Trump refleja fragilidad del hombre blanco

© 2016 New York Times News Service

Los informes sobre la desaparición de Donald Trump son una exageración, para parafrasear y darle un nuevo enfoque a Mark Twain.

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Sí, él no puede dejar de disparar su boca y dispararse en el pie, y hay informes de que su caótica campaña se está acercando al punto del motín.

Sí, él no sabe casi nada sobre asuntos mundiales y eso salta con frecuencia creciente a la vista cada vez que tropieza en una entrevista. Señor, Putin invadió Ucrania en 2014, el mismo año que usted filmó su última entrega de su programa de realidad “The Celebrity Apprentice”.

Sí, su disputa persistente con la familia de un soldado musulmán caído pudiera ser el desatino menos aconsejable y más insensato en la memoria política de tiempos recientes (Trump sigue acrecentando este tipo de situaciones.) Este es el mismo hombre que recibió cinco prórrogas para el reclutamiento durante la Guerra de Vietnam, una por “crecimiento óseo en sus talones” con base en el New York Times. Mientras multitudes de sus contemporáneos estaban peleando – y muriendo – en batalla, Trump estaba siendo presentado en la primera plana del Times después de que él y su padre fueran demandados por el Departamento de Justicia, por parcialidad en contra de negros en sus propiedades de alquiler.

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Tres años más tarde, el Times hizo un perfil de él con un cumplido malicioso del nuevo rico: “Se desplaza por la ciudad en un Cadillac plata con chofer que lleva sus iniciales, DJT, en la matrícula. Sale con elegantes modelos de moda, pertenece a los clubes más elegantes y, apenas a los 30 años de edad, estima que su valía asciende a más de 200 millones de dólares'”.

Sí, todo parece indicar que él no conoce la diferencia entre Tim Kaine, el senador demócrata de Virginia con quien Clinton formó equipo como su pareja de fórmula, y Tom Kean, el ex gobernador republicano de Nueva Yérsey que tuvo un cargo público por última vez hace 26 años, el mismo año que Trump alardeó en su libro “Sobreviviendo en la cima”: “Yo nunca he tenido un solo problema en la cama”, y aconsejó a Vanity Fair: “Cuando un hombre deja a una mujer, particularmente cuando se percibía que él había dejado todo un pedazo de trasero – ¡uno bueno! -, hay 50 por ciento de la población que amará a la mujer que fue dejada”.

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Sí, sí, sí.

Sin embargo, Donald Trump es más grande que todo esto, o debería decir, más pequeño.

Él apela a algo más profundo, a algo más bajo: miedo. Todo su lema de campaña, “Hacer Grande a Estados Unidos de Nuevo”, es en efecto un reconocimiento invertido de pérdida: primacía perdida, privilegio perdido, prestigio perdido.

¿Y quiénes sienten que han sido los que más han perdido? Los hombres blancos.

Como destacó Upshot del New York Times en julio. “Con base en nuestros estimados, la Sra. Clinton está teniendo mejores resultados esencialmente entre cada grupo de votantes con la excepción de hombres blancos sin diploma universitario”. Dicho de otra manera: “Hillary Clinton está teniendo un desempeño bueno en su mayoría o mejor del que tuvo Barack Obama en 2012, con la excepción entre hombres blancos sin carrera”.

Efectivamente,un informe del Times este lunes lo expresó de la siguiente manera: “Un sondeo entre el New York Times y el Noticiario de CBS hace dos semanas arrojó que los hombres blancos preferían al oponente republicano, Donald J. Trump, que a la Sra. Clinton por casi dos a uno, o 55 versus 29 por ciento”.

Estos son los votantes que mantienen viva la candidatura de Trump.

Él apela a una condición regresiva y patriarcal de blancos estadounidenses en la que varones blancos prosperaban, en parte debido a minorías raciales y étnicas, por no decir nada de las mujeres en general, eran subvaluadas y les pagaban por lo bajo, si no eran excluidas por completo.

Los hombres blancos reinaban supremos en la historia idealizada, y todo estaba bien en el mundo. (Es curioso que Trump nunca especifique un periodo en el que Estados Unidos fue grande, en su opinión. ¿Se superpuso con los movimientos de los derechos de la mujer, los derechos civiles o los derechos gay? ¿Para quién fue genial?)

El muro de Trump no es práctico, pero es una metáfora. La prohibición de Trump en contra de musulmanes no es factible, pero es una metáfora. El descomunal plan de deportaciones de Trump no es practicable, pero es una metáfora.

Hay un porcentaje de la población que se siente amenazado por el cambio incesante – inmigración, globalización, terrorismo, multiculturalismo – y esas personas quieren que alguien, cuando menos metafóricamente, construya un muro alrededor de su herencia cultural, la cual mezclan en la misma medida con herencia estadounidense.

En sus mentes, ya sea explícita o implícitamente, Estados Unidos es blanco, cristiano, heterosexual y dominado por los hombres. Si uno apoya a Trump, está apoyando en cierto nivel su intolerancia y racismo. No se puede tener un cachorrito y no recoger la popó.

Además, la aceptación del racismo es un acto de racismo. Eres condenado formalmente por tu complicidad.

No estoy acostumbrado a darle vueltas a un tema; prefiero decirlo como son las cosas. Prefiero arrojar una brillante luz sobre este hasta que se marchite. El apoyo a Trump es indefendible y te vuelve tan paria como él lo es.

Como Toni Morrison le dijo una vez a Charlie Rose:

“¿Qué no entiendes que la gente que hace esta cosa, que practica el racismo, tiene carencias? Hay algo distorsionado con respecto a la psiquis. Es un desperdicio descomunal, y es una corrupción, y una distorsión. Es como si fuera una profunda neurosis que nadie estudia por lo que es”.

Eso llega hasta aquí, ahora. Esto porque mientras existan racismo, tribalismo y xenofobia en este país, las rarezas de Trump no indicarán su fracaso máximo. Pero, no dejemos escapar a las personas que lo apuntalan, alegando que ellos están simplemente siendo gente leal del partido, o gente que odia a Hillary o albergar inquietudes por la Suprema Corte.

Trump es un espejo. Es un reflejo de – efectivamente una revelación de – la fealdad que albergas, solo que es posible que tú hayas hayas ido por la vida expresándolo en formas que eran más cifradas y políticas. Trump es un grito primordial sin filtro de la fragilidad y temor que consumen a los varones blancos de Estados Unidos.

Charles M. Blow
© The New York Times 2016