Un siglo después, avanza la idea del monumento a la Gran Guerra en Washington

¿Cómo debe Estados Unidos honrar los anhelos del último soldado de la Primera Guerra Mundial, que pidió un monumento nacional para destacar el papel del país en el conflicto?

La respuesta es más complicada de lo que parece.

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Frank Buckles, que era un conductor adolescente de ambulancia en la Gran Guerra, quedó consternado al descubrir en una visita en 2008 al extenso National Mall (Explanada Nacional) de Washington que no había ninguna conmemoración al papel crucial que los estadounidenses jugaron en los dos años finales del conflicto de 1914-1918.

En silla de ruedas y a los 107 años de edad, encontró monumentos a las guerras de Vietnam y Corea, y un gran monumento a la victoria de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Pero de la Primera Guerra Mundial, lo mejor que él y su comitiva encontraron fue un quiosco de mármol abandonado que honraba a los residentes de Washington que murieron en ese conflicto.

“¿Pueden hacer algo para que se recuerde a mi generación?”, dijo entonces Buckles, según recuerda el fotógrafo y cineasta David DeJonge, que estaba en la comitiva. “¿Qué le dices al último veterano de la Primera Guerra Mundial cuando él pide eso?”, afirma DeJonge.

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Los estadounidenses han debatido durante mucho tiempo cómo recordar mejor a las personas influyentes y acontecimientos. Grandes monumentos en los cementerios fueron alguna vez populares, al igual que las estatuas ecuestres de héroes de guerra. Para otros, las bibliotecas y escuelas conmemorativas eran más prácticas.

Los monumentos conmemorativos también han sido durante mucho tiempo asuntos locales: existen unos 10.000 monumentos para recordar la Gran Guerra en todo el país, incluyendo tres en la capital, según el Proyecto de Inventario de la Primera Guerra Mundial.

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Usualmente éstos honran a unidades militares locales o soldados de esa ciudad que cayeron en el conflicto, e incluyen estatuas, placas y puentes.

El más prominente de ellos es la torre de la libertad de 67 metros en una colina de Kansas City, Missouri.

La ciudad era un próspero centro ferroviario durante los años de la guerra y estaba cerca de Laclede, localidad donde nació el principal comandante militar estadounidense de la Gran Guerra, el general John J. Pershing.

Los residentes de Kansas City recaudaron 2,5 millones de dólares -el equivalente a 35 millones de dólares actuales- en sólo 10 días para construir la torre.

“Había mucho de orgullo cívico en el monumento”, dijo Derek Donovan, quien escribió un libro sobre la Torre de la Libertad. “Fue un esfuerzo local, de fondos privados recaudados por niñas que iban de puerta en puerta”.

Cuando la Torre de la Libertad fue inaugurada en 1921, unas 100.000 personas se congregaron en la ceremonia, incluido Pershing, comandantes militares de los países aliados, como Francia, Gran Bretaña, Bélgica e Italia, y el presidente estadounidense Calvin Coolidge.

Sin embargo, el sitio nunca fue declarado monumento nacional.

En la capital de Estados Unidos, los monumentos nacionales de guerra datan de 1982, cuando fue inaugurado uno dedicado a la Guerra de Vietnam en el National Mall, mientras que otro se erigió luego para recordar la Guerra de Corea. En 2004, después de años de debate, se inauguró un monumento de la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos ha sido reacio desde entonces, dijo Edwin Fountain, copresidente de la Comisión del Centenario de la Primera Guerra Mundial, fundamentalmente porque “no tenemos un electorado vivo de veteranos de la Primera Guerra Mundial”, indicó.

Buckles, DeJonge y Fountain presionaron al Congreso para que aprobara un monumento nacional de la Gran Guerra en Washington. Pero en 2011, cuando el Congreso debatía qué hacer, el veterano murió a la edad de 110 años.

Los legisladores finalmente llegaron a un acuerdo en 2014: habría dos monumentos nacionales, uno en Kansas City -que incluye el Museo Nacional de la Primera Guerra Mundial- y otro en Washington.

Sin embargo, los funcionarios de Parques Nacionales dijeron que no había más espacio para construir en el National Mall. Y la ciudad de Washington, que limpió y restauró su propio monumento de la Primera Guerra Mundial en la Explanada, se negó a compartir el sitio.

La Comisión del Centenario de la Primera Guerra Mundial optó finalmente por el Pershing Park, situado a pocas cuadras de la Casa Blanca, que tiene una estatua del general.

La Comisión del Centenario hizo un concurso para el diseño del monumento, y el año pasado escogió una propuesta que contempla una plaza abierta de paneles de bajo relieve que representan a los soldados titulado ‘El peso del sacrificio’.

Se espera que las obras comiencen el 11 de noviembre de 2018, en el centenario del fin de la guerra.

DeJonge, que es biógrafo oficial de Buckles y produjo un documental sobre su vida, insiste en que el monumento de la Primera Guerra Mundial debe estar en el National Mall.

“El Pershing Park sellará para siempre el destino de la Primera Guerra Mundial como una guerra olvidada que Estados Unidos no se preocupó lo suficiente para honrarla con un monumento adecuado”, dijo DeJonge.

Pero la ley federal no permite nuevos monumentos en el Mall.

“Tendríamos que obtener una exención del Congreso, pero fue una pelea que decidimos no dar”, dijo Fountain.