Rusia busca poblar su lejano oriente. Blandengues abstenerse

KAMEN-RYBOLOV, Rusia – Parado con el lodo hasta los tobillos en un cenagoso pastizal a más de 6,500 kilómetros de su hogar, Yuri A. Bugaev sondeó un páramo infestado de mosquitos que el gobierno ruso está ofreciendo a aspirantes a pioneros, bajo su versión de tiempos modernos de la Ley de fincas de 1862 en Estados Unidos.

“Esto no es realmente lo que yo tenía en mente”, dijo Bugaev, quien había viajado a través de siete zonas horarias desde San Petersburgo, Rusia, para ir en busca de las posibilidades para colonos en el Lejano Oriente del país, territorio escasamente poblado equivalente a dos tercios del tamaño de Estados Unidos.

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La nueve regiones del Oriente Lejano marcadas para asentamientos en la donación gubernamental de tierra, que empezó el 1 de junio, abarcan más de un tercio de Rusia pero albergan a solo 6.1 millones de personas. Eso es tan solo 4 por ciento de la población del país, comparado con los 110 millones de chinos que viven al otro lado de la frontera en las tres provincias que integran Manchuria.

Bugaev es un cosaco dedicado, aunque sedentario mayormente, una fraternidad de varios siglos de antigüedad de guerreros eslavos, saqueadores y rebeldes enamorados de la libertad. Un retorno romántico a generaciones anteriores de cosacos que se asentaron y aseguraron las fronteras del imperio ruso, él considera que convencer a sus hermanos cosacos y otros rusos de mudarse al oriente es la única forma de mantener tierras de Rusia mayormente vacías a salvo de China.

Durante años, dijo, él había soñado con Rusia acogiendo, o más bien reacogiendo, el espíritu pionero, y le deleitaba el respaldo que el Kremlin le daba a un programa enfocado a reafirmar el destino manifiesto del país como una potencia a horcajadas sobre continentes.

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De la misma forma, concedió que no muchos rusos viviendo del lado europeo de Rusia, quienes sueñan con una casa en Londres o en París, ni una sola choza en un pantano cerca de China, comparten su celo por una nueva vida en silvestres regiones del oriente que muchos asocian con campos de trabajo y convictos.

“La mayoría de la gente hoy día no quiere una aventura”, dijo.

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Sin embargo, el gobierno ruso está decidido a probar lo contrario y a darle cierta sustancia a una directriz del Presidente Vladimir Putin en 2013, en el sentido que el desarrollo de Siberia y el Lejano Oriente debe ser “nuestra prioridad nacional para la totalidad del siglo XXI”.

La manera de convencer a la gente de establecerse en el Lejano Oriente es una cuestión que ha preocupado y confundido a gobernantes rusos desde la creación de una base de la naval rusa en el océano Pacífico en Ojotsk, en el siglo XVII. Cosacos, convictos y desesperados campesinos a menudo han sido los únicos que los aceptan.

En tiempos comunistas, campos de trabajo, profusa inversión en remotos sitios industriales y la construcción de unas segundas vías del tren a través de Siberia y el Lejano Oriente revivieron el flujo de gente al oriente. Sin embargo, esto terminó con la caída de la Unión Soviética en 1991, y los residentes empezaron a alejarse poco a poco. La población de más de 8 millones registró un descenso de alrededor de 2 millones.

El ministerio de Rusia para el Desarrollo del Lejano Oriente, la dependencia que maneja este gambito más reciente en los sucesos, adujo un sondeo que éste había comisionado, diciendo que 20 por ciento de los rusos estarían listos para mudarse al oriente si les regalaran tierra. El ministerio dijo que rusos más jóvenes se mostraron incluso más entusiastas, con más de 50 por ciento expresando interés en dirigirse al oriente para aprovechar la oferta: una hectárea gratis por persona.

Pero, como ocurre frecuentemente en Rusia, exageradas esperanzas y planes han corrido muy delante de la realidad en el terreno, donde burócratas, terrible clima e inmensas distancias conspiran para sofocar las ambiciones del Kremlin.

“Todo son castillos en el aire”, dijo Vladimir V. Mishchenko, el director del distrito Jankaisky, una de nueve áreas elegidas por Moscú para poner a prueba el programa de tierra sin costo. Él se quejó de que todo el asunto había sido soñado por gente en Moscú que no tenía comprensión alguna del Lejano Oriente, pero necesitaban mostrarle al Kremlin que ellos estaban haciendo algo.

Por ahora, la tierra gratis se restringe a pequeñas áreas, como la de Jankaisky alrededor de Kamen-Rybolov, aislado asentamiento al norte de Vladivostok, y está abierto solo a rusos que ya viven en el Lejano Oriente.

Pero, a partir de febrero, todos los ciudadanos rusos pueden solicitarlo, y Bugaev quiere asegurarse de que él está preparado para “ayudar a salvar a Rusia”.

Al comienzo de su misión de búsqueda, después de un vuelo de nueve horas a Vladivostok desde Moscú, encontró su hotel repleto de turistas, en su mayoría chinos. Usando su sombrero cosaco de pieles, declaró que su misión era incluso más urgente de lo que él había creído.

Emprendió la marcha al día siguiente hacia Kamen-Rybolov para inspeccionar la tierra que se ofrecía, conduciendo durante horas bajo lluvia torrencial a través de empapada taiga y aldeas en su mayoría vacías.

Sin amilanarse, dijo creer que había suficientes almas resistentes ya listas para unirse a su organización, el Movimiento social hectárea del Lejano Oriente, unidad privada en San Petersburgo para suscitar interés en el programa de tierra gratis y para organizar nuevos asentamientos.

Su sitio en internet explica que es posible ser un pionero sin siquiera salir de casa, cuando menos para empezar. La gente puede meramente solicitar tierra gratis y reunir lo que obtengan para que unas pocas almas aventureras puedan desarrollar un lote mayor.

Si esto funciona, aquellos que contribuyen tierra pero se quedan en San Petersburgo pueden mudarse a oriente más adelante, después de que se haya hecho la mayoría del trabajo duro.

“Prácticamente nadie quiere venir acá justo en estos momentos”, concedió Bugaev, quejándose de que las parcelas disponibles – 10,033 metros cuadrados por persona – no puedan de manera alguna soportar la agricultura sustentable o cualquier otra empresa conjunta de negocios. (Los pioneros norteamericanos recibieron más de 60 veces esa cantidad – 64 hectáreas – bajo la Ley de fincas.)

El plan ruso ha sido ridiculizado porque se considera una soñadora maniobra patriótica preparada por creadores de imagen del Kremlin o una estafa que terminará enriqueciendo a oficiales, quienes tienen el derecho a recuperar la tierra después de cinco años si deciden que no se han cumplido objetivos de desarrollo.

De las 460 personas que han solicitado desde el 1 de junio, dijo Mishchenko, fueron rechazados de plano 390 porque no lograron suministrar la información necesaria. En total, solo cuatro personas, todas de Vladivostok, han asegurado lotes desde entonces.

“Para cualquier agricultura significativa, se necesitan 5,000 hectáreas para empezar”, dijo Mishchenko. “Y esas tierras no existen. Ya fueron arrebatadas largo tiempo atrás”.

Sin disuadirse por su hallazgo inicial en el distrito de Jankaisky, Bugaev siguió presionando. Un líder cosaco en la administración regional de Vladivostok, Oleg Melnikov, le aseguró que la entrega de tierra estaba en marcha y no enfrentaba problemas serios.

A una empresa local involucrada en agricultura también le gustaron los planes de Bugaev para una versión actualizada de agricultura colectiva y lo exhortó a enfocarse en intentar localizar gente en San Petersburgo que esté lista para solicitar lotes de tierra.

“Creo que todo esto se solucionará”, dijo Bugaev, viendo con recelo a turistas chinos apretujados en el vestíbulo de su hotel en Vladivostok. “Esto no es solo por aventura sino para salvar a Rusia”.