Un tribunal de apelación niega que Breivik reciba trato “inhumano” en la cárcel

El asesino neonazi Anders Behring Breivik no recibe un trato “inhumano” en la cárcel, dictaminó este miércoles un tribunal de apelación de Noruega, invalidando una sentencia de primera instancia que condenó en 2015 al Estado noruego.

“Breivik no es ni ha sido víctima de tortura o de trato inhumano o degradante”, afirmó el tribunal de apelación de Oslo en un comunicado.

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En una sentencia de 55 páginas, los tres magistrados del tribunal de apelación estimaron que la peligrosidad de Breivik justifica el estricto régimen carcelario.

El extremista de 38 años, que en 2011 mató a 77 personas, presentará un recurso ante la Corte Suprema de Noruega, anunció inmediatamente su abogado, Øystein Storrvik.

En una decisión que había sorprendido conmovido a los sobrevivientes de la matanza y a los familiares de las víctimas, un tribunal de primera instancia había dictaminado en abril de 2016 que Noruega violaba el artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos que prohíbe cualquier trato “inhumano” o “degradante”.

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La jueza del tribunal de primera instancia había destacado en particular el aislamiento prolongado de Breivik, apartado de los otros detenidos desde su encarcelamiento, lo que afecta su salud mental.

El Estado noruego había apelado argumentando que las condiciones de detención eran a la vez indispensables y ajustadas a derecho.

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En enero pasado, durante el juicio de apelación, llevado a cabo en la cárcel de Skien (sur del país), donde está encarcelado Breivik, los representantes del Estado habían destacado las medidas para compensar el aislamiento, en particular las condiciones de detención “confortables” y las múltiples interacciones con los guardianes y un visitador de cárceles.

Este miércoles, los tres jueces del tribunal de apelación dieron la razón al Estado noruego, rechazando todos los puntos de la apelación.

En el recurso, Breivik estimaba además que Noruega violaba el artículo 8 de la Convención que garantizaba el derecho a la vida privada, controlando de forma estricta su correspondencia.

El 22 de julio de 2011, disfrazado de policía, Breivik penetró en un campamento de verano de la Juventud Laborista noruega en la isla de Utoya y asesinó a 69 personas.

Ese mismo día, horas antes, Breivik había matado a ocho personas haciendo estallar una bomba cerca de la sede del Gobierno, en Oslo.

“Pienso en todas las víctimas de los crímenes del culpable”, declaró el miércoles Eskil Pedersen, ex secretario de la Juventud Laborista y sobreviviente de la matanza tras conocerse el dictamen. “El Estado tomó una buena decisión al apelar. Contento con el resultado”, escribió Pedersen en un tuit.

Breivik nunca expresó ningún remordimiento sobre la matanza y en enero pasado, al iniciarse el juicio de apelación, había hecho el saludo nazi.

Las declaraciones y gestos de Breivik tienen cada vez menos eco en Noruega, una nación tranquila y próspera que intenta cerrar ese capítulo doloroso de su historia.

En la apelación, el fiscal general encargado de representar al estado, Fredrik Sejersted, había descrito a Breivik como un “preso VIP”, en buen estado físico y psicológico, que soportaba bien el régimen carceral.

Breivik dispone de tres celdas de más de 10 m2 cada una, con vista al exterior, equipadas con televisión, juegos de vídeo y aparatos de musculación. “Sus condiciones de detención son mejores que las de los otros presos”, afirmó Sejersted.

“Ningún otro preso puede discutir y jugar con el personal penitenciario dos horas por día”, había agregado el fiscal, que negó que Breivik se encontrar en un régimen de aislamiento.

Si la Corte Suprema acepta el recurso de Breivik, el procedimiento no será público y se llevará a cabo sin la participación de Breivik, cuyo abogado declaró que está dispuesto a llegar hasta la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo.