Una silenciosa epidemia de suicidios cobra las vidas de campesinos franceses

KERLÉGO, Francia — Un productor lechero, Jean-Pierre Le Guelvout, alguna vez tuvo 66 vacas en una próspera finca al sur de Bretaña. Sin embargo, los precios en picada de la leche, las deudas en aumento, la depresión y las preocupaciones por su salud en una edad madura se volvieron demasiado para soportarlo.

Guelvout, de tan solo 46 años, se disparó en el corazón en un huerto detrás de su casa un frío día de diciembre el año pasado. “Era un lugar que amaba, cerca de los campos que amaba”, explicó su hermana Marie, quien dijo que era “muy cercana” a él pero que no tenía idea de que se suicidaría.

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La muerte del hermano de Le Guelvout fue parte de una silenciosa epidemia de suicidios entre campesinos franceses con los que las estoicas familias rurales, las autoridades, los funcionarios de salud pública y los investigadores están intentando lidiar.

Los campesinos están particularmente en riesgo, todos dicen, debido a la naturaleza de su trabajo, que puede aislarlos, además de ser financieramente precario y demandante en términos físicos.

Para los campesinos que no tienen hijos que los ayuden con el trabajo y que terminen por tomar las riendas de sus granjas, la carga es mucho más grande. Los precios en picada de la leche y la carne también han contribuido a las deudas y el estrés en años recientes.

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Los investigadores y las organizaciones campesinas están de acuerdo en que el problema ha persistido durante años, pero aunque han aumentado sus esfuerzos para ayudar a los campesinos, la eficacia de las medidas y el número de suicidios siguen siendo difíciles de cuantificar.

Las estadísticas más recientes, que el instituto de salud pública de Francia dio a conocer en 2016, muestran que 985 campesinos se suicidaron entre 2007 y 2011: una tasa de suicidios un 22 por ciento más alta que la de la población general.

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Incluso ese número de suicidios, que aumentó a lo largo del tiempo, podría subestimarse, dicen los investigadores, quienes añaden que temen que el problema no se esté acabando, aunque aún están analizando datos más recientes.

“El médico que realiza el certificado de muerte puede evitar la mención del suicidio”, dijo la Dra. Véronique Maeght-Lenormand, una doctora ocupacional que dirige el plan nacional de prevención del suicidio para la Mutualité Sociale Agricole, una asociación de campesinos.

¿La razón? “Algunas compañías de seguros no entregan compensaciones para los cónyuges después de un suicidio”, dijo. “También es por el peso de nuestra cultura judeocristiana”.

El caso de Le Guelvout salió a la luz porque antes había obtenido algo de fama como participante en un popular programa de televisión, “L’Amour Est Dans le Pré” (“El amor está en el campo”), una suerte de versión francesa de “The Bachelor” que tenía por objetivo ayudar a que los campesinos encontraran compañía.

“Era muy ingenuo”, dijo su hermana. “Quería una esposa que trabajara fuera de la granja y convertirse en padre”.

Pero en varios aspectos, fue representativo de los campesinos que tienen más probabilidades de suicidarse, de acuerdo con las estadísticas de salud pública. A menudo se trata de hombres de 45 a 54 años que trabajan en la ganadería.

“Es una época en la que empiezas a tener pequeños problemas de salud, cuando piensas en la transferencia de tu granja”, dijo Maeght-Lenormand. “Los campesinos pueden empezar a preguntarse para qué están haciendo todo esto si no tienen a nadie que lo herede”.

Sin embargo, esa no es la única fuerza que lleva a muchos al borde de la desolación.

“También está la presión financiera, la presión de los préstamos”, dijo Nicolas Deffontaines, un investigador de Cesaer, un centro que estudia la economía y sociología de áreas rurales.

Las deudas, dijo Deffontaines, pueden provocar que los campesinos aumenten su inversión, tanto personal como financiera, conforme se sumergen en el trabajo y adquieren más préstamos para pagar los anteriores. Al hacerlo, exacerban su aislamiento y profundizan el hoyo financiero en el que se encuentran, comentó.

En años recientes, esta presión financiera solo se ha hecho más onerosa. En 2015, la Unión Europea dio fin a las cuotas para los productores de lácteos que habían tenido por objetivo evitar la sobreproducción.

Desde entonces, ha habido un exceso de algunos productos. Los precios de la leche han caído por debajo de lo que las asociaciones campesinas dicen que se requiere para dirigir y sostener una granja, sin mencionar la generación de ganancias.

La decisión de terminar con las cuotas se sumó a la imposición del bloque de sanciones contra Rusia en respuesta a su expropiación de tierras en Ucrania, con lo que eliminó el mercado de exportaciones, alguna vez robusto, de los productores de lácteos europeos en 2014.

Puesto que muchas granjas lecheras han cerrado, se han enviado más vacas al matadero, lo cual a su vez ha provocado que los precios de la carne disminuyan, a pesar de que los franceses también disminuyeron su consumo de productos cárnicos en un 27 por ciento de 1998 a 2013, según algunas mediciones.

Hace siete años, el gobierno francés comenzó a abordar la creciente tasa de suicidios entre los campesinos, y el ministro de Agricultura de ese entonces, Bruno Le Maire, convirtió el problema en causa nacional.

Desde entonces, se han tomado muchas medidas en coordinación con la Mutualité Sociale Agricole, la organización campesina.

En 2014, se abrió una línea telefónica de ayuda llamada Agri’écoute (escuchando a los campesinos) para que los campesinos en apuros pudieran ser escuchados. Se crearon grupos multidisciplinarios para ayudar a los campesinos a sortear problemas familiares, financieros, médicos o legales. En 2016, esas unidades dieron seguimiento a 1352 casos en todo el territorio francés.

Gran parte del enfoque se dirigió a los campesinos solteros o viudos, pero no fue fácil generar confianza, dijo Maeght-Lenormand, de la asociación de campesinos.

“Para los campesinos que nos pagan contribuciones sociales de manera regular, aún somos quienes les quitan el dinero”, dijo.

No obstante, organizaciones campesinas, como Solidarité Paysans (solidaridad para los campesinos), también han contribuido.

En 2015, Véronique Louazel, quien trabaja para la oficina nacional de la asociación de solidaridad, se reunió con 27 campesinos en dificultades para realizar un estudio acerca de la crisis que enfrenta esta profesión.

Los campesinos a menudo se muestran renuentes a hablar de sus problemas, y es difícil que imaginen hacer cualquier otra cosa. “Tienen una fuerte cultura de trabajo y esfuerzo, y no están acostumbrados a quejarse”, dijo Louazel.

Sin embargo, las cosas están cambiando lentamente, conforme más campesinos alzan la voz.

Cyril Belliard, de 52 años, es uno de ellos. Hace poco, le contó su historia a un pequeño grupo de apoyo que se había reunido en su pequeña casa en Vendée, una región campesina en el oeste de Francia.

Belliard había sido campesino desde 1996, les dijo. Pero hace poco, vio cómo sus cabras morían día con día a causa de una misteriosa enfermedad que ni él ni su veterinario pudieron entender. Las deudas se acumularon y los procedimientos legales comenzaron.

“Estuve viviendo en una casa móvil para no pagar renta”, recordó. “Me mudé a este pequeño espacio de 35 metros cuadrados, donde toda la familia, mi esposa y mis hijos, vivían, comían y dormían”, agregó.

Belliard, padre de tres niños, dependía de las beneficencias para obtener alimentos y de Solidarité Paysans para obtener apoyo. Finalmente, en marzo, decidió venderle su granja a un joven campesino.

“Resistí gracias a los deportes, que he practicado desde que tengo 18 años”, dijo, “y gracias a mis hijos, que siempre han sido mi prioridad”.

Ahora, está considerando un cambio de profesión. Sin embargo, dejar la vida campesina no es fácil y no siempre es una opción.

Desde el suicidio de Le Guelvout, su hermano André, de 52 años, se ha encargado de la granja en Bretaña, y a su hermana Marie le preocupa cómo manejará todo el trabajo que antes se compartía. Hace poco, la familia decidió dejar de producir leche y vender parte de su ganado.

“André ha sido campesino toda su vida”, dijo Le Guelvout. “Todo lo que quiero ahora es que André viva en paz en su granja hasta que se jubile”.

PAMÉLA ROUGERIE
© The New York Times 2017