Soldados de infantería en un borroso combate entre Rusia y Occidente

MELNIK, República Checa ⎯ Trabajando en su computadora, como hace la mayoría de los fines de semana, en una diatriba antioccidental para un sitio web checo, Ladislav Kasuka no estaba seguro de qué pensar de los mensajes que empezaron a salir en su página de Facebook, ofreciéndole dinero para organizar protestas callejeras.
“¿Necesita ayuda?”, decía el primer mensaje, escrito en ruso, enviado por una persona a la que no conocía. Este fue seguido, en una mezcla de ruso y checo incoherente, por un efusivo apoyo a las manifestaciones callejeras y por ofertas de efectivo cada vez más específicas.
Le ofrecieron un pago inicial de 300 euros (368 dólares) para que Kasuka, un estalinista checo sin un centavo, comprara banderas y otra parafernalia para un mitin de protesta en Praga, la capital checa, contra la alianza de la OTAN y el gobierno pro occidental en Ucrania. Luego, le ofrecieron 500 euros (558 dólares) para comprar una videocámara, filmar la acción y publicar el video en internet. También le propusieron otras sumas pequeñas.
“Todo era un poco inusual, así que me sorprendió”, recordó Kasuka en una entrevista reciente en un centro comercial al norte de Praga donde trabaja en seguridad y mantenimiento.
Decidió que el efectivo “era para una buena causa” ⎯ frenar la propagación de la OTAN y las costumbres occidentales capitalistas en los países anteriormente comunistas de Europa Oriental ⎯, así que aceptó.
La extraña relación que siguió, que consistió en apasionados intercambios sobre política en redes sociales y un total de 1,500 euros en transferencias de efectivo, fue una de las muchas forjadas en toda Europa Oriental y Central en el verano de 2014. Fueron parte de una campaña de influencia frenética, aunque a menudo torpe, financiada desde Moscú y dirigida por Alexander Usovsky, un escritor nacido en Bielorrusia, agitador nacionalista ruso y sicario ideológico en una batalla borrosa para ganarse almas y mentes que se desarrolla entre Rusia y Occidente.
En comparación con la supuesta intromisión de Rusia en las recientes elecciones presidenciales en Francia y Estados Unidos, las actividades de Kasuka y otros como él son de poca consecuencia. Él pertenece firmemente a los márgenes radicales de la política checa, y nunca ha aspirado a algún puesto más alto que concejero local en Melnik, la ciudad al norte de Praga donde vive con su novia en un bloque de viviendas cubierto de grafitis.
La colaboración de Kasuka con Usovsky salió por primera vez a la luz en un alijo de correos electrónicos, mensajes de Facebook y otros datos saqueados por hackers ucranianos de la computadora de Usovsky. Ofrece una rara vista a nivel inferior de un aspecto particularmente turbio de la estrategia de influencia de Rusia: los activistas independientes que promueven su agenda en el extranjero, pero reciben su respaldo de magnates rusos y otros cercanos al Kremlin, no del propio Estado ruso.
La atención de Usovsky se centró en actores políticos marginales en la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia, y sus esfuerzos fracasaron en su mayor parte. Las protestas organizadas por Kasuka y otros atrajeron solo a puñados de personas. Los sitios web pro rusos que Usovsky ayudó a establecer fueron un fiasco.
Nada de eso pareció disuadir a Usovsky, quien seguía proponiendo planes alocados y presupuestos detallados a potenciales simpatizantes en Moscú a principios de este año.
Sus comunicaciones ofrecen un revelador vistazo hacia el pensamiento, ambiciones y frustraciones rusos. Sus tratos con la oficina de Konstantin Malofeev, un multimillonario nacionalista que fue afectado por sanciones de Estados Unidos por su supuesto apoyo a los rebeldes pro rusos en el este de Ucrania, son especialmente notables.
Después de que Usovsky se las ingenió para orquestar solo unas cuantas manifestaciones diminutas en Praga, Varsovia y otras ciudades, un asistente de Malofeev demandó en octubre de 2014 que Usovsky produjera “un plan claro, concreto y realista para la llegada al poder de fuerzas pro rusas”.
Malofeev declinó ser entrevistado, y su vocera, Nadezha Novoselova, dijo que el multimillonario y su personal no tenían nada que ver con Usovsky.
Reportes de que Rusia usó los ciberataques y la desinformación para entrometerse en la elección de Estados Unidos han convencido a muchos de que Moscú opera una sofisticada maquinaria de influencia. Pero entrevistas con varios de los colaboradores de Usovsky, y los contenidos de su computadora hackeada, sugieren que fue a veces un asunto más caótico, entorpecido por disputas de dinero, rivalidades intramuros y opiniones absurdamente distorsionadas de cómo funciona la política fuera de Rusia.
Jakub Janda, subdirector de Valores Europeos, un grupo de investigación con financiamiento occidental en Praga que ha dado seguimiento a las campañas de influencia rusas, dijo que Usovsky parecía tan fuera de contacto con la realidad que incluso podría ser “un señuelo” destinado a hacer que la gente dijera: “Mira, todo esto de la amenaza rusa no es tan grave”.
Otros, sin embargo, ven a Usovsky como evidencia de la maestría rusa en la llamada denegabilidad plausible y su disposición a apostar a los oportunistas, sin importar cuán pequeñas fueran sus posibilidades de éxito.
Usovsky “es un buen caso de estudio sobre los métodos rusos”, dijo Daniel Milo, un ex funcionario del Ministerio del Interior eslovaco que ahora es experto en extremismo en Globsec, un grupo de investigación en Bratislava, la capital eslovaca. “Es un pequeño engrane en una gran industria”, dijo Milo. “Podría haber docenas más”.
Usovsky declinó ser entrevistado para este artículo si no se le pagaba. Pero, en respuesta a preguntas enviadas por correo electrónico, confirmó que su computadora había sido hackeada, y no refutó la autenticidad de los mensajes filtrados.
Usovsky empezó su operación en 2014, montándose en una ola de fervor nacionalista en Moscú después de la anexión de Crimea y la extendida creencia entre la élite política y empresarial de Rusia de que el respaldo europeo unido para las sanciones contra Rusia pudiera disolverse rápidamente.
Estableció una red de sitios web en varios idiomas para promover la unidad eslava, rentó una oficina en Bratislava y estableció una fundación falsa nominalmente dedicada a promover la cultura.
Al preguntarle mediante correo electrónico cuánto dinero había recibido de patrocinadores en Moscú, Usovsky inicialmente negó haber recibido algo. Luego, cuando se le envió una copia de un mensaje que había escrito en octubre de 2014 detallando 100,000 euros que recibió para financiar el “escenario preparatorio” de su trabajo en Europa Oriental, dejó de responder a las preguntas.
Otros mensajes tomados de su computadora por los hackers sugieren que el dinero provino de Malofeev. Usovsky insistió al asistente de Malofeev para que le dieran cientos de miles de euros más a fines de 2014 y 2015, para financiar a candidatos pro rusos en las elecciones polacas.
Aunque nunca estuvo cerca de llevar a algún grupo pro ruso al poder, Usovsky pudo identificar a socios en Europa Oriental y Central dispuestos a aceptar su ayuda. También mostró una comprensión del poder del internet para amplificar las voces radicales y hacer que manifestaciones con poca concurrencia parecieran dramas importantes. Trabajó de cerca con medios noticiosos rusos controlados por el Estado para asegurarse de que las actividades de sus colaboradores checos, eslovacos y polacos recibieran amplia cobertura.
Por ejemplo, Kasuka, el estalinista checo, ha aparecido habitualmente en los medios rusos como comentarista sobre la geopolítica y los asuntos checos. Una vez dijo a RT que Estados Unidos podría dejar caer una bomba atómica en Ucrania y culpar a Rusia de crear un pretexto para la guerra. Y un pequeño mitin que Kasuka organizó en Praga fue presentado en Perviy Kanal, un importante canal de la televisión rusa.
“Es totalmente una locura”, dijo Roman Maca, un analista con sede en Praga. “Perviy Kanal presenta como noticia seria una protesta de unas 10 personas que están en su mayor parte listas para ser internadas en el hospital sicológico”.
Después de que disminuyó el interés de Malofeev, su principal patrocinador, por sus planes políticos ambiciosos pero poco realistas, Usovsky se desesperó cada vez más por el dinero. Acribilló a otros potenciales donantes rusos con planes detallados para una “quinta columna pro rusa”, afirmando que podía destruir el “frente anti ruso de Europa” canalizando dinero a políticos que se oponían a la OTAN y la Unión Europea.
Escaso de fondos, Usovsky miró a Kasuka, el estalinista checo, como un proyecto de bajo costo que podía mantenerlo en la jugada.
Pero Kasuka perdió interés en la política de las calles. Dice que ahora se concentra en sus escritos sobre el riesgo de la guerra, los logros de Stalin y la miseria causada por la explotación capitalista.
“No me importa si el dinero proviene del Kremlin o de Estados Unidos, en tanto ayude a la causa”, dijo. “Lo que importa es la idea”.

Andrew Higgins
© 2017 New York Times News Service