Reforma habemus

Juan arturo Salinas

Esta reforma tampoco es la última ni la mejor de las soluciones pero es de los primeros pasos, muy tambaleantes por cierto, para sacudir un poder muy oxidado.

La discusión ha sido fuerte, una de las más intensas durante las últimas décadas en nuestro país. Las posturas son de verdadero encontronazo: quienes marchan y claman por la ruptura del estado de Derecho y quienes exigen que el Poder Judicial sea saneado desde sus raíces.

De pronto hasta otros países se interesaron en uno de los tres pilares de nuestra democracia advirtiendo que moverle el piso ponían en riesgo hasta las inversiones extranjeras y como respondiendo a esta advertencia, la paridad peso dólar comenzó a moverse desfavorablemente para nuestra moneda.

Por otro lado, están aquellos cuyo análisis también queda en la superficie al considerar que los ciudadanos debemos elegir jueces y ministros -no hay que olvidar que en este proceso hay órganos de control intermedios, y que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación serán propuestos por el Ejecutivo, el Senado y otras instancias.

Además juega un papel importante los órganos de supervisión que evalúen el desempeño de los jueces que, aunque mediante complejos mecanismos, son electos en otros países incluido Estados Unidos.

Pero a la luz de la reforma judicial casi todo México parece olvidar que en nuestro país la justicia es todo menos pronta y expedita, que criminales de alto calibre han sido liberados con prontitud al igual que políticos culpables de multimillonarios quebrantos y hasta decisiones cruciales como el anatocismo, el cobro de intereses sobre interés que la Suprema Corte de Justicia avaló en 1998, y que decir de la propuesta que hiciera el ex presidente Enrique Peña Nieto para que el director del CISEN, Eduardo Medina Mora, fuera nombrado ministro de la SCJN entre otras medidas que nunca hicieron cimbrar a nuestra moneda frente a las divisas extranjeras. No siempre la justicia ha sido pareja para los mexicanos y esta reforma tampoco es la última ni la mejor de las soluciones pero es de los primeros pasos, muy tambaleantes por cierto, para sacudir un poder muy oxidado.