Una redada en un puesto de comida aviva los temores por el fundamentalismo en Indonesia

SERANG, Indonesia _ Acostada en el piso, recargada contra una maleta para el gimnasio llena de ropa, en una choza de dos cuartos, en la ciudad de Serang, al oeste de Java, Saeni trató de explicar como fue que su vida cambió totalmente, pero se desmayó antes de poder terminar.

El mes pasado, Saeni, de 53 años, con cuatro hijos, estaba cocinando en su puestecito de comida al aire libre, preparándose para recibir a los clientes que romperían el ayuno durante el mes sagrado del Ramadán, cuando entraron agentes locales del orden público. Enojados, la acusaron de violar un bando local en contra de servir comidas durante el día y le confiscaron toda la comida.

Desde entonces, a Saeni, quien como muchos indonesios solo tiene un nombre, grupos islámicos de línea dura, clérigos y organizaciones musulmanas la han amenazado y le han exigido al gobierno local que le meta a la cárcel.

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Traumada y en choque, dijo, se fue a esconder a casa de un pariente. Niega haber violado alguna ley.

“No serví comida”, notó, todavía en el piso, con los ojos cerrados. “Solo la estaba preparando para el rompimiento del ayuno. Pero no escucharon. Soy analfabeta y no me puedo defender sola”.

Un video informativo sobre la redada se propagó rápidamente en los medios sociales locales, lo cual llevó a una cobertura de alto perfil. Algunos indonesios prometieron darle donaciones a Saeni que sumaban más de 192 millones de rupias, o unos 14,500 dólares, incluidas 10 millones de rupias del presidente Yoko Widodo.

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El Ramadán terminó el miércoles en Indonesia. No obstante, la redada sigue alimentando los debates sobre los temores de “una islamización progresiva” en el país, el cual, a pesar de tener a la población musulmana más grande del mundo sigue siendo laico y tiene influyentes minorías cristianas, hindúes y budistas.

“Si los nacionalistas no tienen cuidado, habrá un empuje para cambiar a Indonesia y hacerla un Estado islámico”, dijo Sri Wiayanti Eddyono, una experta en género que estudia el creciente fundamentalismo y su impacto en las mujeres en Indonesia.

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“Existe un movimiento fundamentalista en aumento que esta haciendo esto paso por paso, en el ámbito local, que, al final, podría expandirse al ámbito nacional”, notó. “Esto puede suceder si nadie trata de pararlo”.

Durante décadas, algunos partidos políticos y grupos de musulmanes de línea dura han presionado para hacer que Indonesia vuelva a ser un Estado islámico, como Arabia Saudita o Irán. El empuje más reciente, dicen analistas, empezó después de que el país comenzó la transición hacia la democracia y la descentralización, después del derrocamiento de Suharto, el presidente autoritario, en 1998.

Partidos políticos con bases islámicas empezaron a maniobrar por el poder con los laicos y nacionalistas, en tanto que los grupos musulmanes de línea dura con conexiones políticas, que estuvieron suprimidos durante los 32 años del régimen de Suharto, emergieron en la nueva sociedad abierta, con una retórica en contra de Occidente, protestas callejeras y violencia ocasional.

Con la percepción de que se daría un cambio político, en la última década, gobiernos autónomos provinciales, distritales y municipales han estado aprobando cientos de estatutos inspirados en la ley islámica o sharia. La mayoría de las regulaciones señalan a las mujeres _ para imponer los códigos del vestir y la moralidad _, mientras que otras están dirigidas a las minorías religiosas y los indonesios gays, lesbianas y transgénero.

A partir de octubre, se publicaron 389 estatutos, inspirados en el islam, por toda Indonesia, según la Comisión Nacional sobre la Violencia en contra de las Mujeres.

El mes pasado, Yoko anunció que el gobierno aboliría más de 3,000 estatutos “problemáticos” que van en contra de las normativas nacionales, pero ninguno estaba relacionado con el islam.

Devi Asmarani, la editora en jefe de Magdalene, una publicación en línea, en Yakarta, que se concentra en los problemas de las mujeres, dijo que los estatutos, ya sea que se basen en la religión o no, están mal escritos, carecen de lógica y van en contra de la Constitución.

“Todos estos estatutos muestran la pobre capacidad de los gobiernos y administradores en los ámbitos locales”, señaló. “Su incapacidad para hacer política como debe de ser _ y su tendencia a politizar al islam _ es un desastre”.

La prevalencia de estatutos inspirados en el islam es solo un ejemplo de una tendencia islámica en aumento en Indonesia, dicen analistas. Señalan a la construcción de mezquitas, programas religiosos de televisión y un auge en los grupos de estudio del Corán.

Además, muchísimas más mujeres, en particular las que son más jóvenes, usan ahora el tradicional pañuelo islámico en la cabeza o hiyab.

No obstante, muchos de los mismos analistas sostienen que la sociedad indonesia no se está volviendo más religiosa.

“Esto se trata, como es el caso tan frecuente en Indonesia, más de política del poder que de un incremento en la fe de las bases”, notó Daniel Ziv, un documentalista canadiense que vive en Indonesia y está investigando el hecho de que las mujeres usen cada vez más el hiyab.

“Existe todo este espacio nuevo para conectarse con el islam o con los ornamentos del islam”, agregó. “Y los indonesios se orientan mucho a los grupos, son muy colectivistas. Les encantan las etiquetas y el ‘hiyab’ es claramente una etiqueta”.

Agentes del orden público aquí, en Serang, la capital de la provincia de Banten, insistieron en que solo estaban cumpliendo con su deber cuando hicieron la redada en el puesto de comida, o “warung”, de Saeni. Si bien no había clientes, dijeron, encontraron dos platos de comida, consumidos a medias, sobre la mesa.

“Esta normativa es sabiduría local”, dijo Ahmad Yani, quien opera la oficina del orden público del secretariado. “La mayoría de las personas observan el Ramadán, así es que necesitan apoyo oral durante el mes del ayuno”.

No obstante, había consternación generalizada entre la población porque los agentes habían confiscado comida y habían amenazado con detener a Saeni, ya que en el pasado no hubo castigos por no ayunar durante el Ramadán o para los restaurantes que sirvieran comida durante el día.

En el gobierno de Suharto, los restaurantes y puestos de comida simplemente ponían cortinas en respeto para quienes ayunaban y para darles privacidad a quienes no lo hacían o no eran musulmanes.

“Pero si vas al centro comercial, no hay absolutamente ningún problema”, ya que los restaurantes abren en el día, notó Bahtiar Efendi, el decano del departamento de ciencias sociales y políticas en la Universidad Islámica Estatal en Yakarta.

Comentó que no había policías, ni agentes del orden público en los centros comerciales que estuvieran “haciendo redadas o preguntas”.

Preguntó: ¿Por qué aplicas normativas diferentes?”.

Eso es lo que también preguntó la abogada de Saeni, Evi Shofawi Hayz, quien también ha reportado a la oficina del orden público de Serang ante la policía, acusándola de abuso de poder y de no haber tenido una orden de cateo.

“Fueron arrogantes”, dijo Evi. “Creo que la habían escogido”.

Si bien expresó su felicidad por tener respaldo legal, Saeni dijo que quería que se terminara el problema para poder volver a servir una de sus especialidades: caldo con menudencias de pollo.

“Yo quiero paz”, dijo. “Espero que esto no vaya a crear tensiones entre grupos religiosos o étnicos”.

Joe Cochrane
© 2016 New York Times News Service