Como se beneficia Rusia a menudo cuando Assange revela los secretos de occidente

© 2016 New York Times News Service

Julian Assange estaba en clásica forma didáctica, sin dejar de hablar sobre el tema que lo consume: la perfidia del gran gobierno entrometido y particularmente de Estados Unidos.

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Assange, el editor de WikiLeaks, subió a la fama global en 2010 por divulgar descomunales provisiones de comunicaciones altamente confidenciales del gobierno estadounidense, las cuales expusieron el punto débil de sus guerras en Afganistán e Irak y sus maniobras en diplomacia, a veces cínicas, alrededor del mundo. Pero, en una entrevista televisada en septiembre pasado, quedó en claro que él aún tenía mucho que decir sobre “El mundo según el Imperio de EU”, subtítulo de su libro más reciente, “Los expedientes de WikiLeaks”.

Desde los estrechos confines de la Embajada de Ecuador en Londres, donde le concedieron asilo político hace cuatro años en medio de un embrollo legal, Assange ofreció una visión de Estados Unidos como un súper bully: una nación que ha alcanzado poder imperial proclamando lealtad a principios de derechos humanos, al tiempo que despliega su aparato militar y de inteligencia en formaciones “pinza” para “presionar” a países a fin que hagan su voluntad, y castigando a la gente como él que se atreve a decir la verdad.

Del análisis de Assange, sin embargo, estuvo notablemente ausente la crítica a otra potencia mundial, Rusia, o su presidente, Vladimir V. Putin, quien difícilmente ha estado a la altura del ideal de transparencia de WikiLeaks. El gobierno de Putin ha aplicado duras medidas sobre la disensión, espiando, encarcelando y, arguyen detractores, a veces asesinando a oponentes al tiempo que consolida el control sobre los medios informativos e internet. Si Assange apreciara la ironía del momento – denunciar censura en una entrevista en Rusia Hoy, el canal de propaganda en inglés controlado por el Kremlin – no saltó a la vista de inmediato.

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Ahora, Assange y WikiLeaks ya volvieron al reflector popular, complicando el panorama geopolítico con nuevas divulgaciones y una promesa de más por venir.

En julio, la organización dio a conocer casi 20,000 mensajes de correo electrónico del Comité Nacional Demócrata sugiriendo que el partido había conspirado con la campaña de Hillary Clinton para socavar a su principal oponente, el senador Bernie Sanders. Assange – quien ha criticado abiertamente a Clinton – ha prometido divulgaciones ulteriores que pudieran poner de cabeza su campaña en contra del nominado republicano, Donald Trump. Por separado, WikiLeaks anunció que pronto divulgaría algunas de las joyas de la corona de los servicios de inteligencia estadounidense: una “prístina” serie de códigos de ciberespionaje.

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Oficiales estadounidenses dicen creer con alto grado de confianza que el material del Partido Demócrata fue pirateado por el gobierno ruso, y sospechan que los códigos, de igual forma, pudieran haber sido robados por los rusos. Eso hace que surja una pregunta: ¿Se ha vuelto WikiLeaks una máquina lavadora para material comprometedor reunido por espías rusos? Y más ampliamente, ¿cuál es la relación precisamente entre Assange y el Kremlin de Putin?

Esas preguntas se vuelven mucho más incisivas por el prominente lugar de Rusia en la campaña presidencial de la elección estadounidense. Putin, quien chocó repetidamente con Clinton cuando ella era secretaria de Estado, ha elogiado públicamente a Trump, quien ha devuelto el cumplido, pronunciándose por nexos más cercanos con Rusia y hablando favorablemente de la anexión de Crimea por parte de Putin.

Desde el comienzo de WikiLeaks, Assange dijo que estaba motivado por un deseo de usar la “criptografía para proteger los derechos humanos”, y que se concentraría en gobiernos autoritarios como el de Rusia.

Sin embargo, un estudio del New York Times sobre las actividades de WikiLeaks durante los años de Assange en el exilio encontró un patrón diferente: Ya sea por convicción, conveniencia o coincidencia, divulgaciones de documentos de WikiLeaks, a la par de muchas de las declaraciones de Assange, a menudo han beneficiado a Rusia, a expensas de Occidente.

Entre oficiales estadounidenses, el consenso en surgimiento es que Assange y WikiLeaks probablemente no tienen vínculos directos con servicios de inteligencia rusos. Pero dicen que, cuando menos en el caso de los mensajes de correo de demócratas, Moscú sabía que tenía una salida solidaria en WikiLeaks, donde intermediarios podían dejar documentos hurtados en la bandeja de entrada digital del grupo, que es anónima.

En una entrevista este miércoles con el Times, Assange dijo que Clinton y los demócratas estaban “impulsando una histeria neomacartista sobre Rusia”. No hay “ni una evidencia concreta” de que publicaciones de WikiLeaks vengan de dependencias de inteligencia, dijo, incluso al tiempo que indicaba que él aceptaría con gusto ese tipo de material.

Pero, dados los limitados recursos de WikiLeaks y los obstáculos de traducción, dijo Assange, ¿por qué concentrarse en Rusia, a la que describió como un “actor secundario sobre el escenario mundial”, comparado con países como China y Estados Unidos? En cualquier caso, dijo, la corrupción del Kremlin es historia vieja. “Cada hombre y su perro critican a Rusia”, dijo. “Es un poco aburrido, ¿no creen?”

Desde su comienzo, WikiLeaks ha tenido éxito espectacular en algunos frentes, descubriendo asesinatos indiscriminados, hipocresía y corrupción, así como contribuyendo a encender la Primavera Árabe.

Sin embargo, sucesos recientes han dejado a algunos promotores de transparencia preguntándose si WikiLeaks ha perdido el rumbo. Hay una gran diferencia entre publicar materiales de un soplón como Chelsea Manning – el soldado que le dio a WikiLeaks su diario de guerra y exclusivas diplomáticas por cable – y aceptar información, incluso indirectamente, de un servicio de inteligencia extranjero que busca el progreso de sus propios intereses poderosos, dijo John Wonderlich, el director ejecutivo de la Fundación Sunlight, grupo dedicado a transparencia gubernamental.

“Ellos solo se están alineando con quienquiera que les dé información para captar atención o vengarse de sus enemigos”, dijo Wonderlich. “Ellos le están dando la bienvenida a gobiernos para que se pirateen mutuamente y alteren los procesos democráticos de cada cual, todo con base en un argumento bastante débil en pro del interés popular”.

Otros ven a Assange asumiendo un enfoque cada vez más prejuiciado hacia el mundo que, a la par de su propia reserva, los ha dejado desilusionados.

“La batalla por la transparencia supuestamente debía ser global; cuando menos Assange alegó eso al principio”, dijo Andrei A. Soldatov, periodista investigador que ha escrito ampliamente sobre los servicios de seguridad de Rusia.

“Es extraño que este principio no se esté aplicando al mismo Assange y sus tratos con un país en particular, y ese es Rusia”, dijo Soldatov. “Él parece pensar que uno pudiera comprometerse mucho combatiendo un mal mayor”.

A finales de noviembre de 2010, oficiales estadounidenses anunciaron una investigación sobre WikiLeaks; Clinton, cuyo Departamento de Estado estaba en un tumulto por lo que llegó a conocerse como el “Cablegate”, juró aplicar “decisivas” medidas para llamar a rendir cuentas a quienes resultaran responsables.

Al mes siguiente, Assange fue arrestado por la policía de Londres para enfrentar un interrogatorio de los suecos, de quienes temía que fueran a entregarlo a los estadounidenses. Habiendo salido bajo fianza, se ocultó y combatió la extradición en una casa de campo georgiana perteneciente a un partidario, Vaughan Smith, quien dijo creer en una entrevista que Assange era víctima de una “intensa campaña en línea de intimidación y desinformación”.

Un día después del arresto de Assange, el presidente ruso apareció en una conferencia de prensa con el primer ministro de Francia. Descartando a un entrevistador que sugirió que los cables diplomáticos presentaban a Rusia como antidemocrática, Putin aprovechó la oportunidad para censurar con dureza a Occidente.

“En lo que a democracia respecta, debería ser una democracia completa. “¿Por qué, entonces, pusieron al Sr. Assange tras las rejas?” preguntó.

“Hay un dicho estadounidense: El que vive en una casa de cristal no debería de arrojar piedras”.

Fue la primera de varias veces que Putin asumiría la causa de Assange. Ha dicho que los cargos en contra de Assange tienen “motivaciones políticas” y declaró que el fundador de WikiLeaks está siendo “perseguido por difundir la información que recibió del ejército estadounidense en relación con las acciones de EUA en Oriente Medio, incluyendo Irak”.

En enero de 2011, el Kremlin emitió una visa para Assange, y un oficial ruso sugirió que merecía el Premio Nobel de la Paz. Después, en abril de 2012, con los fondos de WikiLeaks agotándose – bajo presión estadounidense, Visa y MasterCard habían dejado de aceptar donaciones – Rusia Hoy empezó a transmitir un programa llamado “El mundo mañana”, con Assange como el anfitrión. Aún no se ha aclarado cuánto le pagaron a él o a WikiLeaks por los 12 episodios.

Sin embargo, el 19 de junio de 2012, la narrativa de Assange rápidamente dio un giro diferente. Se fue sin pagar su fianza después de perder una apelación en contra de la extradición a Suecia y le fue otorgado asilo e la diminuta embajada de Ecuador en Londres.

Un año más tarde, un hombre que al poco tiempo eclipsaría a Assange en términos de fama de soplón abordó un avión en Hong Kong. Su nombre era Edward J. Snowden, y era un contratista de Seguridad Nacional convertido en fugitivo, habiendo dejado pasmado al mundo y tensado alianzas de EU al filtrar documentos que revelaron una red global de programas de espionaje encabezados por Estados Unidos.

Snowden no le había dado sus miles de documentos confidenciales a WikiLeaks. De cualquier forma, fue por una sugerencia de Assange que el vuelo que abordó Snowden el 23 de junio de 2013, acompañado de Sarah Harrison, su colega de WikiLeaks, fuera a Moscú, donde Snowden sigue actualmente luego que Estados Unidos cancelara su pasaporte cuando viajaba hacia allá.

De hecho, preocupado de que fuera visto como espía, Snowden había esperado meramente pasar a través de Rusia en camino a Sudamérica, relató Assange más tarde, plan que él no había aprobado plenamente. Rusia, creía, podía proteger mejor a Snowden de un secuestro de la CIA, o algo peor.

“Ahora yo pensaba, y de hecho le aconsejé a Edward Snowden, que él estaría más seguro en Moscú”, declaró Assange al programa informativo Democracia Ahora.

Durante el tiempo que estuvo aislado en la Embajada de Ecuador, bajo vigilancia constante, su desconfianza instintiva hacia Occidente se recrudeció incluso al tiempo que se iba insensibilizando cada vez más a los abusos del Kremlin, al que veía como un “bastión en contra del imperialismo occidental”, dijo un partidario, quien, como muchos otros, pidió el anonimato por temor a enfurecer a Assange.

Otra persona que colaboró con WikiLeaks en el pasado agregó: “Él ve todo a través del prisma de cómo lo tratan. Estados Unidos y Hillary Clinton le han causado complicaciones, y Rusia nunca lo ha hecho”.

El resultado ha sido un “enfrentamiento unidimensional con Estados Unidos”, ha dicho Daniel Domscheit-Berg, quien antes de renunciar a WikiLeaks en 2010 era uno de los socios más cercanos de Assange.

Jo Becker, Steven Erlanger and Eric Schmitt
© The New York Times 2016