Rusia y Estados Unidos llegan a un nuevo acuerdo sobre el conflicto Sirio

David E. Sanger informó desde Ginebra y Anne Barnard en Beirut. Con la colaboración en la investigación de Rick Gladstone en Nueva York y Helene Cooper en Washington.

GINEBRA _ Temprano el sábado, Rusia y Estados Unidos llegaron a un acuerdo sobre un nuevo plan para reducir la violencia en el conflicto sirio que, de resultar exitoso, podría, por primera vez, llevar a que las dos potencias tuvieran como objetivo militar conjunto a los yihadistas islámicos en Siria.

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Se llegó al acuerdo tras 10 meses de intentos por detener los combates y suspender los esfuerzo de un arreglo político en un conflicto que comenzó hace más de cinco años.

Ese conflicto ha dejado casi medio millón de muertos, creó la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial y convirtió a Siria en una importante incubadora para el reclutamiento del Estado Islámico y del Frente Nusra, una organización afiliada a Al Qaeda.

El secretario estadounidense de Estado, John Kerry y su contraparte rusa, Sergei Lavrov, anunciaron el acuerdo de Ginebra tras semanas de negociaciones a las que habían dañado por, en palabras del presidente Barack Obama, una profunda “desconfianza” entre Rusia y Estados Unidos, que apoyan a lados opuestos en Siria, pero comparte la antipatía por los florecientes yihadistas islámicos allá.

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Las relaciones entre ambos países, que han empeorado durante gran parte del gobierno de Obama, se han visto afectadas especialmente por acusaciones de piratería informática y de subterfugios en la política estadounidense por parte de los rusos. Las tensiones se han exacerbado todavía más por los efusivos elogios que el candidato presidencial republicano Donald Trump le ha hecho al presidente de Rusia, Vladimir Putin.

Los sirios de todas las partes recibieron con escepticismo al nuevo acuerdo sobre Siria, cuya vigencia empieza el lunes, y conlleva muchos riesgos de fracasar, lo cual reconocieron el Pentágono y Kerry. “Nadie está basando esto en la confianza”, dijo. “Lo estamos basando en la supervisión y el acatamiento”.

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El plan empieza con “una reducción genuina”, según palabras de Kerry, de la violencia durante siete días continuos, así como amplio acceso humanitario, irrestricto, a Alepo, la devastada ciudad norteña y otras zonas sitiadas.

Si eso funciona en el periodo inicial, se supone que Estados Unidos y Rusia establecerían, entonces, un centro conjunto de implementación donde compartirán datos sobre objetivos y empezarían a coordinar los bombardeos contra los extremistas del Frente Nusra y del Estado Islámico.

El elemento clave es que, entonces, se supone que Rusia debería evitar que las fuerzas del presidente Bashar Asad de Siria lleven a cabo cualquier operación aérea sobre zonas controladas por el Frente Nusra u otras fuerzas de oposición. Estados Unidos espera que esto termine el lanzamiento de bombas de barril _ incluidos los ataques con gas de cloro _ que han puntualizado la brutalidad en el conflicto.

A cambio, Estados Unidos debe persuadir a las organizaciones de oposición a las que ha apoyado para que se separen de las fuerzas del Nusra. Asad ha atacado a muchas de ellas bajo el pretexto de ir contra combatientes del Frente Nusra.

Funcionarios estadounidenses expresaron reservas contundentes en cuanto a que pueda servir este nuevo acuerdo. El Pentágono, suspicaz de tiempo atrás sobre las intenciones de Rusia en Siria, es especialmente escéptico, ya que, hace un año, el Kremlin desplazó primero fuerzas militares para ayudar a Asad. El secretario de la Defensa Ash Carter y otros funcionarios del gobierno de Obama plantearon interrogantes sobre si Rusia o el gobierno de Asad cumplirían con los términos.

El anuncio que hizo Kerry del acuerdo, con Lavrov a su lado, estaba impregnado de advertencias.

“Nosotros creemos que el plan, de implementarse, si se sigue, tiene la capacidad de proporcionar un punto de inflexión, un cambio”, comentó Kerry. Sin embargo, sonó muchísimo más cauteloso aquí que en Múnich, en febrero, cuando anunció “el cese de hostilidades”, que falló después.

Se llegó al acuerdo más reciente tras divisiones agudas dentro del gobierno de Obama sobre la sensatez de compartir información sobre los objetivos militares con Rusia, y las acusaciones de que los rusos han utilizado el periodo de negociaciones para ayudar a Asad a volver a tener el control en Alepo y atacar a las organizaciones de oposición a las que apoya Estados Unidos.

Para el presidente Barack Obama, quien le pidió a Kerry que siguiera trabajando en las negociaciones después de que no pudo llegar a ningún acuerdo con Putin durante la cumbre del Grupo de los 20 en China el fin de semana pasado, el nuevo acuerdo conlleva riesgos considerables.

Por ejemplo, si en los bombardeos contra sitios del Nusra hay víctimas civiles – casi inevitable dada la proximidad de las organizaciones extremistas con los civiles _ habrá acusaciones sobre quién es responsable. A los funcionarios del Pentágono también les preocupa que Rusia use los datos sobre los objetivos militares para saber más de cómo es que las fuerzas estadounidenses los identifican y atacan, en un momento en el que es frecuente que las fuerzas de ambos países estén cerca unas de otras en Europa.

Para Kerry, llegar a este acuerdo se ha convertido en una misión personal, una que, a veces, hace que entre en conflicto con la Casa Blanca. Ha presionado para que haya un compromiso militar más fuerte con Siria y apoyo para algunas organizaciones de oposición, junto con acciones encubiertas más agresivas, según funcionarios gubernamentales. Obama y otros en la Casa Blanca han sido renuentes temiendo que aun si pudieran organizar una transición en Siria ello podría crear un vacío de poder que podrían aprovechar Irán, Rusia y organizaciones terroristas extremistas.

El escepticismo estadounidenses está enraizado, en parte, en el fallido acuerdo del cese de las hostilidades al que llegaron con los rusos en febrero. Ese acuerdo se colapsó semanas después, cuando Rusia movilizó artillería pesada al área de Alepo para ayudar a las fuerzas de Asad.

Todas las partes sirias, recibieron con escepticismo el plan, en particular, las organizaciones armadas de oposición y sus partidarios, los que, en términos generales, han llegado a creer que Estados Unidos ha perdido el interés en derrocar a Asad y está dispuesto a ver que los eliminen.

Quedó clara la poca confianza que los sirios tienen en la comunidad internacional _ en especial después del cese al fuego de tan poca duración en febrero _ por las tibias reacciones iniciales ante el acuerdo, aun cuando contiene la posibilidad de que, al menos temporalmente, se calme la violencia.

Las organizaciones armadas de oposición pensaron que el acuerdo les ordenaba sacar de sus zonas a los combatientes del Nusra, mejor armados, pero carecen de potencia militar para hacerlo solos o enfrentarse al ataque de Estados Unidos; un país que, por años, le ha proporcionado entrenamiento y armamento a algunas de las organizaciones rebeldes.

Algunos oponentes al gobierno notaron que el acuerdo se produce horas después de que las fuerzas militares sirias _ con apoyo aéreo ruso _ reestablecieron el sitio de las secciones de Alepo bajo control rebelde.

Mientras Kerry empezaba su anuncio notando que los ataques aéreos de Asad fueron, como dijo: “la principal motivación de bajas civiles y flujos de emigrantes”, el acuerdo _ como se describió en parte _ contiene muchas fisuras que podrían permitir que continuaran esos ataques.

No se describió ninguna medida que hiciera que algún partido rindiera cuentas en caso de haber violado los términos de un acuerdo al que se estaba llegando cuando Estados Unidos tiene poca ventaja sobre Rusia en Siria.

David E. Sanger and Anne Barnard
© 2016 New York Times News Service