2 pueblos en Toscana ponderan gran pregunta: ¿Deseas fusionarte conmigo?

© 2016 New York Times News Service

SAN GIOVANNI D’ASSO, Italia – Dos pequeños pueblitos en el sureste de Toscana, uno famoso por su vino tinto, el otro por trufas y grano orgánico, están considerando un matrimonio municipal de conveniencia que pudiera borrar sus valoradas identidades, formadas por separado a lo largo de siglos.

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Con tan solo 853 pobladores, San Giovanni d’Asso ya no puede proveerles servicios básicos a sus ciudadanos todos los días. Dejado con tan solo tres funcionarios municipales para hacer el trabajo, algo tan simple como obtener una credencial de identidad estampada requiere de hacer una cita con varios días de anticipación.

Así que el alcalde del pueblo, Fabio Braconi, tomó el teléfono en 2014 y buscó ayuda de un vecino, Montalcino, a 16 kilómetros al sur a través de ondulantes trigales.

Hogar del famoso vino tinto Brunello, Montalcino es más próspero y considerablemente mayor. Sin embargo, a medida que va declinando su población de 5,070 habitantes, también es probable que encuentre dificultades proporcionando servicios municipales.

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Así que San Giovanni d’Asso y Montalcino están considerando una opción para que ambos municipios desaparezcan, fusionándose en un poblado totalmente nuevo.

Es una decisión que pueblos a lo largo del país están enfrentando. Durante años, Italia, integrada por 8,000 pueblos diminutos, medianos o grandes, ha estado presionando a sus comunidades más pequeñas para que unan fuerzas a fin de suministrar mejores servicios.

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Para reducir gastos, se ha requerido durante años a municipios con menos de 5,000 habitantes que compartan servicios con comunidades vecinas o que se fusionen en un poblado más grande, y están limitados para contratar nuevos empleados hasta que se combinen. Para fomentar incluso más la fusión de pueblos o que compartan servicios, el gobierno del Primer Ministro Matteo Renzi aprobó legislación en 2014 que ofrece incentivos económicos y procedimientos simplificados de contratación para pueblos que así lo hacen.

Si bien este tipo de fusiones albergan la perspectiva de mejores servicios, muchas comunidades también las ven como una pérdida de identidad local, sentimiento que es crucial para muchos italianos; particularmente en la Toscana rural, donde el paisaje a veces se asemeja a la Edad Media.

“Estoy apegado a mi abrigo de armas, no me malinterpreten”, dijo Braconi, refiriéndose al emblema del pueblo, mientras estaba sentado en su oficina, que está enclavada en un castillo del siglo XII desde el cual se dominan las colinas amarillo trigo.

“Sin embargo, sabía que necesitábamos un proyecto más radical”, dijo, mismo que permitiría al municipio ofrecer servicios administrativos cada día de la semana.

San Giovanni d’Asso intentó compartir antes una fuerza policial y transportación pública con comunidades-pareja cuando esos arreglos perdieron su atractivo para los socios y terminaron en 2014, el pueblo terminó aislado, dijo Braconi, con una población menguante y menos empleados municipales.

A lo largo de las décadas, la comunidad rural había perdido cada vez más residentes, escuelas y tanto servicios de salud como de transportación, a medida que la gente se mudaba a grandes ciudades.

El poblado no carece de activos considerables. Sigue teniendo campo con envidiables recursos agrícolas – trufas, uvas, aceite de oliva y una gran producción de granos orgánicos – y el turismo ha florecido, con 38,900 visitantes en 2015.

“Necesitamos construir el futuro aquí, o incluso nuestros hijos nos dejarán”, dijo Braconi, quien tiene una hija de veintitantos. “No podemos seguir clavando la mirada en nuestro pasado”.

Para discutir la posibilidad de una fusión, Braconi sostuvo varias reuniones con el alcalde de Montalcino, Silvio Franceschelli. Ambos se reunieron también con el gobierno regional de Toscana y con residentes.

Las dos comunidades depositarán sus votos en octubre, en un referendo sobre si quieren o no fusionarse. Montalcino se las ingenió para mantener dos requisitos sobre la mesa: el nuevo poblado usaría su abrigo de armas y conservaría su nombre, vinculado con el famoso vino.

Si la propuesta es aprobada, como esperan ambos alcaldes, Montalcino y San Giovanni d’Asso compartirán escuelas, oficinas de policía y oficinas postales, así como servicios de saludy aproximadamente 110 kilómetros de caminos municipales. Los poblados también compartirían 44 empleados.

Funcionarios locales también esperan que una fusión persuada a los turistas de verano que viajan a Montalcino para probar vino Brunello de también venir en los meses de invierno, cuando es la temporada de las prestigiosas trufas de San Giovanni d’Asso y pobladores locales organizan ferias en las calles y degustaciones.

“Por supuesto que queremos vender nuestros vinos, pero nuestra visión consiste en hablarle a la gente sobre este territorio de manera integral”, dijo Tommasso Cortonesi, vicepresidente del consorcio de productores Brunello en Montalcino. “Es por eso que nos gusta la idea de un distrito mayor con productos orgánicos”.

Franceschelli, el alcalde Montalcino, describió la fusión potencial como un acto de autodeterminación.

“Algunos ciudadanos me preguntan si vamos a perder independencia”, dijo Franceschelli. “Pero, para mí, la independencia está en la acción. ¿Somos capaces de tomar decisiones e inversiones o no? ¿Deberemos esperar a que el gobierno nos fusione algún día por la fuerza con algún otro poblado o que elija con quién queremos formar pareja?”

No todos creen en la idea.

“El riesgo es que San Giovanni d’Asso solo siga siendo un suburbio de Montalcino”, dijo Michele Boscagli, un ex alcalde del poblado y ahora presidente de la Asociación Nacional de Ciudades Truferas. “Esto es, pierde cierto poder al tomar decisiones, hacer inversiones, proyectos futuros; no es poco para una pequeña comunidad como la nuestra”.

Los balances generales de San Giovanni d’Asso no están en números rojos y es una comunidad animada, dijo Boscagli, pero necesita más sentido emprendedor.

A pesar de considerables incentivos económicos del gobierno regional para que poblados unan fuerzas, los toscanos han terminado divididos con respecto al tema. De 20 referendos similares, solo 10 han conducido a comunidades fusionadas.

Desde 2012, la región de Toscana ha ofrecido 250,000 euros (277,000 dólares) al año durante cinco años a cada poblado que se fusione. Esto es además de los incentivos del gobierno central: más fondos, más flexibilidad en las contrataciones y limitaciones presupuestarias reducidas.

“El gran reformista toscano, Leopoldo II, efectivamente unió muchos poblados; resulta esencial para finalmente hacer más”, dijo Enrico Rossi, el presidente de la región de Toscana, en referencia al gran duque de Toscana a mediados del siglo XIX. “Es un proceso que estamos promoviendo desde abajo, desde municipios, pero necesita también venir con mayor fuerza de arriba, del Parlamento. La gente en nuestro campo merece mejores servicios”.

Si bien 2,489 poblados comparten actualmente servicios en Italia, solo 202 han decidido fusionarse formalmente en un nuevo municipio. Algunas regiones, como la isla de Cerdeña, han creado grandes áreas administrativas, aglutinando a diversas comunidades. Otras, como Piedemonte en el norte, que tiene muchas aldeas pequeñas diseminadas alrededor de sus colinas y montañas, han mantenido fronteras tradicionales.

El problema es considerable en un país donde más de 10 millones de italianos viven en pueblitos, y más de la mitad del territorio es controlado por administradores locales, con base en un estudio reciente de la Asociación Nacional de Municipios Italianos.

“El problema no es el número de municipios”, dijo Daniele Formiconi, quien maneja el departamento de pequeñas ciudades de la asociación. “El desafío radica en cómo se organiza el gobierno de una administración moderna, funcional y local, para compartir recursos a fin de ahorrar dinero del contribuyente fiscal e ir más allá de la mentalidad de pueblito”.

Los residentes de Montalcino y San Giovanni d’Asso tendrán que decidir pronto si es mejor seguir yendo por cuenta propia o sumar fuerzas.

“Oigo a algunas personas mayores que no les gusta la idea de fusionarse con Montalcino, de perder algunos poderes, pero yo veo este cambio como algo positivo”, dijo Paola Cerretani, de 60 años, residente de San Giovanni d’Asso que solía conducir alrededor de 50 kilómetros al día para ir a trabajar porque no quería dejar su poblado natal.

“Montalcino nos dará más visibilidad”, dijo. “Temo más a la alternativa, que con el tiempo desaparezcamos”.

Gaia Piangiani
© The New York Times 2016