Trump promete devolverle la industria a Pensilvania, algo nada sencillo

En esta antigua catedral de ladrillos y acero del gigante industrial Westinghouse, cerca de Pittsburgh, en Pensilvania, más de 10.000 obreros construían al terminar la Segunda Guerra Mundial los inmensos generadores que iluminaron Estados Unidos.

Westinghouse se trasladó en los años 80 a Carolina del Norte para aprovechar las leyes sociales más ventajosas y los equipamientos más modernos.
Hoy solamente 1.200 personas trabajan aquí como asalariados de unas cuarenta pequeñas empresas manufactureras.

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Esta es la realidad de la desindustrialización de Estados Unidos.
Las grandes cadenas de ensamblaje de antaño fueron desarmadas y mudadas a otras partes del país o al extranjero, dejando atrás grandes espacios industriales vacíos, como esta planta de East Pittsburgh, donde solo unas grandes grúas amarillas inmóviles dan testimonio de que allí hubo turbinas eléctricas de varias toneladas que alguna vez escoltaron en un pasillo central de varios centenares de metros.

“La vieja industria utilizaba mucha mano de obra. La nueva industria es ‘high-tech’, emplea menos gente y muy cualificada”, explica Timothy White, responsable de la Corporación para el Desarrollo de la Industria Regional (RIDC), que adquirió el terreno en 1989 para reconvertirla.

Cuando faltan pocos días para la elección presidencial del 8 de noviembre, Donald Trump sigue prometiendo que repatriará las industrias que se fueron a China y a México, que reabrirá los altos hornos y las minas de carbón, que en algunos casos cerraron hace décadas, y amenaza con sancionar a las empresas que opten por la deslocalización.

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En regiones como Ohio o Pensilvania, antiguo centro industrial de Estados Unidos, esas promesas han generado una enorme esperanza.

Pero una visita a estos lugares permite constatar que la región se ha adaptado a la globalización.

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Los antiguos obreros industriales se fueron o pasaron al sector servicios. Otros lograron acceder a empleos más cualificados gracias a cursos de formación subvencionados.

“Después de un shock, un sector industrial se reforma, gasta mucho dinero en ajustarse al shock y finalmente la cadena de producción se transforma de manera permanente”, explica el economista John McLaren, especialista de la Universidad de Virginia en los impactos del comercio.

Si Trump reimplanta las tarifas aduaneras con México, una parte de la producción tal vez podría volver a Estados Unidos, sostiene. “Pero es difícil imaginarse una vuelta a la vieja manera de producir cosas, sobre todo porque en este tiempo ha aparecido China”.