Cómo una “coreógrafa especialista en intimidad” enseña educación sexual para el escenario

STRATFORD, Ontario —La tarde del último sábado de mayo, cuando las primeras producciones de la temporada en el Festival Stratford aún estaban en pre estreno, las personas que asistieron al Teatro Tom Patterson fueron recibidas con dos advertencias a la entrada del auditorio. Una era del tipo normal que decía que el espectáculo que estaban por ver contenía niebla, humo, luces estroboscópicas y contenido para adultos.

El otro cartel, en un marco color negro intenso, era más alarmante; en parte porque la frase “contenido para adultos” evidentemente había sido juzgada insuficiente por si sola. “Esta producción incluye escenas explícitas de eroticismo”, decía la segunda advertencia.

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Más allá del error ortográfico, la advertencia no estaba errada. La puesta en escena feminista de Jillian Keiley, directora de “Bakkhai” (una nueva traducción de la poetisa y clasicista Anne Carson de “The Bacchae”, una tragedia de la antigua Grecia de Eurípides), prácticamente vibra con placer sexual, casi exclusivamente femenino. Las mujeres de la obra, seguidores del dios Dionisio, se regodean en su carnalidad sin timidez o vergüenza, tema que Keiley estaba profundamente interesada en explorar en su soñada producción, exuberante de música y baile.

Sin embargo, sabía que le daría vergüenza algunas de las cosas que debía pedir que hicieran sus actores; no los desnudos, que consideró innecesarios, sino caricias, movimientos y sonidos sexuales. Incluso hablar de sexo puede hacer que se ponga tímida, y temía que pudiera transmitir esa incomodidad a sus actores. “La última cosa en el mundo que quisiera es hacer que la gente se sienta inhibida en los ensayos”, dijo Keiley, actualmente en su cuarta temporada en el Stratford. Así que llamó a una coreógrafa especialista en intimidad.

Si nunca ha escuchado hablar de eso, lo mismo le pasaba a Keiley hasta que leyó un artículo el año pasado en Now, una revista de Toronto, sobre Tonia Sina, una mujer de la Ciudad de Oklahoma que enseña un método codificado para abordar la intimidad sobre el escenario. En lugar de dejar que los actores improvisen para crear una escena de sexo, como suele suceder, Sina diseña una coreografía tan estructurada como los pasos de un baile o la danza de una pelea de espadas.

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“Puedo prever con certeza que esa descripción de trabajo es útil”, dice el director Mark Wing Davey, que como jefe del programa de posgrado de actuación de la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York lanzó una clase esta primavera llamada Sexo en el Escenario. Pensada para dar a los actores “confianza sobre límites y técnicas” cuando una producción les pide simular sexo, fue impartida por Wing Davey, “en parte porque estoy acostumbrado a montar escenas como esa”, dice.

Para manejar los momentos más apasionados en “Bakkhai”, el Festival Stratford contrató a Sina. Al final del día luego del primer pre estreno de la obra, estando Sina para hacer ajustes finos, las actrices que hacen de báquides se reagruparon en el Teatro Patterson, una reconvertida pista de curlin ubicada dos locales al lado de una pista de hockey. La pieza roja de decoración del centro del escenario parecía una hoja coronada con un altar elevado (y también, desde ciertos ángulos, parecía una vulva estilizada).

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A Keiley no le agrada ese parecido (intencional). “No quiero que la gente diga: ‘Ah, es el espectáculo con la escenografía de la vulva’”, indicó. Por el contrario, Sina, que aparenta ser constitucionalmente imperturbable en temas de sexo, parecía disfrutarlo, señalándolo libremente.

Para Sina, el objetivo en ese ensayo era amplificar el frenesí en una escena descontrolada de éxtasis grupal (no como una orgía, sino algo parecido, todo en un remolino de largos velos y faldas hasta el pisto). Buscando el consentimiento de las actrices para cada ajuste delicado, y sorteando pedidos esporádicos de Keiley, quien miraba desde el costado, Sina agregó más besos y manos itinerantes, más yuxtaposición de cuerpos. ¿Y tal vez sería bueno tener una embestida pélvica de una mujer mientras se sienta sobre otra con las piernas abiertas?

“Pero no como un conejo”, indicó Sina a Laura Condlln, quien era la que se iba a sentar sobre la otra. “De hecho tenemos que aislar la pelvis”, explicó.

“Guau”, dijo Condlln cuando estaba por probarlo. “Amo que todo el mundo lo esté viendo. Todas, solo cierren los ojos por un momento”. Sus colegas se rieron cálidamente y siguieron mirando.

Sina cursaba el posgrado en la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, estudiando pedagogía teatral con énfasis en movimiento, cuando comenzó a hacer coreografías de escenas de sexo para producciones estudiantiles. “Noté que se parecía mucho a dirigir peleas”, recordó Sina en una entrevista. “Solo es el otro lado de la moneda, y tenía que ser mucho más específico. Cada dedo era importante”, precisó. Su tesis, presentada en 2006, se intituló “Intimate Encounters; Staging Intimacy and Sensuality”. Más recientemente, lanzó una sociedad llamada Intimacy Directors International (Directores de Intimidad Internacional), pero hasta ahora solo tiene un puñado de miembros.

Su método se basa en los protocolos de la dirección de peleas, con la misma adscripción a mantener seguros a los actores en circunstancias potencialmente peligrosas. “Con el combate en escena, puedes recibir una puñalada en el ojo o un golpe en la cara”, indicó Sina. “Esto es salud emocional y mental, que es igual de importante”, consideró.

Los riesgos inherentes a la intimidad en el escenario incluyen acoso sexual y enredos románticos. Sina dijo que la seguridad dependía en parte de una discusión clara y respetuosa, de siempre tener una tercera persona en la sala para observar cualquier ensayo y también de una estricta adhesión a la coreografía.

“Una vez que tienen el esqueleto de escena, luego los actores pueden sentirse libres para improvisar dentro de los movimientos que les he dado”, explicó Sina. “Y no hay sorpresas. No hay un ‘¿A dónde está yendo esa mano?” ¿Lo está haciendo a propósito? ¿Es él o el personaje? ¿Siento algo por él? ¿Le gusto?”, selañó.

El Festival de Stratford es hasta ahora el trabajo más prestigioso de Sina en una carrera que se ha basado más en impartir talleres sobre intimidad en el escenario que en coreografiar producciones profesionales.

Condlln, que solo había hecho una escena de sexo en el escenario antes de “Bakkhai”, dijo que la presencia de Sina permitió a la compañía tener una “comunicación realmente fluida” sobre los momentos de intimidad. Condlln también comparó la naturaleza práctica y técnica de este trabajo con las peleas en escena, que se planifican cuidadosamente aun cuando se sienten explosivas para la audiencia.

“Dentro de la pelea, es como pintar por números”, dijo Condlln. “Y hay algo en la construcción de un vocabulario de Tonia que está empeñándose para hacer lo mismo con la intimidad. De tal forma que en medio de la pasión en el escenario, las cosas nunca divaguen. Nadie se pierde nunca y, por lo tanto, todo mundo está a salvo”, afirmó.

Uno de los momentos más eróticos en el “Bakkhai” de Keiley es la transformación en mujer de Penteo, el rey que odia a Dionisio en la obra. La metamorfosis es simultánea con el despertar sexual de Penteo, y termina en un orgasmo. Parte del trabajo de Sina fue ayudar a Gordon S. Miller, que hace de Penteo, a entender cómo interpretar el orgasmo de una mujer.

“Tonia hizo muchas vocalizaciones para mí”, dijo Miller, “hasta básicamente grabó una pista sonora para que pudiera seguirla desde el principio sobre cómo escalar, cómo utilizar la respiración; tensión en el cuerpo y liberación”.

Sina, cuya investigación incluyó ver mucha pornografía creada desde un punto de vista femenino, también mostró a las mujeres del elenco cómo expresar un orgasmo actuado.

“Eso fue algo muy, muy útil”, dijo Keiley. “Nadie tiene que llevar su experiencia personal al escenario. Nadie tiene que decir: ‘Bueno, así soy en el cuarto’. Expone mucho, ya sabe, pedir a la gente que improvisen eso. Realmente hay que ser consiente que eso es privado”, consideró.

Hay una necesidad, dice Miller, para alguien con el conjunto de habilidades correctas (y aquí incluyó a Sina y a Keiley) para guiar a los actores para interpretar intimidad. “Porque la cosa se va a volver personal”, subrayó. “Es un trabajo agotador porque demanda demasiada vulnerabilidad y sensibilidad, y puede ser emocional”, agrega.

Laura Collins Hughes
© 2017 New York Times News Service