Se les ordenó atrapar a un caudillo militar, y se acusa a las tropas de buscar muchachas

OBO, República Centroafricana – Oficialmente, terminó la persecución.
“Joseph Kony está muerto”, anunciaban unos volantes hechos en Estados Unidos que se lanzaron desde un helicóptero en la República Centroafricana en las últimas semanas. “Terminó la guerra”.
La aseveración de que Kony, el notorio líder del Ejército de Resistencia del Señor, ha muerto es falsa, no obstante, y funcionarios estadounidenses dicen que tal información tiene a menudo el propósito de sembrar la confusión y alentar las deserciones en la organización de Kony, la cual ha cometido atrocidades en la región durante décadas.
Sin embargo, mientras Kony ha evadido su captura, Estados Unidos y el ejército ugandés decidieron terminar la búsqueda a finales de abril y abandonaron el esfuerzo internacional por presentarlo ante la justicia.
Ahora, tras ocho años de estar desplazados en la República Centroafricana, los ugandeses dejan detrás su propio rastro de alegatos de abusos; incluidas violaciones, esclavitud sexual y explotación de niñas pequeñas.
Naciones Unidas, organizaciones de derechos humanos y las propias sobrevivientes han documentado docenas de acusaciones de abuso sexual. “Es un problema generalizado”, notó Emmanuel Daba, un defensor de las víctimas locales que investiga la violencia sexual cometida por el ejército ugandés.
Según expedientes internos de Naciones Unidas, los pacifistas en la República Centroafricana han documentado los alegatos de violación, abuso sexual o acoso sexual cometidos por soldados ugandeses en contra de más de 30 mujeres y niñas. Además de eso, encontraron 44 casos de niñas y mujeres a las que preñaron fuerzas ugandeses.
“Varias mujeres y niñas reportaron que elementos de las FDPU se las habían llevado de sus aldeas y las obligaron a convertirse en prostitutas, o en esclavas sexuales, o a casarse con soldados ugandeses”, escribió un jefe de la misión de las fuerzas de paz de Naciones Unidas en una carta dirigida a las autoridades ugandesas en junio, en la que utilizó las siglas de la Fuerza de Defensa del Pueblo Ugandés, que es el ejército de ese país.
“Yo estaba trabajando en los campos cuando pasó”, una niña le contó en una entrevista a “The New York Times” que un soldado ugandés la había asaltado sexualmente. “El hombre llegó por atrás sin que yo me diera cuenta. Me agarró. Luego me violó en el campo”.
Ella tenía 13 años en ese momento, contó, y quedó embarazada. Sus padres fueron a la base militar ugandesa que estaba cerca para reportar el delito, dijo. Los oficiales ugandeses dijeron que el soldado había salido del país, pero que lo “traerían para presentarlo a la justicia y meterlo a la cárcel”, anotó la chica.
Ahora tiene 15 años y dice que nunca se realizó ninguna acción.
Jeanine Animbou comentó que tenía 13 años cuando un soldado ugandés solía mandar un taxi motocicleta hasta su choza de adobe para llevarla a su campo militar. El guardia la dejaba entrar sin ningún problema, contó.
Animbou, quien hoy tiene 18 años, dijo que conoció a un soldado ugandés cuando caminaba por un sedero de terracería aquí, en Obo, un pueblo utilizado como base cuando se perseguía a Kony. El soldado dijo que quería tener una relación con ella y prometió cuidarla y darle cosas, como jabón y comida, narró ella.
Como vivía sola en un país donde la mayoría de las personas gana menos de un dólar al día, ella dijo que estaba de acuerdo porque veía pocas opciones.
El Ejército ugandés niega todos esos alegatos de violencia y abuso sexual.
“Nuestros soldados no se involucraron en ese tipo de comportamiento poco profesional”, señaló un portavoz militar, el brigadier Richard Karemire. “No tenemos uno solo” (caso).
Durante casi tres décadas, Kony y sus combatientes mataron a más de 100,000 personas y secuestraron a más de 20,000 niños para hacerlos soldados, sirvientes o esclavos sexuales, según Naciones Unidas.
Sin embargo, el Ejército de Resistencia del Señor se ha marchitado a ser unos 100 combatientes, en comparación con su punto máximo en el que eran unos 3,000. Ya que no percibe a la organización como la amenaza que fue, el ejército ugandés dijo el mes pasado que retiraría a su contingente completo de unos 1,500 soldados en la República Centroafricana. Los soldados estadounidenses que están ayudando en la persecución de Sony también están a la espera.
Jolie Nadia Ipangba dijo que tenía 16 años cuando un soldado ugandés buscó tener una relación con ella.
“Mi padre había muerto, por eso es que acepté estar con” el soldado, dijo. “Porque me iba a mantener”, añadió. “Para mí, era una oportunidad”.
Ipangba, quien hoy tiene 18 años, dijo que el soldado le dijo que estaba buscando una mujer para que le diera un hijo y prometió hacerse cargo de la madre. No obstante, un mes después de que ella quedó embarazada, él estaba de regreso en Uganda.
“Después de que se fue, hasta ahí llegó”, notó. “Nunca volví a saber de él”.
De conformidad con la ley ugandesa, el Ejército realiza las investigaciones y procesa a sus propios soldados por crímenes cometidos durante el desplazamiento fuera de Uganda.
Las autoridades ugandesas mandaron a su propio equipo en septiembre para revisar los alegatos. No se ha acusado a ningún soldado ni se le ha procesado por crímenes sexuales, dijo el portavoz Karemire.
Las tropas de Uganda están lejos de ser las únicas fuerzas acusadas de abuso en el país.
La República Centroafricana, uno de los países más vulnerables del continente, ha estado plagado de alegatos de que los soldados extranjeros explotaron sexualmente a sus ciudadanos. Se ha acusado a pacificadores de Francia, Gabón, Burundi, la República Democrática de Congo, la República de Congo, así como a contingentes de la Unión Europea y de la Unión Africana de abuso sexual en el último par de años, incluido el cometido contra niños.
El más alto funcionario de Naciones Unidas para los derechos humanos calificó de “rampante” al problema del abuso sexual cometido por los pacificadores. Se despidió al ex jefe de la misión de Naciones Unidas en el país en el 2015, después de que presentó los primeros alegatos.
El entorno de la seguridad en el sureste de la República Centroafricana contribuye al ambiente de impunidad, dijo Daba, el defensor de las víctimas locales.
“Aquí en Obo no hay ley”, notó Daba. “No hay autoridad. No hay gendarmes, ni policía, ni siquiera un juzgado. Así es que el FDPU hace lo que quiere”.
Animbou dijo que al final se embarazó del hijo del soldado. El le prometió hacerse cargo del bebé, pero se fue del país antes de que naciera y no la ha ayudado desde entonces.
En el código penal de Uganda, se prohíbe el abandono y el incumplimiento de la manutención de los hijos. Sin embargo, Animbou dijo que ella nunca fue a la base ugandesa, ni con las autoridad locales para reportar al soldado.
“Ellos no quieren hablar de esto, ni siquiera con las autoridades”, dijo Daba y agregó que soldados ugandeses amenazaron a algunas mujeres. “El FDPU dijo que les harán algo malo; matarlas o alguna otra cosa”.
Naciones Unidas y Human Rights Watch encontraron evidencia similar de amenazas de represalias.
Daba dijo que a las mujeres abandonadas se les dificulta alimentar a sus hijos.
“No tengo ropa suficiente, ni jabón para limpiarla”, contó Ipangba sobre su hija. “Le pido a Dios que me cuide y me dé fuerza para ver a mi niña porque solo estoy yo para cuidarla”.
Gladis Koutiyote dijo que ella también tuvo un hijo de un soldado ugandés que le prometió casarse con ella. Comentó que algunos soldados ugandeses sí le llevaron “un poco de azúcar en una taza y algo de arroz”.
“La usé un solo día y se acabó”, contó.
La chica que dijo que la habían violado en los campos cuando tenía 13 años, comentó que tuvo que abandonar la escuela para cuidar a su hijo. Quiere que el soldado vaya a la cárcel y dé dinero para el cuidado de la criatura. Sin embargo, notó que no está segura de que alguna día le hagan justicia.
Todavía camina millas para cultivar frijoles, yuca y maíz para comer. “Pero tengo miedo”, dijo. “Me preocupa que pueda volver a venir por mí”.
Karemire, el portavoz del Ejército ugandés, dijo que se concluyeron las investigaciones ugandesas. Notó que no se registró ningún caso de violación o de estupro aquí, en la República Centroafricana, y que no hay ningún plan para mantener a ningún niño que se hubiese quedado atrás.

Zack Baddorf
© 2017 New York Times News Service