Túnez acoge la historia de la era otomana largo tiempo prohibida por sus dictadores

TÚNEZ ⎯ Desde su revolución en 2011, los tunecinos han peleado entre sí mismos para definir su nueva identidad tras dictaduras sucesivas. Tardíamente, han empezado a reclamar también su historia.

Las dictaduras tienen una forma de manipular las narrativas históricas. Así que, junto con cualquiera de los asuntos más urgentes del día, el pasado también está en juego.

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La lucha para dar forma al pasado, y darle nueva autenticidad, puede verse en toda la capital tunecina.

En el verano de 2016, el gobierno tunecino volvió a colocar una estatua de Habib Bourguiba, el fundador y primer presidente de la república, en su lugar original en la avenida principal de la capital.

El famoso símbolo de Bourguiba ⎯ montado sobre su caballo, con el brazo levantado animando a los tunecinos a independizarse ⎯ había sido desplazado a un vecindario costero en 1987, después de que fue derrocado por su primer ministro, Zine El Abidine Ben Ali. (Ben Ali fue derrocado décadas después durante el levantamiento de la Primavera Árabe.)

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El presidente actual, Beji Caid Essebsi, que formó parte del Gabinete de Bourguiba, fue el principal impulsor de la reinstalación de la estatua, la cual dijo tenía la intención de reforzar su llamado a la unidad nacional y un Estado fuerte.

La estatua de Bourguiba había reemplazado a un símbolo humillante del colonialismo: una imagen del político colonialista Jules Ferry con una mujer tunecina a sus pies ofreciéndole una rama de olivo, recordó a los tunecinos.

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“Ese era el símbolo del colonialismo, y Bourguiba es el símbolo de la libertad, de la independencia y del Estado moderno”, declaró en la develación.

Muchos tunecinos realmente respetan a Bourguiba como el padre de la nación independiente, aunque también fue un dictador que encarceló a sus oponentes y se aferró al poder durante más de 30 años.

Los jóvenes revolucionarios que encabezaron el levantamiento de la Primavera Árabe recibieron el regreso de la estatua con un frenesí de bromas en las redes sociales sobre el desperdicio de dinero.

Lejos de consolidar su reputación, el traslado de la estatua abrió un nuevo debate en torno del legado de Bourguiba.

“La gente habla de un ‘nuevo bourguibismo’, pero no existe”, dijo Med Dhia Hammami, un periodista y activista. “De ahí no sale ninguna idea”.

Con la nueva libertad recuperada desde su revolución, algunas de las víctimas de Bourguiba están recibiendo la oportunidad de aclarar la historia en audiencias públicas de la Comisión de la Verdad y la Dignidad.

Uno de ellos, Hamadi Ghars, de 85 años de edad y periodista en el movimiento de la independencia, ofreció un retrato condenatorio de Bourguiba en la primera audiencia pública de la comisión.

Ghars describió como Bourguiba había traicionado a miles de sus combatientes proindependentistas cuando aceptó un acuerdo provisional con el gobierno francés que permitió a las fuerzas de seguridad de los invasores seguir controlando el país.

“Nos alegró la independencia y esperábamos la reconciliación”, dijo Ghars. Sin embargo, Bourguiba luego les ordenó rendirse ante los franceses, quienes bombardearon a los combatientes en las montañas.

“Mataron a cientos de jóvenes tunecinos”, recordó. “No dudo que sus cuerpos sigan en las montañas y en los ríos actualmente”.

Ghars fue capturado y sentenciado por los franceses a 20 años de cárcel y 10 años de trabajos forzados, los cuales cumplió bajo el régimen de Bourguiba. “Destruyeron un sueño de unidad”, dijo.

“Habitualmente, la historia es escrita por los triunfadores, pero esto es lo contrario”, dijo Adel Maizi, el presidente para la preservación de la memoria de la comisión. “Estos testimonios revelarán la verdad”.

“La dictadura siempre trata de mantener las cosas en secreto”, explicó. “Este tipo de testimonios van en contra del olvido. Preservarán el recuerdo para el país y servirán como una forma de protegernos para que esas cosas no ocurran en el futuro”.

Los tunecinos están descubriendo otros capítulos olvidados de su pasado que los dos dictadores trataron de ocultar.

Multitudes acudieron en tropel en las últimas semanas a una exhibición sobre el opulento reinado en el siglo XIX de los príncipes tribales cuando Túnez era parte del Imperio Otomano.

La exhibición está albergada en el poco conocido palacio Ksar es-Said. Alguna vez una residencia real, fue usada como barracas y hospital y ha permanecido cerrada desde los años 80, con su colección de pinturas francesas y su magnificencia otomana ocultas a la vista del público.

Durante un año, la Fundación Rambourg ha estado restaurando una parte del palacio y sus colecciones para revelar la historia de Túnez entre 1830 y 1881, el periodo en que los gobernantes principescos conocidos como beyes gobernaron el país antes de que fuera colonizado por Francia.

Ridha Moumni, curador de la exposición, insiste en que no es política, sino una cuestión de historia. Sin embargo, está exhibiendo acontecimientos que los dictadores de Túnez intentaron suprimir.

“Tenemos un patrimonio muy rico que nadie conocía”, dijo Moumni. “Nuestro objetivo era mostrar que la modernidad tunecina no empezó con la independencia o la colonización”.

La exhibición ofrece a muchos tunecinos su primer vistazo a la corte del siglo XIX a través de retratos reales y ricos atuendos.

Lo más importante es que ofrece una lección de historia sobre las importantes reformas de la era ⎯ la fundación del ejército, la elaboración de una constitución y el desarrollo de relaciones diplomáticas ⎯ que ayudaron a forjar a una nación.

Entre los documentos originales en exhibición está uno mediante el cual se abolió la esclavitud en 1846; antes de que lo hiciera Estados Unidos, señaló Moumni.

Otros incluyen una constitución redactada en 1860 que reconoce los derechos de todos los ciudadanos, incluidas las minorías cristiana y judía, y registros del censo, en hebreo y árabe, pertenecientes a la antigua comunidad judía de Túnez.

Estudiantes y un profesor universitario que recorrían la exhibición dijeron que era la primera vez que habían visto imágenes de la realeza tunecina.

Otro descubrimiento es la diversidad de los líderes de Túnez ⎯ desde el canciller cristiano Giuseppe Raffo hasta un general circasiano, Kheireddine Pasha, y el ex esclavo Mustafá Khaznadar, quien se casó con una integrante de la familia real y llegó a ser bey.

Una de las exhibiciones más populares ⎯ en la sala del trono, y al lado de la mesa en la cual fue firmado ⎯ es el Tratado de Bardo, según el cual los beyes, que enfrentaban una dinastía que se desmoronaba y deudas crecientes, se sometieron para convertirse en un protectorado francés.

Los beyes fueron culpados subsecuentemente de allanar el camino para siete décadas de régimen francés y fueron condenados a la oscuridad por Bourguiba después de la independencia de Túnez.

“Él quiso borrar esto de la memoria nacional”, dijo Moumni.

Carlotta Gall y Lilia Blaise
© 2017 New York Times News Service