Ruego en brote de fiebre amarilla: no maten a los monos

RÍO DE JANEIRO ⎯ Mientras se propagan los temores por el resurgimiento de la fiebre amarilla, funcionarios de salud están emitiendo una advertencia: dejen de matar a los monos.

Algunos agresores mataron monos a palos en reacciones de pánico por el brote más alarmante en Brasil en décadas de un virus que asoló al país en el siglo XIX y principios del XX. Las autoridades encontraron a otros monos muertos con los cráneos fracturados después de haber sido atacados a pedradas. Un mono fue totalmente quemado.

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Especialistas en enfermedades infecciosas dicen que la gente está tomándola contra el blanco equivocado. Los mosquitos, no los monos, son realmente el vector del virus, y los monos están muriendo por fiebre amarilla en cifras mucho más altas que las personas en Brasil. Quienes matan a los monos están empeorando las cosas al mermar las poblaciones de primates que sirven como señales de alerta de dónde se está propagando la fiebre amarilla, dijeron epidemiólogos.

“Están poniendo a los seres humanos en mayor riesgo al matar al mensajero”, dijo Renato Alves, un funcionario del Ministerio de Salud de Brasil que está dando seguimiento al brote. “Los monos son un mecanismo de alerta crucial que monitoreamos para desplegar vacunas y esfuerzos de prevención en los lugares correctos”.

Los ruegos de las autoridades de dejar de matar a los monos en Brasil, que tiene la diversidad de primates más rica de cualquier país, se dan en medio de una extendida preocupación por el nuevo vigor de un virus que se clasificó entre las mayores amenazas para la salud pública aquí antes de que empezaran los programas de vacunación masiva en los años 40.

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La fiebre amarilla, que puede incluir síntomas como ictericia, fiebre alta y falla multiorgánica, ha matado a por lo menos 240 personas en los últimos meses, indicó el Ministerio de Salud de Brasil. La enfermedad, normalmente encontrada en partes de la cuenca del río Amazonas, se ha extendido a los estados más poblados del país: Minas Gerais, Río de Janeiro y Sao Paulo.

Conforme la fiebre amarilla salía del Amazonas, las autoridades en varias áreas del sureste de Brasil reportaron episodios en las últimas semanas de monos que estaban siendo matados ilegalmente, involucrando una variedad de métodos que incluyen el envenenamiento y la caza de primates con rifles o garrotes.

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Las matanzas reflejan la amplia confusión en Brasil sobre cómo se extiende la fiebre amarilla. Los casos que son selváticos, o que se presentan en la naturaleza, involucran a monos que son infectados por especies de mosquitos que habitan en el follaje de la selva.

Los mismos mosquitos luego transmiten el virus a los humanos que hacen incursiones en la selva, como los buscadores de oro, los cazadores o los leñadores. Esos brotes a menudo son relativamente pequeños. Aunque la fiebre amarilla a menudo es asintomática en los pacientes, los enfermos que desarrollan síntomas severos pueden morir en un plazo de siete a 10 días.

“La gente en las regiones donde la fiebre amarilla está en marcha a menudo no se da cuenta de cuán esenciales son los monos para informarnos sobre la enfermedad”, dijo Danilo Simonini Teixeira, presidente de la Sociedad Brasileña de Primatología.

Los monos han muertos en cantidades mucho más altas que los humanos en el brote selvático actual de Brasil. Las autoridades brasileñas estiman que más de 4,400 monos han muerto de fiebre amarilla en los últimos meses; subespecies como los monos aulladores pardos del sur son especialmente vulnerables.

Aunque el brote tiene nerviosas a muchas personas en Brasil, los especialistas en virus temen a la posibilidad de que la fiebre amarilla pudiera salirse de control propagándose rápidamente por las ciudades, despertando los fantasmas de epidemias que devastaron a áreas urbanas como Río de Janeiro hace más de un siglo.

En los brotes urbanos, las personas infectadas a menudo introducen la fiebre amarilla en áreas densamente pobladas donde el virus puede ser transmitido por los mosquitos Aedes aegypti, la misma especie endiabladamente resistente que propaga los virus del chikungunya, el dengye y el zika.

Aunque África ha enfrentado recientemente estos brotes urbanos, incluyendo una epidemia en Angola en 2016, son raros en las ciudades sudamericanas. En 2008, los epidemiólogos encontraron transmisión de fiebre amarilla por Aedes aegypti en la capital de Paraguay, Asunción. Se cree que el último brote urbano confirmado de fiebre amarilla en el continente americano fue durante los años 40.

Mientras las autoridades hacen frente de nuevo a la fiebre amarilla en Brasil, están expresando alivio de que no haya evolucionado a un brote urbano. Se están distribuyendo casi 19 millones de dosis de la vacuna en áreas donde el virus se está propagando. La Organización Mundial de la Salud también está proporcionando a Brasil 3.5 millones de la vacuna de sus reservas de emergencia.

Además de instar a la gente a vacunarse y dejar de matar a los monos, los funcionarios brasileños están diciendo a la gente que elimine los lugares con agua estancada donde los mosquitos pueden reproducirse, como neumáticos desechados o los pisos de las regaderas. Sin embargo, en las partes pobres de Brasil donde la fiebre amarilla ha golpeado duramente, algunos dicen que las autoridades han actuado lentamente.

“Es evidente que cazar monos está mal, pero cuando los monos empezaron a aparecer muertos por fiebre amarilla debieron haber comenzado las vacunaciones”, dijo Dalila de Oliveira, una manicurista de 30 años de edad. Su primo Watila dos Santos, un obrero de la construcción de 38 años de edad, murió en marzo por el virus en Casimiro de Abreu, un área en el interior del estado de Río de Janeiro.

“Fue al hospital público y le diagnosticaron erróneamente sinusitis”, dijo Oliveira. “Las autoridades pudieron haber sido más agresivas para prevenir esta tragedia, pero prefirieron minimizar la situación”.

El ministro de Salud de Brasil, Ricardo Barros, reconoció en una entrevista que menos personas habrían muerto en los meses recientes si el gobierno hubiera respondido más vigorosamente en las primeras etapas del brote.

“Pudo haber habido una falla en el bloqueo de la vacunación después de que empezaron a aparecer muertos los primeros monos en Minas Gerais”, dijo Barros, refiriéndose al estado brasileño que ha sido el más duramente afectado en el brote, con más de 160 víctimas.

Especialistas en enfermedades infecciosas están tratando de determinar por qué la fiebre amarilla está surgiendo con mayor ferocidad este año en Brasil. La doctora Anna P. Durbin, investigadora de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de Johns Hopkins, dijo que pudiera estar en juego una combinación de factores, incluidos el cambio climático y la deforestación de áreas que sirven como zonas de amortiguamiento entre las selvas tropicales y las áreas urbanas.

“Una gran preocupación es que el virus salte el canal de Panamá” hacia Centroamérica, dijo Durbin.

El virus también podría tener el potencial de propagarse a Puerto Rico, y causar casos relacionados con viajes en el Estados Unidos continental, señalaron recientemente los doctores Anthony S. Fauci y Catharine I. Paules, ambos del Instituto Nacional de Enfermedades Alérgicas e Infecciosas, en The New England Journal of Medicine. A fines de abril, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) advirtieron de una escasez de vacunas para la fiebre amarilla en Estados Unidos debido a recientes problemas de manufactura.

Mientras los epidemiólogos monitorean el avance de la fiebre amarilla en partes de Brasil, los monos siguen apareciendo muertos, ya sea a manos del hombre o como resultado del virus. Investigadores dicen que el virus está amenazando a especies ya en riesgo de extinción, como el tamarino león dorado, que vive en los bosques del estado de Río de Janeiro.

Karen Strier, una antropóloga de la Universidad de Wisconsin que ha estudiado a los monos en el Bosque Atlántico en Brasil desde los años 80, dijo que nunca había visto a los monos morir por enfermedad en cantidades tan altas. Describió una “sensación de vacío” en una reserva cerca de Caratinga en el estado de Minas Gerais, donde los monos aulladores habían desaparecido en gran medida.

Simon Romero
© 2017 New York Times News Service