Hasta en el narcomenudeo hay crisis

Juan arturo Salinas

En el colmo del cinismo, los vendedores de droga se instalaron en una de las esquinas más concurridas de Tijuana, pero el negocio fracasó.

¿Qué tan crítica estará la economía que hasta el narcomenudeo ha tenido que cerrar uno que otro changarro?

Bueno, no fue ningún local establecido, con su debido uso de suelo, permiso de Bomberos, predial al corriente, recibo de renta mensual y hasta la luz verde de la Coepris.

No, se trató de un punto de venta ubicado en la esquina de la avenida Niños Héroes y calle Tercera, hasta donde llegaron dos sujetos a advertir a los dueños de una tienda de ropa que ellos pagaban piso y que por tanto contaban con la bendición de quien controla el Centro -póngale el nombre que usted guste-, y que venderían droga como dulces: mariguana, cristal y vaya usted a saber qué más ofrecían sin reparo alguno.

Presumían estar apalabrados para poder ofrecer sus productos sin que nadie los molestara y eran surtidos por sujetos que se transportaban a bordo de bicicletas, tanto para renovar sus existencias como para vigilarlos.
Con tamaño desplante, ni el gerente ni los empleados de la citada tienda de ropa, ni los boleros ni los vendedores ambulantes pudieron oponerse a que un puesto más fuera instalado en sus inmediaciones: ni más ni menos que un puesto de drogas en una de las esquinas más transitadas del primer cuadro de Tijuana. El colmo del cinismo, pero además el colmo del maridaje entre grupos criminales y la Secretaría de Seguridad que encabeza Fernando Sánchez.

Ni policías municipales que patrullan las calles ni inspectores de Regulación Municipal podían intervenir. “Son órdenes de arriba” les dicen.

Le doy un dato: en cada esquina del centro de la ciudad hay cámaras de seguridad instaladas en los postes así que los eventuales compradores se sintieron vigilados en el momento de efectuar la operación de compra-venta.

Por lo tanto el negocio no prosperó por una sencilla razón: los vendedores podrían presumir que estaban apalabrados con las autoridades pero los compradores no, y a la vuelta de la esquina podrían ser detenidos con su recién adquirida mercancía.

Así las cosas, el punto de venta no prosperó y los fallidos distribuidores de droga tuvieron que recoger su “merca” y cambiarse de esquina por algún punto más discreto donde su clientela no estuviera tan expuesta y se movieron a otra equina menos visible.

A ese grado de descaro ha llegado el narcomenudeo en nuestra frontera, apadrinado por una Secretaría de Seguridad que busca “pepenar” hasta el último centavo antes de que le toque entregar las riendas de una ciudad en manos de los grupos que día con día se disputan el territorio.