Antes una ciudad modelo, Hong Kong está en problemas

HONG KONG ⎯ Cuando Hong Kong regresó al régimen chino hace dos décadas, la ciudad era vista como un modelo de lo que China podría llegar a ser algún día: próspera, internacional, con las amplias protecciones del régimen de derecho.

Hubo ansiedad sobre cómo ese lugar podría sobrevivir en la China autoritaria. Pero incluso después de que Pekín empezó a transgredir las libertades de esta ex colonia británica, su reputación como una de las ciudades mejor administradas en Asia persistió.

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Los trenes operaban a tiempo. La delincuencia y los impuestos eran bajos. El horizonte resplandecía con edificios cada vez más altos.

Todo eso sigue siendo verdad. Sin embargo, en el vigésimo aniversario de la entrega el sábado, esa percepción de Hong Kong como algo especial ⎯ una encrucijada vibrante del Este y el Oeste que China querría imitar ⎯ se está desvaneciendo rápidamente.

Las incesantes disputas entre el liderazgo de la ciudad respaldado por Pekín y la oposición prodemocrática han debilitado la capacidad del gobierno para tomar decisiones difíciles y completar proyectos de construcción importantes.

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Atrapadas entre modelos de gobierno rivales ⎯ los dictados de Pekín y las demandas de los residentes locales ⎯, las autoridades han permitido que los problemas supuren, incluyendo una crisis de vivienda asequible, un sistema educativo lleno de problemas y una línea de tren de alta velocidad retrasada.

Muchos dicen que la lucha en torno al futuro político de Hong Kong la ha paralizado, y quizá condenado al declive. Como resultado, la ciudad es exhibida cada vez más no como un modelo para el futuro de China sino como una advertencia: para Pekín y sus aliados, de los peligros de la democracia, y para la oposición, de los peligros del autoritarismo.

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“Cada vez más, hay una sensación de inutilidad”, dijo Anson Chan, la segunda funcionaria de más alto rango en el gobierno de Hong Kong en los años previos y posteriores a la entrega al régimen chino. Culpa a la interferencia de Pekín de los males de la ciudad. “Tenemos a este gigante enorme en nuestro umbral”, dijo, “y el resto del mundo no parece cuestionar cualquier cosa que hace el gigante enorme”.

Otros distribuyeron la culpa más ampliamente. Señalan la renuencia de la oposición al compromiso y las políticas que debilitan a los partidos políticos, incluidos los distritos electorales de escaños múltiples que permiten que candidatos radicales ganen con una minoría de votos.

“Este tipo de atmósfera política afectará a muchas de las iniciativas que pudieran proponerse”, dijo Anna Wu, miembro del consejo ejecutivo, o Gabinete, del territorio.

Una estación del tren de alta velocidad para Hong Kong es una estructura a medio terminar, años después de que todas las demás ciudades importantes en China han estado vinculadas por trenes bala.

Hong Kong se clasifica solo detrás de Nueva York y Londres como centro de las finanzas globales, pero no tiene museos de clase mundial. Después de 15 años de retrasos, la construcción de un distrito cultural destinado a rivalizar con el Lincoln Center ha empezado, pero el financiamiento de la legislatura pudiera verse interrumpido en los próximos días.

Las extendidas quejas sobre las escuelas obsesionadas con los exámenes que dejan a los estudiantes mal preparados para competir contra los de la China continental no han llevado a una reforma educativa. Ni el gobierno ha encontrado una forma de abordar la efervescente ira pública por las rentas y precios de la vivienda elevadísimos.

Hong Kong era conocida por la velocidad y eficiencia con la cual construía enormes comunidades planeadas con amplias viviendas públicas cada pocos años. Pero no se las ha ingeniado para hacerlo desde que Gran Bretaña la regresó al régimen chino el 1º de julio de 1997.

‘Un país, dos sistemas’

Hong Kong sigue siendo una joya en muchas formas, un lugar al que es difícil no amar y que es, para sus 7.4 millones de residentes, difícil de dejar.

Estrechos listones de rascacielos frente al océano tienen como fondo laderas protegidas como parques forestales. A solo 10 minutos colina arriba del majestuoso Puerto Victoria y el distrito financiero hay vistas impresionantes del Mar de la China Meridional. El acero y el concreto se fusionan con senderos boscosos que serpentean entre lagos y cascadas, todo ello no demasiado lejos del cavernoso y eficiente aeropuerto de la ciudad, parte de una famosa red de trenes subterráneos, autobuses, tranvías y transbordadores.

Pero el aeropuerto fue construido por los británicos antes de que se fueran. También las instituciones que realmente distinguen a la ciudad: los tribunales independientes, el servicio público altamente respetado, la prensa libre.

Todo eso se preservó bajo la fórmula de “un país, dos sistemas”, que prometió a Hong Kong un alto grado de autonomía cuando Gran Bretaña la regresara a China. Pero se ha debilitado a medida que el Partido Comunista se entromete cada vez más en los asuntos de la ciudad, intimidando e incluso secuestrando a personas que considera desafían sus intereses.

El Movimiento de las Sombrillas que demandaba elecciones libres y se apoderó del control de las calles del centro durante 11 semanas a fines de 2014 es solo un recuerdo distante. Pero el resentimiento soterrado hacia la China continental se ha extendido a medida que la evolución democrática de Hong Kong se ha estancado.

Esta primavera, una nueva directora ejecutiva del territorio, Carrie Lam, fue seleccionada por un comité de unos 1,200 residentes, la mayoría aliados de Pekín que seguían sus instrucciones.

Sus predecesores anduvieron con tiento en asuntos difíciles, temerosos de ofender al liderazgo chino y provocar al público. Al mismo tiempo, dicen los críticos, la limitada responsabilidad pública ha permitido que la incompetencia e incluso el soborno se extendieran entre los funcionarios. Los dos principales funcionarios del gobierno de un gobierno anterior han sido enjuiciados bajo cargos de corrupción.

Los aliados de Pekín tienen una mayoría en la legislatura porque la mitad de los 70 escaños son seleccionados por grupos de interés en su mayor parte leales al gobierno continental. Pero la otra mitad son de elección, y legisladores que favorecen una mayor democracia han ganado una mayoría de esos escaños. El resultado es la paralización.

También ha habido un cambio generacional en el campo prodemocrático. Los votantes han reemplazado a los políticos de más edad y más pragmáticos con candidatos más jóvenes más estridentemente opuestos a las autoridades comunistas y dispuestos a involucrarse en una resistencia sin cuartel. A fines del año pasado, Pekín intervino para evitar que tomaran posesión de sus escaños dos políticos pro independientes que habían alterado su juramento al cargo para protestar por el régimen chino.

Las reglas de la legislatura permiten que tres miembros cualesquiera frenen la acción durante meses con acciones obstruccionistas. En los dos últimos años, varios grupos en el campo pro democrático han usado repetidamente esa herramienta como palanca, causando un atraso en la legislación que ha retrasado incluso proyectos que no son contenciosos, como un plan de limpieza del puerto.

Ambos bandos coinciden en que la ciudad se volverá ingobernable sin algún tipo de cambio político. Pero no se pueden poner de acuerdo sobre qué hacer.

Los demócratas quieren un mapa de ruta claro hacia el sufragio universal ⎯ el cual Pekín prometió en 2007 que “sería implementado” en 2017 ⎯ empezando con elecciones directas del director ejecutivo. Solo cuando el gobierno sea responsable ante la voluntad pública tendrá un mandato para hacer frente a los desafíos que tiene la ciudad, afirman.

Pero los simpatizantes de Pekín dicen que el problema es que hay demasiada democracia, no muy poca.

Shiu Sin-por, el jefe saliente de la Unidad de Política Central que establece la agenda del gobierno local, dijo que los legisladores a favor de Pekín deben romper con la tradición y ponerse firmes con los obstruccionistas.

También quiere eliminar las protecciones del servicio público para muchos altos funcionarios y darles contratos a corto plazo renovables; los cuales les harían más responsable ante Pekín.

“Hay muchos holgazanes y vagos que se mantienen hasta que se jubilan”, dijo. “¿Las elecciones cambiarían esto? No”.

Shiu, un veterano mediador del poder con nexos estrechos con el gobierno de Pekín, advirtió que si Hong Kong seguía paralizado políticamente, pudiera deslizarse de entre las filas de las ciudades grandiosas del mundo y terminar como Mónaco, un refugio fiscal para los ricos con pocas industrias más allá de los servicios financieros y las ventas minoristas.

En una entrevista, Lam, quien prestaría juramento este sábado, reconoció “un cierto grado de verdad” en el argumento de que la falta de una revisión política estaba haciendo más difícil abordar temas como la vivienda, la educación y la infraestructura.

Pero añadió: “Si tuviéramos el sufragio universal mañana, ¿desaparecerían todos estos problemas? No lo creo”.

Tensiones con el continente

En muchas formas, a Hong Kong como ciudad le ha ido mejor que a sus habitantes. Desde la entrega, más de un millón de chinos continentales se han mudado aquí, contribuyendo con su energía y talento al desarrollo económico del territorio. Pero el éxito de los recién llegados en ocasiones ha sido a costa de aquellos con raíces más profundas.

Las grandes empresas y bancos internacionales ahora reclutan agresivamente a chinos continentales en vez de a residentes locales, quienes hablan cantonés en vez del mandarín usado en el continente y quienes a menudo carecen de las conexiones para conseguir contratos y prosperar ahí.

El tema del idioma es un desafío para el sistema educativo de Hong Kong, que trata de enseñar tres de ellos: inglés, así como mandarín y cantonés. Esto produce muchos graduados con un inglés y mandarín más deficientes que quienes salen de las escuelas principales del continente.

Pero los esfuerzos para abordar el problema quedan atrapados en la política fracturada de la ciudad, con sospechas de que Pekín quiere socavar la identidad local o limitar la influencia de Occidente.

Al mismo tiempo, el gobierno ha resistido las propuestas para relajar la cultura de los exámenes de alta presión, una fuente de mucha insatisfacción pública. En vez de ello, trató de introducir material “patriótico” en el plan de estudios, apaciguando a Pekín mientras encolerizaba a los padres y los estudiantes.

La afluencia de chinos continentales también ha contribuido a un alza histórica en los precios de la vivienda, haciendo de Hong Kong uno de los lugares más caros para vivir. Un espacio de estacionamiento se vendió recientemente en 664,000 dólares.

Los precios y rentas al alza han afectado a las familias de clase media y a los residentes más jóvenes en particular, alimentando el resentimiento contra los chinos continentales que han vertido dinero en el mercado. Las medidas gubernamentales para limitar la especulación no han disuadido a esos inversionistas, muchos de los cuales están buscando una forma segura de sacar su dinero del continente.

El problema subyacente es la oferta limitada. Las disputas por terrenos casi han frenado los planes de construir grandes áreas residenciales en las secciones rurales del norte de Hong Kong.

Según una política que data de la era colonial, a las familias en las aldeas tradicionales ahí se les conceden concesiones sobre la tierra a largo plazo, produciendo una dispersión urbana y haciendo difícil conjuntar un gran terreno para un desarrollo inmobiliario. El gobierno pudiera obligar a las familias a vender pero le preocupa provocar protestas, en parte porque los líderes de esas comunidades generalmente han apoyado a Pekín.

Los planes para construir en otras partes están estancados. Los esfuerzos para volver a zonificar los bordes de los parques boscosos para construir edificios de departamentos han sido bloqueados por ambientalistas, mientras que el gobierno ha sido receloso del costo de las propuestas polémicas de parte de los desarrolladores para subsidiar el reclamo de tierras y construir miles de hectáreas de islas artificiales.

“Hay tierras en Hong Kong, pero lo que falta son terrenos desarrollables”, dijo Anthony Cheung, secretario de transporte y vivienda, señalando que todos querían más viviendas pero no querían que se construyera a su lado. “Aun necesitamos buscar apoyo de la comunidad local”.

Sin embargo, conseguir ese apoyo es difícil, dada la profunda desconfianza en el gobierno. Las demandas por parte de grupos vecinales y ambientales han retrasado una serie de proyectos de infraestructura que requieren mucho menos terreno que los desarrollos de vivienda.

La planeada línea de tren de alta velocidad, por ejemplo, está siendo construida subterráneamente en los 26 kilómetros hasta la frontera en parte debido al desafío político de conseguir terrenos. Eso ha elevado el costo del proyecto en muchas veces. Sin embargo, incluso el esfuerzo de perforar los túneles requería la eliminación de una aldea de apenas 100 personas, y activistas democráticos se unieron a ellos en protestas que frenaron la iniciativa.

El propuesto despliegue de funcionarios de inmigración chinos en la céntrica estación del tren que está en construcción también es polémico. Los críticos están objetando una ampliada presencia de seguridad continental en el corazón de la ciudad. Señalan varios casos recientes en que agentes chinos parecieron secuestrar a personas ⎯ libreros que vendían obras lascivas sobre funcionarios continentales, o un magnate con un raro conocimiento interno de las finanzas de la élite del Partido Comunista ⎯ y llevarlas al continente sin autoridad legal.

“Será usado como excusa para crear un serio resquicio que permita a los agentes continentales implementar leyes continentales en el territorio de Hong Kong”, dijo Eddie Chu, miembro prodemocrático de la legislatura.

Mientras las disputas políticas en Hong Kong se prolongan, algunas personas se están yendo. Un destino popular es Taiwán, una floreciente democracia china con propiedades más asequibles y medios noticiosos que no se dejan intimidar por Pekín como lo han hecho muchos en Hong Kong.

Pat Yeung, una emprendedora de 43 años de edad, se mudó a Taiwán este verano después de que una amiga emigró para sacar a sus hijos de las escuelas de alta presión, y después de que conoció a otra pareja que se reubicó en busca de vivienda más barata.

En Hong Kong, con su incesante competencia empresarial y clima político cada vez más oscuro, dijo Yeung, “la presión es demasiado grande”.

El estancamiento continúa

Hace tres años, Pekín presentó a Hong Kong una propuesta para permitir que los residentes elijan al director ejecutivo, pero solo a partir de una lista de candidatos aprobada por un comité de nominación bajo su control. Las fuerzas prodemocráticas rechazaron la oferta, demandando elecciones libres sin ese límite, y la negativa de Pekín a ceder provocó las protestas del Movimiento de las Sombrillas.

Fue un momento crucial para Hong Kong, en el que todos los bandos dejaron perder una oportunidad para llegar a un compromiso y se aferraron a lo que ha sido un estancamiento prolongado.

El mayor error del campo prodemocrático quizá haya sido creer en que el presidente Xi Jinping, quien en ese entonces había estado en el cargo durante casi dos años, pretendía guiar a China hacia un futuro más pluralista.

Martin Lee, presidente fundador del Partido Democrático, dijo que albergó esas esperanzas porque había conocido al padre de Xi, un destacado líder comunista considerado de mentalidad más abierta que la mayoría de los generales de Mao.

Otros señalaron el historial de Xi como líder en las provincias orientales de Fujian y Zhejiang, donde adoptó un tono moderado mientras trataba de atraer a inversionistas de Hong Kong, dijo Joseph Cheng, otro veterano activista democrático.

Zhang Dejiang, miembro del poderoso Comité Permanente del Politburó, tomó la iniciativa en cuanto a la política hacia Hong Kong, y algunos se preguntaron en ese entonces si su postura intransigente reflejaba las opiniones de Xi.

Pero ahora hay pocas dudas de que Xi ejerce el control. Después de casi cinco años en el poder, ha resultado ser un autoritario comprometido que considera que la liberalización política es una amenaza.

Parece haber poca esperanza de que Pekín vaya a hacer a Hong Kong una oferta mejor que la que propuso hace tres años. Jasper Tsang, el recientemente retirado presidente de la legislatura y viejo aliado de Pekín, dijo que las actitudes del liderazgo chino hacia la ciudad se habían endurecido.

“La gente me está diciendo que no habrá una segunda oportunidad”, dijo.

El mes pasado, Zhang visitó Macao, la ex colonia portuguesa que ahora es un centro de apuestas chino, y lo elogió en términos que sugirieron que lo veía como un modelo para Hong Kong.

La gente aquí se mostró consternada porque Macao tiene fama de una obediencia obsequiosa hacia Pekín así como de corrupción crónica, crimen organizado y tolerancia limitada a los sindicatos y otras organizaciones independientes.

La preocupación ahora es si Xi pudiera compartir esa visión del futuro de Hong Kong. “Si la idea surgió de él”, dijo Lee, “estamos acabados”.

KEITH BRADSHER
© 2017 New York Times News Service