Una ciudad a la vanguardia

BASE McMURDO, Antártida La estación de investigación de Estados Unidos en la orilla de este continente congelado quizá parezca un campo minero en medio de la naturaleza, pero realmente es una de las glorias de la ciencia estadounidense.

En la Base McMurdo, se levanta un polvo volcánico negro de los caminos sin pavimentar, pegándose a los camiones y los edificios. La gente come verduras enlatadas, duerme en habitaciones sin ventanas y rutinariamente usa nueve kilos de ropa para sobrevivir a temperaturas por debajo del nivel de congelación.

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Desde su origen como una colección de chozas de la Armada estadounidense hace seis décadas, la base aquí ha crecido para convertirse en una pequeña ciudad con más de mil residentes durante los meses pico.

Ha sido desde hace tiempo el principal centro para el programa de investigación antártica más ambicioso operado por cualquier nación. Cientos de científicos acuden cíclicamente cada año para estudiar los peligros de los casquetes polares que se están desbaratando, los hábitos de apareamiento de los pingüinos, la historia profunda de la Tierra y los grandes misterios del cosmos.

Ahora, en una era en que el gobierno de Donald Trump está buscando recortar el gasto, el destino de la investigación antártica está en duda.

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El costo de mantener la ventaja estadounidense en la Antártida pudiera ser alto. La Fundación Nacional de la Ciencia, que opera los programas de investigación en la Antártida y Groenlandia, ha decidido que los edificios antiguos e ineficientes en McMurdo deben ser reemplazados. Ha ideado un plan sin un costo oficial aún, pero es casi seguro que ascienda a cientos de millones de dólares.

Además, los barcos que entregan suministros cada año deben ser encabezados por un barco capaz de romper el pesado hielo marino. El único en la flota de Estados Unidos lo suficientemente grande para hacer esa tarea, el Polar Star de la Guardia Costera de Estados Unidos, es una decrépita embarcación de 40 años de antigüedad a la que los miembros de la tripulación en ocasiones llaman “una cubeta oxidada”.

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Rusia, en comparación, pronto tendrá más de 50 rompehielos. Varios funcionarán con reactores nucleares. En el Congreso de Estados Unidos, miembros de ambos partidos han llamado a la situación una vergüenza nacional y ofrecido fondos para empezar a diseñar una nueva flota de rompehielos estadounidense.

Pero los barcos podrían costar mil millones de dólares cada uno, y el grueso del dinero aún no ha sido asignado. En el mejor de los casos, el primer rompehielos nuevo será botado del astillero dentro de seis años.

Mientras tanto, reparaciones de barcos no planeadas pudieran forzar a McMurdo y su estación hermana, en el Polo Sur, a operar con tripulaciones esqueléticas durante un año o más, suspendiendo la mayor parte de la investigación científica.

“Estamos viviendo en tiempo extra”, dijo Kelly K. Falkner, director de programas polares de la Fundación Nacional de las Ciencias.

El deterioro de McMurdo puede verse como una extensión de la crisis de infraestructura de Estados Unidos que el presidente Trump prometió arreglar durante la campaña, aun cuando los problemas están a casi 13,000 kilómetros de la parte continental estadounidense.

Para las personas que operan la Base McMurdo, pasarla con una pequeña cantidad de dinero es un motivo de orgullo. Los camiones y otras piezas de equipo pesado son reparados una y otra vez, y se mantienen funcionando durante décadas.

“Todo lo que recibimos, le sacamos el mayor provecho”, dijo Paul Sheppard, un coronel retirado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que es subjefe de logística antártica de la Fundación Nacional de las Ciencias. “Los contribuyentes reciben un enorme rendimiento sobre la inversión”.

La propiedad de Estados Unidos de este activo científico de primera es, en parte, una reliquia de la Guerra Fría. El adversario entonces era la Unión Soviética, y las dos naciones competían para proyectar influencia en todo el planeta y en el espacio.

Esa competencia que llevó a los astronautas estadounidenses a la luna en 1969 también fue una gran razón para que las banderas estadounidenses fueran izadas finalmente en la mejor área de tierra seca en la Antártida, en la cual se ubica la Base McMurdo, y en el sitio más simbólico del continente, el Polo Sur.

Hoy, China, más que Rusia, es la creciente competencia en la Antártida, identificando la investigación ahí como una prioridad nacional estratégica. China tiene cuatro bases permanentes, y planea una quinta. Estados Unidos tiene tres bases y múltiples campamentos de campo, y su programa en general sigue siendo mucho más grande que el de China.

Mucha de la ciencia estadounidense realmente no se da en McMurdo. El campamento es efectivamente un centro logístico; o, como declaró un comité recientemente, el equivalente polar de una plataforma de lanzamiento de la NASA.

“Más de 150 proyectos de investigación diferentes operan a partir de la Base McMurdo cada año, y todos ellos requieren una enorme cantidad de apoyo logístico, que comprende desde trasladar carga pesada hasta suministrar alimentos y hacer llegar a las personas a rincones remotos del continente”, dijo Michael Lucibella, editor de The Antarctic Sun, el periódico en internet del Programa Estadounidense para la Antártida. “Es un tipo de logística que yo nunca había visto antes”.

Desde la estación, equipos de científicos pueden volar a campamentos de campo en lo profundo del interior antártico, sondear las profundidades del océano y tomar helicópteros con destino a los cercanos Valles Secos de McMurdo, una región libre de hielo donde cientos de millones de años de la historia del planeta están expuestos en las laderas.

McMurdo también es la línea vital para la base estadounidense en el Polo Sur. Tractores arrastran enormes contenedores de combustible desde aquí a través del hielo, en travesías que toman semanas, para abastecer a la estación del Polo Sur.

La base del Polo Sur alberga no solo investigación relacionada con el hielo sino también a algunos de los observatorios astronómicos más importantes del mundo, incluido uno diseñado para detectar a neutrinos fugaces desprendidos de los eventos más violentos en el universo, como las estrellas que estallan.

Apoyar todo este trabajo requiere cientos de empleados, que viajan cada año a la Antártida para cocinar, limpiar, reparar maquinaria e incluso combatir incendios.

En McMurdo, las comidas son gratis y la pizza caliente está disponible las 24 horas del día. En un paisaje agreste de piedra negra y hielo blanco, la gente que pasa tiempo aquí invariablemente desarrolla cariño por las costumbres.

“Un día, yo estaba caminando y vi a uno de los empleados de limpieza vestido con un traje de porrista y usando alas de hada, y le dije: ‘Oh, ¿vas a ir a la fiesta de disfraces esta noche?’”, dijo Kelly Swanson, una doctora de Massachusetts que ha pasado varias temporadas dirigiendo programas recreativos en McMurdo. “Y él dijo: ‘No, voy a jugar quemados”.

Laura Gerwin, una fotógrafa de Santa Fe que trabaja como conductora de un vehículo de transporte en el hielo, dijo: “Se ven muchos tutús, muchos calcetines de colores brillantes, muchos mamelucos. Si no tuviéramos sentido del humor ahí pasaríamos un periodo muy difícil en ese continente agreste”.

McMurdo se extiende a más de cien edificios, muchos de ellos bastante pequeños; un legado de sus orígenes como un campamento de la Armada, pero vistos hoy en día como uno de los mayores problemas.

El rediseño combinaría muchos de los almacenes, dormitorios y otras estructuras existentes en un edificio mucho más grande y más alto, el cual usaría de manera más eficiente la energía y la mano de obra.

Es probable que las cuestiones del financiamiento reciban escrutinio en los próximos años, conforme la fundación de las ciencias empieza a solicitar las grandes sumas que requerirá el plan.

El almirante Paul F. Zukunft, comandante de la Guardia Costera, ha sido públicamente optimista. “Estamos apurando las acciones iniciales para construir el primer rompehielos pesado para 2023”, dijo en un discurso en marzo.

Justin Gillis y Jonathan Corum
© 2017 New York Times News Service