán recordados con afecto.

 

Los conocedores pueden encontrar algunas inconsistencias cronológicas.

 

Rogue One puede ser disfrutada por cualquiera, incluso, para quienes no están familiarizados con la serie, aunque tiene una obvia dedicatoria a la feligresía que siempre busca la magia original.