Suecia, nación de brazos abiertos, debate las implicaciones de la inmigración

MALMO, Suecia ⎯ Han pasado solo tres años desde que ella llegó a Suecia procedente de Siria, pero Hiba Abou Alhassane ya dice “nosotros” cuando habla de su nuevo país de residencia.
“¿Nosotros, quiero decir los suecos, recibimos a demasiados refugiados? ¿Deberíamos cerrar la frontera?”, reflexionó recientemente después de las declaraciones del presidente Donald Trump de que las políticas de inmigración de Suecia habían fracasado. “Ya sucedió. La gente ya no está llegando”.
En muchas formas, Alhassane es un ejemplo perfecto de la creencia largo tiempo sostenida en Suecia de lo acertado de dar refugio y ayudar a apoyar a los migrantes y refugiados. Ha trabajado duro para integrarse. Ya casi domina el sueco y da clases en dos escuelas primarias locales.
Pero recientemente los suecos también se encontraron cuestionando la sensatez de su generosidad con los extranjeros necesitados, y sus potenciales límites, lo que llevó al más duro debate sobre inmigración del país hasta la fecha.
Algunos residentes ven el choque como una nueva oportunidad de expresar antiguas preocupaciones en torno a la inmigración y sus efectos. Otros lo ven como racista y redundante, ya que Suecia ya está cambiando sus políticas de inmigración.
Los suecos no se están apresurando a adoptar un enfoque intransigente estilo Trump ante la inmigración, ni están dispuestos a desechar los valores humanitarios de su país cuando se trata de recibir a los refugiados, valores que siguen firmemente arraigados en la psique nacional.
Hasta hace año y medio, Suecia ofrecía protección vitalicia, junto con reunificación familiar, a las personas consideradas refugiados legítimos. En 2015, llegaron unas 163,000 personas y buscaron esa protección, y la mera cifra llevó a este país de aproximadamente 10 millones de habitantes a hacer más estrictas las reglas. La protección ahora está sujeta a una revisión después de entre uno y tres años y la reunificación familiar es más difícil, haciendo a Suecia mucho menos accesible y menos atractiva para los inmigrantes.
“Suecia ha sido un importante receptor de solicitantes de asilo per cápita en Europa, enorgulleciéndose de su enfoque humanitario ante la inmigración”, dijo Daniel Schatz, un experto visitante en el Instituto Europeo de la Universidad de Columbia. “Durante la Guerra de Irak, Sodertalje, un pequeño municipio sueco, recibió a más refugiados iraquíes que Estados Unidos y el Reino Unido combinados”.
“Suecia está experimentando un choque de ideales”, añadió. “Aunque el país busca mantener un ideal humanitario, las preocupaciones públicas en torno a la inmigración han empezado a cambiar la política de una Suecia tradicionalmente liberal para hacer más estrictos los controles de inmigración y más restrictivas las políticas. El debate sobre la migración es por tanto uno muy personal para muchos suecos”.
Trump no es la única persona que apunta a lo que considera son las consecuencias inquietantes de la inmigración para Suecia. Recientemente, un curtido investigador del departamento de policía en Orebro, Peter Springare, causó agitación con una publicación en Facebook en la cual discutía los expedientes de casos que tenía sobre su escritorio.
“Lo que he estado manejando de lunes a viernes esta semana: violación, violación, violación grave, violación con agresión, chantaje, chantaje, agresión en el tribunal, amenazas, ataque contra la policía, amenazas contra la policía, drogas, drogas serias, intento de asesinato, violación de nuevo, chantaje de nuevo y agresión”, indicó Springare. Continuó con una lista de los nombres de pila de las personas que dijo eran los sospechosos, de los cuales todos salvo uno eran tradicionalmente mediorientales.
La publicación, que fue compartida 20,500 veces, condujo a una efusión de apoyo. La gente envió cientos de flores a la estación policiaca de Springare, y más de 170,000 personas se unieron a un grupo de Facebook que lo apoya.
Pero tanto sus superiores como policías en otros departamentos dijeron que no reconocían su descripción, y que los niveles nacionales no reflejaban sus afirmaciones.
Manne Gerell, un catedrático de criminología de la Universidad de Malmo, dijo que más inmigrantes que suecos cometen delitos, pero las cifras exactas son difíciles de determinar. Y, a nivel nacional, dijo, el desequilibrio no es tan grande como lo sugirió Springare.
Sin embargo, parece como si las frustraciones sobre el tema estuvieran extendiéndose.
En 2014, los antiinmigrantes demócratas suecos obtuvieron 12.9 por ciento de los votos en las elecciones parlamentarias para convertirse en el tercer partido más grande del país, en comparación con solo 2.9 por ciento ocho años antes.
“Desdeñada por los partidos tradicionales, su postura está resonando cada vez más entre algunos votantes”, dijo Schatz.
Parte del avance del partido tiene que ver con las percepciones sobre la delincuencia que tienen los residentes, un tema importante en Malmo, la tercera ciudad más grande de Suecia con unos 350,000 habitantes.
A menudo es llamado el “Chicago de la región nórdica”. La referencia no es a sus costas heladas y barridas por los vientos. La tasa de asesinatos en Malmo es la más alta entre los países escandinavos: 3.4 anualmente por cada 100,000 ciudadanos, comparado con 1.3 en Estocolmo, la capital.
Eso le ha hecho ganar a Malmo una reputación desagradable mucho más allá de las fronteras de Suecia, pero la evaluación carece de contexto: la tasa de homicidios de Chicago fue de 28 por cada 100,000 ciudadanos el año pasado, y la de San Luis fue de 59, según un análisis. Un asesinato en Malmo sigue siendo tan raro que aún genera titulares en todo el país.
Más de 40 por ciento de los residentes de Malmo o sus padres son origen extranjero, un hecho que a menudo es vinculado a la tasas de delincuencia de Malmo, pero Gerell, el criminólogo, dijo que no era clara una correlación, y aun cuando la hubiera, la inmigración no era el único factor que pudiera contribuir.
“La inmigración muy probablemente ha desempeñado un papel en las tasas de delincuencia”, dijo. “Pero tenemos a muchísimas personas viviendo en áreas pobres, así que no se trata solo de la inmigración. Dicho esto, la pobreza no necesariamente causa delincuencia, pero cuando hay muchos problemas sociales, habrá más de otros problemas”.
Incluso algunos antiguos inmigrantes admiten que la integración no siempre ha sido fácil, y que Suecia necesita un debate más vigoroso sobre lo que ha salido mal y lo que pudiera hacerse.
Maher Dabour, quien vino a Suecia procedente de Líbano en los años 80, dijo que el principal problema radica en cómo los migrantes son educados sobre las diferencias sociales.
“No se las arreglaron para explicarnos cómo ser ciudadanos”, dijo. “En términos legales, no es difícil, y han sido más que generosos, pero no es suficiente dar dinero”.
Treinta años después de abandonar Líbano, Dabour conduce un Volvo e instintivamente se coloca su cinturón de seguridad en Suecia, pero rompe con la tradición y fuma un cigarrillo tras otro.
Dijo que los suecos habían creado una sociedad basada en el respeto del individuo hacia el Estado, la disciplina y las reglas, pero que muchas personas recién llegadas llegan sin sentir respeto por, o confiar en, las autoridades gubernamentales, pero sí con gran consideración por la familia y los ancianos.
“Las autoridades dicen que todo está bien y en orden, pero no es cierto”, dijo Dabour. “Necesitamos tener una discusión abierta sobre los problemas”, añadió, refiriéndose a la delincuencia entre los inmigrantes.
En Malmo, el distrito de Rosengard durante años ha sido mencionado por la policía nacional como el que tiene una alta tasa de delincuencia, aunque ha mejorado recientemente. Alberga a 25,000 personas, 86 por ciento de ellas de origen extranjero. Las viviendas de rentas bajas están apiñadas en torno a un centro comercial, donde las tiendas tienen nombres como Noor, Najib y Orient Musik.
“Tratamos de no enfocarnos en los problemas”, dijo Maria Roijer, jefa de bibliotecarios en la biblioteca pública. Ella trata de actuar como un puente entre las muchas nacionalidades en Rosengard y la sociedad sueca.
Roijer dijo que muchas personas de origen extranjero acuden a la biblioteca y se unen a la sesión de idiomas en la cafetería para practicar su sueco, piden prestados libros en sueco y usan las computadoras.
“Las necesitan para poder comunicarse con las autoridades”, dijo.
En un restaurante turco, un refugiado sirio, Mohammed Hoppe, estaba limpiando mesas y lavando platos. Dijo que había estado demasiado ocupado para seguir las declaraciones de Trump sobre Suecia, pero después de tres años y medio en el país, no había visto suceder nada malo.
Y, por su parte, Alhassane tampoco estuvo interesada en los comentarios.
“Honestamente, todo lo que proviene de Estados Unidos en estos días es una especie de chiste”, dijo. “Ni siquiera sentí curiosidad de descubrir si lo que dijo era cierto. No fue necesario”.

Martin Selsoe Sorensen
© 2017 New York Times News Service