Vivir en el cráter de un volcán y otros riesgos en Ecuador

“Si hay que morir, hay que morir donde sea”, dice sin miedo Segundo Pillajo, quien habita en el cráter del Pululahua, uno de los muchos volcanes de Ecuador, país bajo la amenaza permanente de catástrofes naturales.
En una modesta casa de bloques levantada sobre un terreno en el que cría ganado y cultiva maíz y frijol, este hombre de 58 años aseguró a la AFP que en el fondo del cráter tiene “la tranquilidad del campo”.
La caldera de este coloso, cuya última erupción fue hace 2.300 años, es el hogar permanente de al menos 30 familias y el atractivo de turistas que descienden hasta allí, donde hay un par de restaurantes y hosterías, una iglesia y una escuela que cerró hace varios años por falta de alumnos.
Cornelius Zea se mudó al cráter del Pululahua, a 27 km al norte de Quito, hace 15 años atraído por el contacto con la naturaleza y el silencio que el lugar ofrece.
“La paz. ¡Qué contradictorio! La paz en medio del riesgo, sabiendo que la naturaleza no va en contra de mí, sino que (una erupción) es una situación que puede darse en cualquier momento”, señaló a la AFP, Zea, un sociólogo de 65 años.
Aunque el Pululahua es un lugar apacible, está catalogado como uno de los 30 volcanes potencialmente activos de Ecuador.
“El volcán se encuentra monitoreado, pero no muestra señales de reactivación”, explicó a la AFP el vulcanólogo Jean-Luc Le Pennec, del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia.
Ecuador, con apenas 283.561 km2 y unos 16 millones de habitantes, es el tercer país del mundo con mayor número de volcanes (unos 80), después de Indonesia y Chile. En las últimas décadas, ocho han estado activos, con la amenaza que ello supone.
Actualmente hay cuatro volcanes en proceso eruptivo: el Tungurahua, el Cotopaxi, el Sangay y el Reventador.
La Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) estima que una potente explosión del Tungurahua, en erupción desde 1999, podría afectar a más de 10.000 personas que viven en los pueblos más cercanos.
El Cotopaxi, de 5.897 metros y con nieve perpetua, se reactivó en agosto de 2015 tras 138 años de calma. Las autoridades señalan que 325.000 habitantes de tres provincias podrían verse perjudicados por las eventuales avalanchas producidas por el deshielo.