Matar al mensajero

Juan arturo Salinas

La tarea de los periodistas es informar a una sociedad que quiere saber que ocurre en las calles para tomar precauciones y para exigir resultados a sus gobernantes.

Disparar contra la fachada de un medio de comunicación no cobra vidas pero es precisamente su intención: sembrar la duda sobre si la próxima vez que un ataque similar se registre, habrá pérdidas humanas.

Quienes laboran en un establecimiento de este tipo de giro, entran en un estado de zozobra pues no saben si al entrar o salir habrá una bala esperando.

Fue el caso de las instalaciones del diario El Debate, de Culiacán, pero estos atentados han ocurrido en Tijuana como sucedió en el semanario Zeta , ha tenido lugar en otras ciudades del país, y hasta frente a las instalaciones de nuestra televisora Primer Sistema de Noticias, llegaron a colgar alguna sospechosa manta.

De hecho en fechas recientes ocurrió un ataque a las fachadas de las sedes de instituciones como la Fiscalía General de la República y de la Fiscalía General de Justicia del estado, así como algunas delegaciones policiacas, sin embargo fue en represalia al robo de droga perpetrado por elementos de dichas corporaciones.

Pero los periodistas, ¿Qué droga pueden robarse? Si acaso en 1988 hubo un caso en el que un reportero de Televisa de apellido Vaca se negaba a entregar a los soldados que catearon un rancho en Tecate, unas de las primeras acciones de esta índole, por lo que algún mando militar telefoneó al entonces gerente del canal 12 José Luis Guasch, quien ordenó el cese del reportero.

Aclarada la excepción, no la regla, la tarea de los periodistas es informar a una sociedad que quiere saber que ocurre en las calles para tomar precauciones y para exigir resultados a sus gobernantes.

Mención aparte merecen los casos de aquellos periodistas privados de la vida y quienes han sido blanco de atentados, pero ese es un tema tan extenso que requeriría de un análisis más profundo.

Por lo pronto, centro esta columna en el mensaje que grupos criminales buscan enviar a los medios de comunicación, lo cual es a todas luces condenable y como advierten las primeras líneas, buscan crear miedo entre quienes entran a laborar y quienes salen sin saber si una bala los está esperando, a ellos en especial o por azar.