“Silencio”, de Scorsese, cinta por la que está nominado el mexicano Rodrigo Prieto

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Silencio (Silence), la nueva producción del célebre director y ganador del Óscar, Martin Scorsese, gira en torno de la fe y la religión, y el director de fotografía es el mexicano Rodrigo Prieto, trabajo por el cual está nominado al Óscar.

La historia, que se estrena en México desde este viernes 24, es sobre dos misioneros portugueses del siglo XVII, quienes emprenden un peligroso viaje rumbo a Japón, en busca de su guía y mentor, el padre Christavao Ferreira, quien se marchó al lejano oriente a expandir la palabra de Dios, pero desapareció.

- Publicidad-

Silencio está basada en la novela que escribió Shūsaku Endō en 1966, la cual ganó numerosos premios. Esta novela hace un profundo análisis sobre la eterna pregunta espiritual y religiosa acerca de la existencia de Dios y del silencio que a veces parece guardar frente al sufrimiento de la humanidad. El libro conquistó a Scorsese, por lo que durante muchos años luchó por llevarlo a la pantalla grande.

Los protagonistas son Andrew Garfield (The Amazing Spider Man, Hacksaw Ridge), Adam Driver (Star Wars: The Force Awakens, Paterson) y Liam Neeson (Schindler’s List, Taken).

Silence impresiona con el retrato de dos jóvenes misioneros, el padre Sebastián Rodrigues (Garfield) y el padre Francisco Garupe (Driver), que buscan a su maestro y mentor perdido, quien fungía como ministro de forma secreta en una aldea cristiana en Japón. En aquel tiempo ese país estaba gobernado por señores feudales y samuráis, quienes estaban determinados a erradicar el cristianismo de sus dominios, por lo que los que profesaban la fe católica fueron perseguidos y torturados, forzados a renunciar a sus creencias y obligados a sufrir una prolongada agonía antes de morir.

- Publicidad -

La filmación contó con extraordinarias locaciones. Se rodó en Taiwán y Macao.

“Tuvimos grandes retos desde el punto de vista de la logística y la organización de la producción”, comenta el director de fotografía Rodrigo Prieto, quien sigue:

- Publicidad -

“Para la fotografía, los temas más importantes era darle continuidad y cuidar la oscuridad. La continuidad era un reto por los constantes cambios de clima que conllevan a cambios en la condición de la luz durante los días de locación fuera del set. En pocas horas teníamos un sol brillante e inmediatamente éramos cubiertos por lluvia, niebla o nubes.

“El guión tenía largas escenas que llevaron días completos para filmar, cuando en realidad en la película son escenas de pocos minutos. Controlar las condiciones naturales de la luz fue un gran esfuerzo. Empezabas una escena durante una neblina y la terminábamos bajo el sol radiante. Lograr la continuidad de la luz fue un gran reto, había escenas que requerían un amanecer o un atardecer que durarán varios minutos en pantalla.”

Continúa:

“Decidí filmar muchas de esas escenas en la noche e iluminarlas de manera artificial para mantener la continuidad de la luz. La oscuridad también fue un reto, ya que nuestros personajes debían mantenerse ocultos gran parte de la película. Llevaban a cabo misas, reuniones y viajes cubiertos bajo el manto de la noche. Eso significaba simular luz de luna en grandes áreas, incluyendo el océano.

“Hicimos una extensa investigación del periodo histórico. Marty fue muy cuidadoso en hacer todo lo más auténtico posible. Tuvimos consultores históricos, por ejemplo nuestra escenógrafa seleccionó cuidadosamente los métodos de iluminación de los interiores. Nos aseguramos de contar con las lámparas de aceite y antorchas que fueran realmente del periodo.”

Según Prieto, para las escenas y todas las secuencias de la historia, “Scorsese trató de ser completamente auténtico para lograr la absoluta veracidad en términos del periodo histórico y de los ritos cristianos de la época. El director estaba determinado a hacerlo lo más real posible”.

Explica:

“La mayoría de los eventos ocurren entre 1640 y 1641, al inicio del periodo Edo. El primer misionero llegó a Japón 100 años antes, de hecho el primer misionero en poner un pie en territorio japonés fue Frances Xavier, fundador de la orden jesuita. Esto ocurrió durante el periodo de Sengoku, cuando todos los clanes se encontraban en guerra para controlar la nación. El trabajo del misionero estaba directamente relacionado con el inicio del comercio con otros países a gran escala, y eso incrementaba las diferencias internas, pues estaba entrando al país gente de diferentes nacionalidades, con diferentes intereses.”