Una estatua de Franco revive el debate sobre su legado en España

BARCELONA, España — El general Francisco Franco pudo haber gobernado España durante casi cuatro décadas, pero una estatua ecuestre del dictador —decapitada en un acto de vandalismo anterior— que se expuso en un centro cultural de Barcelona recientemente, solo duró unos cuantos días.

La reacción furibunda hacia la escultura, parte de una polémica exposición sobre el legado de Franco que se inauguró el 17 de octubre, muestra que España todavía busca la manera de confrontar su pasado dictatorial. Esto es particularmente cierto aquí, en el lugar donde inició el movimiento independentista que presiona para que la región de Cataluña se separe del resto de España.

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“Los alemanes son muy claros frente al nazismo y el lugar ocupa en la historia reciente, pero nosotros nunca tratamos realmente de asumir nuestra dictadura”, comentó Bru Rovira, periodista catalán. “Así que tenemos una controversia en cualquier momento en el que alguien dice o exhibe algo que tiene que ver con Franco”.

La muestra, llamada Franco, victoria, república, impunidad y espacio urbano inspiró cólera, no solo por su contenido, sino también debido a su ubicación frente a un museo dedicado a la historia de la lucha de Cataluña por la autonomía, lo que para algunos políticos locales a favor de la independencia es una afrenta. El gobierno regional de Cataluña quiere llevar a cabo un referendo por la independencia en septiembre, a pesar de la fuerte oposición del gobierno central en Madrid, así como de los tribunales españoles.

Los partidos separatistas tienen la mayoría dentro del parlamento catalán, pero el año pasado perdieron el control del Ayuntamiento de Barcelona ante un partido de extrema izquierda encabezado por Ada Colau, exactivista social. Como alcaldesa, Colau se ha mantenido al margen de la disputa de independencia de Cataluña.

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“¿Te imaginas a los políticos alemanes decidiendo exhibir las estatuas de Hitler al lado del Museo Judío de Berlín?”, preguntó Olga Amargant, una abogada que hizo una campaña para evitar que el Ayuntamiento de Barcelona montara la exposición.

La petición que presentaron Amargant y otros a Colau se opone a la “exhibición pública de un asesino” como Franco, frente a un centro cultural que se presenta como “el principal símbolo de resistencia, lucha y sufrimiento de la nación catalana”.

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El alcalde de Barcelona comisionó la estatua ecuestre de Franco en 1963 para un museo militar que inauguró el dictador en el Castillo de Montjuic, desde donde se observa la ciudad.

La estatua permaneció en un patio del castillo incluso después de que Franco murió en 1975, hasta que se llevó a una bodega municipal en 2008. Cinco años después, la estatua fue misteriosamente decapitada mientras estaba en la bodega.

“Sin importar qué sea, se ve muy mal”, dijo Peter Mayer, visitante alemán, mientras observaba las manchas de pintura roja en el suelo que lucían como manchas de sangre.

Aunque las principales estatuas de Franco fueron retiradas de las ciudades españolas, todavía se discute el cambio de nombre de las calles y la eliminación de otros símbolos de la dictadura. Las disputas se han intensificado desde el año pasado, cuando los partidos de izquierda ganaron las elecciones municipales y asumieron el gobierno de las tres ciudades más grandes de España: Madrid, Barcelona y Valencia.

El legado de Franco también es materia de controversia legal. En mayo, un tribunal permitió por primera vez a los familiares de dos hermanos ejecutados intentar exhumar sus restos de la cripta del Valle de los Caídos, el enorme mausoleo y basílica que Franco construyó cerca de Madrid con prisioneros obligados a trabajar y donde él mismo se halla enterrado.

El regreso de España a la democracia incluyó una ley de amnistía en 1977 por los delitos cometidos durante la guerra civil y la subsiguiente dictadura (Franco llegó al poder durante la guerra civil y gobernó España de 1939 hasta su muerte, acaecida en 1975).

Algunos catalanes independentistas dicen que aunque les habría gustado que la estatua de Franco se exhibiera en cualquier otra parte, agradecen la oportunidad de considerar cómo ha evolucionado Cataluña desde la dictadura y qué otros cambios se podrían hacer.

“Pasé al lado de la estatua, miré a Franco sin cabeza, vi la enorme bandera catalana ondeando tras él, y se sintió bien pensar que, mientras que Franco ya no está, nosotros seguimos presentes”, dijo Josep-Lluís Carod-Rovira, un expolítico proindependentista que ahora es presidente del Departamento de Diversidad Social en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona.

En L’Hospitalet, una ciudad cercana a Barcelona, hay un busto de Franco en el museo de historia. “No acabo de entender las protestas” por la muestra y la escultura ecuestre de Franco, manifestó Rosa Maria Muga, funcionaria de cultura en el Ayuntamiento local.

“Nos guste o no, Franco es parte de nuestro pasado”, añadió, “así que no veo por qué cualquier esfuerzo por explicar nuestra historia sea malo”.