Una rara flor isleña del Pacífico cautiva a su región

ISLA TAVEUNI, Fiyi ⎯ En Fiyi, las flores pueden asumir una importancia espiritual y mágica. Son ensartadas como guirnaldas para ceremonias y festivales o usadas como adorno detrás de la oreja cualquier día.

El archipiélago del Pacífico Sur alberga unas 800 especies de plantas que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo, pero la más especial es la tagimaucia, una flor de color rojo y blanco que cuelga en racimos como una cadena de gotas de lluvia color rubí. Debido a su belleza y rareza, ha alcanzado un estatus de celebridad.

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“Simplemente tocarla y verla con mis propios ojos”, dijo recientemente Lina Sena, de 41 años de edad, mientras su frase se perdía mientras sostenía una poda. “¿Ve cómo la estamos tratando? Es historia”.

Excepto por dispersos avistamientos en una isla vecina, la flor crece solo en una cordillera en Taveuni, una de las islas del norte.

La tagimaucia es el emblema floral no oficial de Fiyi y tiene una posición destacada en el billete de 50 dólares fiyianos. Pero para los fiyianos su importancia se origina en varias leyendas de romance y sufrimiento.

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Ver la flor “estaba en mi lista de deseos por cumplir”, dijo Ravi Kumar, de 31 años, quien creció en Fiyi pero después se mudó a Australia.

Kumar pasó un día reciente en Taveuni, deambulando por el bosque antes de finalmente ver la flor en la parte superior de su enredadera leñosa. Taveuni, conocida como la Isla Jardín por su rico suelo volcánico y agricultura, está coronada por un denso y oscuro bosque tropical que a menudo está envuelto en la niebla.

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Kumar dijo que hizo la excursión porque la leyenda de la flor era “uno de los relatos con los que uno crecía” en Fiyi.

Esos relatos pueden variar dependiendo de a quién se le pregunte. La canción “Tagimaucia ga” de Percy Bucknell, un compositor tradicional, describe cómo un forastero se hizo del poder en Taveuni y convirtió a la flor en el símbolo de su caciquismo. Otra cuenta de una joven cuyas lágrimas se convirtieron en las flores de la tagimaucia cuando sus padres la reprendieron por no realizar sus labores domésticas.

Según Emori Tokalau, enlace gubernamental de los líderes del clan de Taveuni, solo el custodio de la flor puede relatar la verdadera leyenda. Ese es Ratu Viliame Mudu, el jefe de la aldea Somosomo en el lado occidental de la isla.

Tokalau describió a la misión de custodia “como una forma de derecho de autor”, que da a quien la ejerza la autoridad para conceder permiso para que los forasteros visiten la flor o usen su imagen. Él tuvo que conseguir la aprobación del jefe antes de usar la tagimaucia en el membrete de su oficina, dijo.

Para recibir permiso, uno debe llegar a la aldea con un sevusevu ⎯ un regalo u ofrenda ⎯ a menudo la bebida de la raíz tradicional kava. Se realiza una pequeña ceremonia, con hombres vestidos con sarongs y mujeres con largas faldas reunidos alrededor.

En una visita a la aldea en noviembre, el hijo del jefe, Akuila Cavuilati, habló de la historia de la flor.

“Cuando yo crecía, fue la leyenda que mis bisabuelos transmitieron y nos dieron”.

La tagimaucia ya existía antes de la leyenda, pero solo como una sencilla flor blanca, dijo Cavuilati. Eso cambió cuando una joven princesa se enamoró de un hombre de otra aldea, una unión que sus padres vetaron. Ella huyó corriendo desesperada.

Los guerreros de la aldea que buscaban a la princesa podían oír su llanto en el bosque (tagimaucia puede traducirse como “llorando lágrimas”, dijo Cavuilati). Sin embargo, todo lo que pudieron ver fueron las flores de la tagimaucia con una misteriosa nueva adición: los pétalos rojo rubí. Esos pétalos eran las lágrimas de la muchacha, dijo Cavuilati.

En su niñez, Cavuilati a menudo subía a la montaña con sus hermanos para recolectar flores de tagimaucia, en ocasiones enviándolas a la capital, Suva, para que fueran exhibidas en festivales.

“En ese tiempo había muchísimas flores”, dijo. “Ahora, es muy difícil de encontrar”.

Hasta hace 30 años, el acceso a la flor era solo a pie. Pero luego se instaló una torre de telefonía celular en lo alto del pico de la montaña, junto con una carretera de servicio. Ahora la gente puede conducir por el tramo de seis kilómetros y medio más fácilmente. Cavuilati dijo que rara vez alguien acudía a él a escuchar la leyenda o recibir su bendición para su viaje en busca de la flor.

El camino montaña arriba es una excursión de más de cuatro horas que empieza cerca de Somosomo. A lo largo del camino, es fácil ver por qué la boscosa montaña fue el protector natural de la tagimaucia antes de que se construyera el camino de acceso. El sendero está salpicado de árboles caídos y cráteres de los sistemas de raíces gigantescos que fueron arrancados del suelo por los ciclones.

Después de varias horas de caminar, el nieto del jefe de Somosomo, Viliame Mudu, avistó un pequeño racimo de flores a media altura de un árbol. Ese fue el único avistamiento de los pétalos rojo rubí que hizo nuestro grupo ese día.

La temporada de floración de la tagimaucia de noviembre y diciembre coincide con el fin del ciclo escolar, así que la flor es una “mercancía muy demandada” para las guirnaldas de graduación, dijo Hao-Lin Lin, un antropólogo que completó su tesis doctoral sobre la conversación en Taveuni.

Durante ese periodo, los hoteles locales bajan flores para sus huéspedes. Una mañana, Alfred Lewenilovo, de 26 años de edad, se encaminó a la montaña llevando un machete cañero y una mochila vacía. Dijo que su hermana en Suva le pidió flores de tagimaucia para la guirnalda de su cumpleaños número 21.

La popularidad de la flor preocupa a algunos en Fiyi.

“La gente está yendo ahí para verla y ponérsela alrededor del cuello, luego bajan. Tras dos días la arrojan a los botes de basura”, dijo Marika Tuiwawa, una botánica de la Universidad del Pacífico Sur.

La fragilidad de la existencia de la flor siempre ha sido una preocupación debido a las áreas pequeñas, o micro hábitats, donde crece.

Aunque se sostiene ampliamente la opinión de que la flor está siendo cortada en exceso, no se ha hecho ninguna investigación para confirmar eso, dijo Dick Watling, de NatureFiji-MareqetiViti. El grupo conservacionista había investigado la posibilidad de un Parque Nacional de Taveuni que ofreciera más protección a la tagimaucia así como al bosque en el cual habita. Pero su oficina de Taveuni cerró en 2014, por falta de interés y de financiamiento.

El área donde se encuentra la flor es actualmente una reserva forestal, pero a menudo es invadida por los agricultores, dijo Watling.

“Lo real es que tenemos esta enorme área de bosque casi prístino, el último en Fiyi”, dijo. A menos que el gobierno se dé cuenta del valor de eso “se fragmentará cada vez más”.

Por ahora, la tagimaucia sigue inspirando a los fiyianos. En un transbordador que navega de Taveuni a Suva, yo sostenía una poda de tagimaucia que me había dado el jefe de la aldea Tavuki.

La flor atraía la atención. Un niño susurró “tagimaucia” mientras pasada al lado. Una mujer la señaló y murmuró el nombre de la flor antes de sonreír.

Y Sena consintió una mini sesión fotográfica.

“Toma otra, una buena”, dijo mientras su hija reposicionaba su cámara para captar la flor, ahora colocada detrás del oído de Sena.

Serena Solomon
© 2017 New York Times News Service