Salud personal: redescubriendo la cocina para la salud del corazón

© 2016 New York Times News Service

Primero la mala noticia: Tras décadas de importante progreso en la reducción de muertes a causa de enfermedades del corazón y vasos sanguíneos, el descenso en la mortandad cardiovascular se ha desacelerado considerablemente, con base en el informe más reciente de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EU, conocidos como CDC. Los investigadores dijeron que sus hallazgos eran “alarmantes”, sugiriendo que los beneficios cardiovasculares a partir de intervenciones médicas pudieran haber llegado un punto de saturación y que mejoras ulteriores dependen en buena medida de cambios en la sociedad y la conducta personal.

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Los nuevos datos, publicados en junio por JAMA Cardiología, abarcaron los años de 2000 a 2014. De 2000 a 2010, las tasas anuales de disminución para todas las muertes cardiovasculares – enfermedades del corazón y embolia promediaron 3.69 por ciento para los hombres y 3.98 por ciento para mujeres. Pero desde 2011, los índices de disminución bajaron a tan solo 0.23 por ciento para hombres y 1.17 por ciento para mujeres.

Estos hallazgos apuntan a un “casi estancamiento” en el control de enfermedades y muertes cardiovasculares, escribió el Dr. Stephen Sidney y colegas. Además, notaron, no es difícil discernir las razones. Con base en datos del Sondeo Nacional de Análisis de Salud y Nutrición entre 2011 y 2012, a los estadounidenses les fue mejor para controlar tres importantes factores de riesgo – fumar, hipertensión arterial y colesterol alto, a menudo con la ayuda de medicamento – pero muchas más personas se volvieron obesas y desarrollaron diabetes Tipo 2.

Con base en datos del sondeo, la incidencia de obesidad en la adultez aumentó a 34.9 por ciento entre 2011-12 respecto de de 22.9 por ciento entre 1988 y 1994, y los CDC encontraron que la prevalencia de diabetes casi se había triplicado hasta 7.2 por ciento en 2013, respecto de 2.5 por ciento en 1990.

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Lo que es más, reveló el sondeo nacional, el porcentaje de adultos que en 2012 estaba consumiendo una dieta “ideal”, que pudiera reducir al mínimo el daño que amenaza la vida a vasos sanguíneos, estuvo cerca de cero.

No es que estos sombríos datos fueran inesperados. Hace cuatro años, el Dr. Richard J. Jackson, profesor y ex presidente de ciencias de salud ambientales en la Universidad de California, en Los Ángeles, pronosticó que la generación actual de jóvenes estadounidenses (aquellos nacidos desde 1980) pudieran ser los primeros en vivir vidas más cortas que sus padres.

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Incluso antes, en 2007, el Dr. Earl S. Ford del CDC y el Dr. Simon Capewell de la Universidad de Liverpool escribieron que a menos que se tomaran medidas para “transformar el abominable perfil de factores de riesgo que caracteriza actualmente a buena parte de la población estadounidense” y se revirtieran peligrosas tendencias, “las tasas de mortandad entre adultos más jóvenes pudiera representar la arista a la cabeza de una tormenta en formación”.

Ahora la buena noticia: No hace falta ni innovaciones médicas ni intervenciones genéticas para darle un giro a las enfermedades y muertes cardiovasculares y restablecer sus descensos, en otra época considerables. Además, los mismos cambios necesarios para mejorar la salud cardiovascular también pudieran prevenir muchos cánceres comunes, diabetes, artritis, deterioro cognitivo, depresión y osteoporosis.

El Dr. Donald M. Lloyd-Jones, uno de los principales arquitectos de un plan estratégico de 2010 para mejorar la salud cardiovascular, dijo: “El todo pudiera ser mayor que la suma de sus partes. No deberíamos asumir que las enfermedades crónicas ocurren automáticamente con el envejecimiento. Vivir de manera saludable hasta que muramos es un objetivo alcanzable”.

Lloyd-Jones, cardiólogo y especialista de medicina preventiva en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern en Chicago, presidió un comité deexpertos de la Asociación de Cardiología de EU que adoptó los cambios recomendados. En vez de concentrarse en lo negativo, el plan apunta a lograr “salud cardiovascular ideal” a través de “conductas de salud ideales” y “factores de salud ideales”.

A continuación, la manera en que el comité definió “ideal”: No fumar; mantener un índice de masa corporal menor a 25 puntos; ser activo físicamente; seguir normas actuales en la dieta; así como mantener un nivel total de colesterol sin tratamiento de menos de 200 miligramos, un nivel sin tratamiento de presión arterial menor a 120 sobre 80, y un nivel de glucosa en sangre en ayunas por debajo de 100 miligramos.

El comité había esperado que estas siete conductas y objetivos saludables, para 2020, “causarían una mejoría de 20 por ciento en la salud cardiovascular de todos los estadounidenses, al tiempo que reducirían en 20 por ciento las muertes por enfermedades cardiovasculares y embolia”.

Sin embargo, tendencias actuales proyectan una mejoría de 6 por ciento, en el mejor de los casos.

“Aunque la mayoría de nosotros nace con el potencial de salud cardiovascular ideal, menos de la mitad de todos los adolescentes ha conservado cinco o más de los siete hábitos y factores en niveles ideales”, escribió Lloyd Jones en 2014. “Además, la situación va empeorando de manera progresiva con la edad hasta que la salud cardiovascular ideal se vuelve rara por arriba de los 60 años”, dijo.

De cualquier forma, él no ha abandonado la esperanza de un mejor resultado.

Ahora, los detalles. Primero y de mayor importancia, deje de fumar o nunca empiece. Los riesgos bajan considerablemente luego de un año de haberlo dejado y, con el tiempo, llegan a los de un no-fumador.

Después, haga ejercicio físico con regularidad, cuando menos 150 minutos por semana de actividad física moderada o 75 minutos por semana de actividad vigorosa o una combinación de ambas. Tenga en mente que esta es la cantidad mínima de actividad física necesaria para extraer beneficios de salud. Más es mejor.

El ejercicio debería formar parte de su rutina diaria, como cepillarse los dientes. Yo hago una combinación de ejercicio moderado y vigoroso cada día. Me da energía y contribuye a controlar mi peso sin tener que cuidar cada caloría.

En cuanto a la dieta, el comité recomendó concentrarse en alimentos, no en nutrientes. (Como lo expresó Lloyd-Jones: “Nosotros no comemos nutrientes”.) Se abstuvo de sugerir cuántas calorías debería comer la gente, ya que las necesidades calóricas varían con base en la tasa metabólica basal de cada individuo, el tamaño del cuerpo, masa corporal magra y actividad física.

Más bien sugirió una versión de la dieta DASH (por su sigla en inglés, Enfoques dietéticos para detener la hipertensión) que fue probado exitosamente por el Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre. Se pronuncia por 4.5 o más tazas de fruta y vegetales al día; dos porciones o más de 100 gramos de pescado cada semana: 100 gramos de granos ricos en granos enteros al día; máximo 1 litro de bebidas azucaradas (menos de 450 calorías, o el equivalente en otros dulces) por semana; cuatro o más porciones semanales de nueces, leguminosas y semillas; y no más de dos porciones por semana de carnes procesadas.

Al mismo tiempo, limite las grasas saturadas a menos de 7 por ciento de las calorías totales y el sodio diario a 1,500 miligramos para personas con hipertensión arterial y no más de 2,300 miligramos (o una cucharadita de sal) para todos los demás. Actualmente, los estadounidenses consumen en promedio 3,500 miligramos de sodio al día, en su mayoría proveniente de alimentos procesados y de restaurantes.

Lo cual me lleva a una recomendación final de mi propia cosecha: redescubra su cocina sin consideración a cuán ocupado esté, encontrar tiempo para preparar comida saludable para usted y su familia debería ser una alta prioridad.

Jane E. Brody
© The New York Times 2016